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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
The Boys are back in Town
Sin importar cuánto cambies, al final te ves atrapado en ciclos que se repiten, en ritmos constantes que unas veces resaltan lo que desentona en tu vida y otras te recuerdan que algunas viejas canciones suenan tan bien como siempre.
Vuelves a casa después de muchos meses. Aunque estamos a finales de diciembre todavía hace calor y el sol te molesta a través del limpiaparabrisas. Escuchas una y otra vez un disco que te recuerda a tus amigos, esos que te esperan impacientes. Uno a uno han ido avisando –sms, e-mail, facebook, whatsapp- de su llegada al pueblo. Sólo faltas tú. Marcas en el volante el ritmo de una vieja canción de Thin Lizzy.
Terminas la cena familiar de Nochebuena y sales a la calle haciendo eses. Te diriges a los bares de siempre, a encontrarte con tu otra familia. En la puerta del garito donde habéis quedado te saludan algunos conocidos que fuman al relente. Alguien te pregunta si sigues en Madrid cuando hace cinco años que te fuiste de allí. Haces una broma y te das media vuelta (siempre fue tu mejor plan de fuga). Los saludos de compromiso dan paso a un repertorio de abrazos y rudos halagos. Te veo bien, cabrón. Tú sí que estás bien, mariconazo. Se nota que vienes bien follado, hijo de puta. Así se saludan los amigos, o al menos así se saludan los tuyos. Alrededor hay más gente, gente que mira el ritual de reencuentro y se sonríe, pero para vosotros no hay nadie más. Bueno, tal vez el camarero, inevitable intermediario entre vosotros y la obligada ronda de Etiquetas Blancas.
El tiempo ha pasado por vosotros, vuestras vidas llevan ahora ritmos diferentes. Algunos de vosotros dieron de lado al lado salvaje y ahora se limitan a tocar los viejos hits cuando os reunís en fiestas. Otros siguen con su carrera como solistas, con mayor o menor suerte. Sin embargo, ahí estáis, juntos otra vez, sonando como una banda bien acompasada pese al distanciamiento, como los Beatles en el tejado de Savile Row. Qué poco os cuesta seguir el compás aunque ahora vuestras vidas se parezcan tan poco entre sí. Nada es igual ya, pero por una noche todos compartís alcohol y risas, y las viejas anécdotas se mezclan con las aventuras en solitario que, a partir de hoy, pasan a ser de todos.
Esta noche las rondas se pagan en euros, en libras, en francos suizos y hasta en cedis ghaneses, divisas que llegan desde lejos, tan lejos como habéis llegado aunque a veces nadie dio un duro por vosotros. Habéis conquistado Manhattan y Berlín, y esta noche brindáis por vosotros. Brindáis por ti, que le echaste valor y pisaste el acelerador como el Boss en la carretera del trueno, sin mirar atrás pero con buena compañía en el cassette y en el asiento del copiloto. También brindáis por quien se largó del pueblo con el corazón roto y hoy vuelve contando historias de sirenas que cantan ‘London Calling’. Ay, ¿dónde está ahora aquella chica de ayer? Aunque apareciese ahora mismo, ya no se ralentizaría el tiempo ni sonaría en tu cabeza Nico cantando ‘These Days’.
Es cierto que vuestros ritmos han cambiado, que algunos ya no encajáis en los viejos estribillos y que mañana estas canciones parecerán desfasadas, pero hoy la noche huele a espíritu adolescente. Entonces os lanzan un guiño desde la cabina del DJ y empieza a sonar una guitarra que suena a bienvenida, que suena a hogar, y Thin Lizzy se arranca a cantar: “Guess who just got back today…?”
