Separar el grano de la paja

Estos dos personajes se la tienen jurada el uno al otro. Tienen una disputa entre ellos. Y el campo de juego preferido de su disputa somos nosotros, el yo en singular.
Por utilizar una imagen, estamos ante un partido de tenis entre 2 jugadores y nosotros somos la pelota a la que van dando. A veces estamos en el campo del juez interior, y desde allí nos exigimos más y más. A veces estamos en el del boicoteador, y desde allí nos sentimos víctimas de las circunstancias, desvalidos.
Algunas personas están más en un lado, que en el otro. Hay personas que se identifican mucho con la exigencia, siempre tienen que estar haciendo, nunca es suficiente, hasta el punto que descansar es un acto casi intolerable.
Hay otras que se creen que no pueden hacer nada, que son inútiles, y ya no emprenden ninguna acción, vagando como alma en pena.
Ese es el dibujo si nos creemos lo que nos dicen estos 2 personajes.

La buena noticia es que no somos ni tenemos que ser o hacer lo que dice uno u otro.
La buena noticia es que está en nuestras manos lidiar con ellos, en lugar de estar nosotros en sus manos.
O sea: no somos la pelota de tenis, sino que podemos ser el árbitro del partido.

Para ello hay que empezar a mirarles por separado, y también a separarlos de nosotros mismos. Ese acto de separación resulta muy fructífero.
Cuando uno va haciendo el ejercicio de escuchar lo que se dice, se va dando cuenta de cuándo uno u otro personaje pretende comerle el coco y llevarle a su terreno.
Evidentemente requiere de un esfuerzo personal, como dicen Milagros a Lourdes. Hay que ponerle atención.

Este acto fictio de separar los mensajes propios, en mi caso me ha llevado a sentir una paz y una calma inauditas hace unos años. Antes sentía que estaba en una rueda de hámster: siempre corriendo tras una lista de tareas por hacer, con unos listones de superación y unos modelos sociales en los que encajar, creía que debía comportarme así o asá según las circunstancias… y, como no lo consiguiera, me desmoronaba, me sentía fallida, una especie de tara del sistema.
En manos de uno, nunca era suficiente, siempre tenía que hacer más y mejor. Como no lo conseguía, empezaba el desprecio y de allí a la decepción, por no estar consiguiéndolo. Entonces entraba en manos del otro, en una profunda tristeza, y de allí a verme como una tara del sistema.
Resultado: dolor e insatisfacción perpetuas.

A esta situación nos llevan estos dos personajes si les escuchamos y les creemos.
Si eres introvertido, el juez interior pretenderá que seas y actúes como extrovertido, dado que es un valor social. Si lo consigues, es posible que una parte de tí sienta que estás siendo un farsante y te sientas en el fondo incómodo con tu actuación.
Si no lo consigues, por timidez, vergüenza o simplemente porque no quieres hablar de ti a desconocidos, sentirás quizás fracaso.

Hay un camino en el medio: se trata de empezar a cuestionar como verdades absolutas lo que me dice uno u otro. Porque ni tengo que hacer lo que dice el juez interno, ni tengo que abatirme por no conseguirlo.

Precisamente, el próximo mes trataré en más profundidad cómo nos repercuten las verdades absolutas.

Agradecimientos: a Xavier Grau por el Naming de la sección y al diseñador Xavier Roca por ilustrar el artículo de este mes.

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