Soñar mucho más allá
Amelia Earhart nació en Kansas un caluroso día de julio de 1897. Fue una niña educada para ser una señorita. Nunca lo fue.
Amelia era una niña curiosa e intrépida que en seguida dio síntomas de ser diferente. No le interesaban las aburridas y típicas actividades de las niñas de su edad. Ella buscaba aventuras, ya fuera trepando a los árboles o jugando con un trineo en la nieve.
Pasó su infancia saltando de ciudad en ciudad junto a su familia. Des Moines (Iowa), St. Paul, (Minnesota), Springfield (Misuri), Chicago… siempre a la caza de un trabajo para su padre.
Durante su época en el instituto, Amelia coleccionaba recortes de periódicos de mujeres famosas que sobresalían por sus actividades o hazañas. Quizás fue así como Amelia empezó a alimentar sueños muy poco convencionales.
Cursó estudios superiores en la Universidad de Columbia (NY) y completó su formación en los cursos de verano de la Universidad de Harvard. Se convirtió en una mujer rebelde con unos altos ideales. No se conformaba con lo que la sociedad le ofrecía a una chica de su edad. Ella quería más.
Fue con 23 años cuando empezó a interesarse por el mundo de la aviación. Un mundo de hombres que no se lo pondría fácil.
Su primer vuelo, tras pagar 5$, fue en un biplano con la cabina abierta que sobrevoló Los Ángeles. Apenas duró 10 minutos. Tras bajar del aparato sus palabras fueron: “Tan pronto como despegamos sabía que tendría que volar de ahora en adelante”.
Amelia consiguió que otra pionera de la aviación, Neta Snook le diera clases de aviación por 1$ el minuto. Consiguió ahorrar lo suficiente para comprarse su propio aparato y obvió las exigencias de su madre por convertirse en una auténtica señorita y dejar a un lado sueños inalcanzables e inútiles. Amelia acertó en su testarudez. A partir de entonces, solo vendrían éxitos.
Amelia Earhart saltó a la fama en 1928, cuando se convirtió en la primera mujer en realizar como pasajera la travesía del Atlántico entre Terranova y Gales. En 1932 realizó en solitario la travesía del Atlántico. Fue la primera mujer en lograrlo y además, estableció una nueva marca de velocidad al alcanzar Irlanda en 13h y 50m. Fue galardonada por el Congreso de los Estados Unidos con la Cruz Distinguida de Vuelo, la primera otorgada a una mujer. En 1935 llevó a cabo y en solitario la travesía entre Honolulú y Oakland, una distancia que es superior a la existente entre EEUU y Europa. Fue el primer piloto en completar con éxito este difícil viaje sobre aguas del Pacífico que había acabado en desastre en todos los intentos anteriores. A finales de ese mismo año, estableció un nuevo récord de velocidad, volando sin escalas entre Ciudad de México y Nueva York en algo más de 14h.
Amelia se hizo tremendamente popular. Era la sensación del momento, una heroína a la que todo el país adoraba y aplaudía.
En 1937, tras tantos y tantos éxitos, Amelia decidió enfrentarse al reto más grande que nadie antes había intentado. Dar la vuelta del mundo siguiendo la línea del ecuador. Sería el vuelo más peligroso de su vida y para ello, Amelia necesitaría meses de preparación y mucha suerte. Al final, la estrella que siempre le había acompañado se apagó. Amelia nunca llegó a su destino y desapareció junto a su copiloto.
Amelia no consiguió su último desafío pero su vida, sus sueños, su coraje y su empeño por cambiar las reglas la convirtieron en auténtico icono de superación para todas las mujeres del país y del mundo.
Como icono, la vida de Amelia ha sido contada y utilizada como ejemplo para todos. Cuenta con numerosos documentales, una película e incluso Steve Jobs se acordó de ella cuando realizó su spot “Think different” (segundo 40). La incluyó en ese gran homenaje a los “crazy one” donde su imagen está al lado de personalidades tales como el Gandhi, Martin Luther King, Picasso o Einstein.
Amelia creía en lo que hacía y en su manera de vivir. Creía que si el objetivo valía los riesgos que implicaba no había de qué preocuparse, la aventura merecía la pena en sí misma. Creía en superarse, en llegar más lejos. Donde nadie nunca había llegado.
Amelía decía: “Women must try to do things as men have tried. When they fail, their failure must be but a challenge to others.” Las mujeres deben intentar hacer cosas tal y como lo han hecho los hombres. Cuando fracasan, su fracaso no debe ser sino un reto para las demás.