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Mi noche con Zuckerberg

Tras la compra de WhatsApp y durante el Mobile World Congress compartimos con el CEO de Facebook una noche de desenfreno no apta para Instagram.

Categoría: Cultura | 25 febrero, 2014
Redacción: Jaime Barber

Mark Zuckerberg desliza billetes de 20 en el tanga de una bailarina exótica y creo que es su forma de decir “me gusta”. De alguna forma hemos acabado en la Sala Bagdad rodeados de promesas del porno, enanos y contorsionistas vaginales. Hace sólo unas horas nos encontrábamos en la distinguida terraza del hotel Condes de Barcelona, desde donde disfrutábamos de una perspectiva privilegiada de Paseo de Gracia. El propósito del encuentro era realizar una entrevista para esta publicación. No es fácil concertar una cita con el más joven en la lista de millonarios de la revista Forbes, así que siento sobre mí una cierta presión que decido aliviar de la mejor forma que sé: pidiendo un gintonic. “Que sean dos”, dice Mark.

Comienzo hablándole sobre paseodegracia.com y nuestro nuevo número, inspirado en la tecnología. Mi objetivo es compartir con él reflexiones acerca de los cambios provocados por el uso generalizado de plataformas sociales, aunque al principio Mark está más pendiente de su smartphone que de mí. De golpe me mira y dice: “¿Sabes lo primero que voy a hacer con WhatsApp? Voy a cambiar su maldito icono. ¿Por qué demonios es un teléfono antiguo? La mayoría de los usuarios no han visto uno así en su vida”. No es la clase de decisión que uno espera de quien se ha gastado 19.000 millones de dólares en comprar un servicio de mensajería instantánea. “Siempre es igual”, continúa. “El icono de Instagram es una cámara analógica. El icono de guardar siempre es un disquete. ¡Los menores de 20 no han usado un disquete en su puñetera vida!”.

Parece que se toma el asunto muy a pecho, pero para lo que me han enviado aquí es para hablar del Mobile World Congress, así que intento reconducir la conversación preguntándole por su participación en el congreso. “¡Pues lo mismo pienso del Mobile World Congress!”, me espeta. “¡Hay que cambiarle el nombre ya, hombre! Pensemos con perspectiva: ¿durante cuántos años más va a ser el móvil el centro de las telecomunicaciones? La ‘wearable tecnology’ es la próxima moda. Dentro de nada estarás accediendo a Facebook desde tus gafas y un dispositivo tan fino como un tatuaje te dará información sobre la salud de tus hijos”. Creo que Tatoo World Congress no sonaría muy adecuado, pero me ahorro el comentario. Mark agita el móvil con su mano y continúa su monólogo: “Dentro de poco, sacar un dispositivo del pantalón, desbloquearlo y acceder a una aplicación nos parecerá una eternidad cuando la tecnología esté en nosotros”.

Esa afirmación me hace recordar algo. “¿Conoces la serie Black Mirror?”, le pregunto. Me responde que está demasiado ocupado para ver series, así que le explico que Black Mirror es un reflejo oscuro de nuestra sociedad, una ciencia-ficción ambientada en un futuro cercano en el que las redes sociales más parecen telarañas. Le hablo sobre un episodio: “La gente tiene implantado un chip que registra todo lo que ven o escuchan. El protagonista es un tipo amargado que repasa obsesivamente una relación que se fue a la mierda, buscando frame a frame los motivos de la ruptura”. Mark se detiene en esa última frase, apura su segundo gintonic y concluye: “La película de Facebook de ese tipo debe ser todo un drama”.

Mark se está gustando. Los gintonics se le han subido a la cabeza y quiere más. Lleva varios días en Barcelona y aún no ha salido de fiesta. “Había oído que España era divertida. ¿Es que Cataluña no es España?”. Citando a Facebook le respondo: “Es complicado”. Me cuesta creer que Mark no haya disfrutado todavía de la noche barcelonesa cuando toda la prensa relaciona el Mobile World Congress con fiestas exclusivas y prostitutas de lujo con las agendas completas. Como yo no me muevo en esos círculos, pasamos del Condes de Barcelona a la calle Joaquín Costa. Varios cócteles después un taxi nos deja cerca del 22@, pero no buscamos el Distrito de la Innovación sino Razzmatazz, donde “Zuck” intentará hacerse el interesante con una Erasmus escandinava contándole lo que él cree que es un buen chiste: “¿Qué tres cosas te llevarías a Google Plus?”. Silencio incómodo. Intento darle cobertura: “Je. Google Plus. Una isla desierta. Muy bueno, Mark”. Por un momento dudo si recordarle las ventajas de Google Plus. Podría mencionar que un +1 en Google Plus es más importante para tu posicionamiento en buscadores que cualquier “me gusta” en Facebook, algo bastante valioso para empresas o para ti, que tienes una marca personal en Internet. No sé si hablarle de la ausencia de publicidad, de la capacidad de segmentar a tu público o de crear comunidades con intereses comunes. Mark tiene razón, Google Plus es una isla desierta, pero la dictadura del motor de búsqueda juega a su favor mientras que un estudio de la universidad de Princeton asegura que Facebook podría perder el 80% de sus usuarios en los próximos tres años.

Mejor me callo. Un tipo de 30 años con una fortuna personal valorada en 19.000 millones de dólares se merece cierto respeto. Además, ¿quién puede negar que Mark ha cambiado nuestras vidas? Si Facebook no dura eternamente, al menos recordaremos esta época como los años de Facebook, un tiempo en el que renunciamos a nuestra intimidad por recibir “likes” y confundimos el significado de comunidad con la suma de egos desmedidos. También, para ser justos, nos ofreció una nueva manera de mantener contacto con los amigos en un momento en el que nuestro círculo íntimo de amigos podía extenderse por todo el mundo. Mientras yo reflexiono sobre su obra, Mark ha tomado algo que no debía y está haciendo el “making it rain” con su dinero. Es hora de salir de aquí pero mi entrevistado quiere más, quiere caminar por el lado salvaje y sus deseos son órdenes.

En la Barcelona de la innovación, en la smartcity con vocación tecnológica, mi fin de fiesta con Mark Zuckerberg no es apto para Instagram: en la Sala Bagdad las show-girls se pasean entre altos ejecutivos de Shazam, Tele2 o Deutsche Telekom. Algunos prefieren el sexo hetero, otros los dúos lésbicos, pero Mark está bastante interesado en los famosos espectáculos participativos de la Sala Bagdad, esos que implican al público. Al final, el genio de Palo Alto apuesta por interactuar, por entrar en contacto con otros, por compartir experiencias.

Ése es el espíritu de Facebook.

 

Nota: Este relato es una ficción humorística. No olvidéis hacer click en “me gusta” al final. Hacedlo por Mark.

Categoría: Cultura | 25 febrero, 2014
Redacción: Jaime Barber
Tags:  Barcelona Mobile Congress, Facebook, Jaime Barber, La Barbería, Whatsapp, Zuckerberg,

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