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La zona intermedia

El lío soberano de la comunicación. Una nueva entrega de "Sano y salvo".

Categoría: Cultura | 19 diciembre, 2017
Redacción: Eulàlia París

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Nuestra especie tiene la capacidad de ser consciente. Aunque es una capacidad que no dominamos completamente, como veremos a continuación. Esta habilidad toma tres direcciones.

La primera, hacia lo exterior: percibimos lo que ocurre en nuestro entorno gracias a los sentidos -auténticas obras de ingeniería-. Vemos, oímos, sentimos en la piel… miles de estímulos al unísono que procesamos en nuestros cerebros. De la gran mayoría de estímulos que procesamos, ni nos enteramos. Probablemente para no sentirnos abrumados, hemos desarrollado la habilidad para descartar una gran parte de esos estímulos y hacernos cargo sólo de una porción.

Luego podemos percibir lo que nos ocurre internamente. Son pensamientos, sentimientos, necesidades, deseos o la continua cháchara que mantenemos desde distintos personajes… Vimos en el anterior artículo que, sin embargo, preferimos hacernos los suecos antes que notar miedo, frustración, rabia, etc.

Por último, hay una zona intermedia que es donde a menudo nos liamos soberamente. A partir de lo que percibimos interna y externamente, hacemos interpretaciones y suposiciones. Por ejemplo: me ha mirado mal, me tiene manía, creo que le gusto… En esta zona, acabamos por montarnos un montón de películas. No quiero decir que a veces no vayamos bien encaminados en nuestras películas. Pero lo cierto es que, entre que no tenemos demasiado claro qué nos ocurre o qué queremos, o que damos por supuesto que somos libros abiertos para los otros y no tenemos que pedirles nada, la comunicación entre nosotros se entorpece. Empeora con las dinámicas egocéntricas del yo-mi-me-mío-conmigo-mismamente. Las expectativas que ponemos en los otros respecto a nosotros son fuente de equívocos y conflictos constantes.

La comunicación no violenta de la que se habla hace unos años, va precisamente en la línea de, primero, tener claro lo que uno piensa, siente y necesita respecto a una situación y/o alguien específicos. A continuación, buscaremos las palabras apropiadas para poder hacer la demanda en lugar de exigirla o darla por supuesta. Muchas veces acusamos, recriminamos o enjuiciamos a los otros en nuestras peticiones. No es lo mismo decir “Nunca me llamas” (en tono recriminatorio o victimista) que “Me gustaría poder hablar contigo más a menudo porque te echo de menos. ¿Es posible para tí?“. Sobre todo, no lo siente igual el que lo recibe. Y quien pide, se colocará en un lugar más humilde, poniendo el foco en sí mismo; no reprochándole al otro qué hace o no, cómo es o no es.

De todos modos habrá que asumir que, lo que podamos pedir, el otro puede quererlo dar… o no. Y aquí de nuevo va a aparecer nuestro ego. Lo veremos en el próximo episodio.

Sa i estalvi

Agradecimientos: A NomNam por el naming de la sección

Categoría: Cultura | 19 diciembre, 2017
Redacción: Eulàlia París
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