El Eixample a través de los libros

Una anomalía en la historia de Barcelona es su virtud para convertirse en protagonista de novelas hasta crear un género propio. En ellas circulan muchos barrios de la ciudad, pero el Eixample goza protagonismo en muchas de ellas.

Quizá el inicio de esta ruta nos llevaría a La febre d’or de Narcís Oller, rey indiscutible del naturalismo catalán. La familia Gil Boix aun vive en el casco antiguo y sólo se asoma al Eixample para curiosear porque consideran su territorio propio de nuevos ricos, algo confirmado por Onofre Bouvila, protagonista de La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza, quien compra un piso en la nueva Barcelona y para aumentar su valor inmobiliario construye falsos raíles de tranvía para ver pican los incautos. Una vez consigue su propósito los retira y sigue con su alocada carrera empezada durante la Exposición Universal de 1888, cuando robaba objetos de los almacenes y vendía un inútil crece pelo a los trabajadores de la Ciutadella.

Mendoza sitúa parte de la acción de su La verdad sobre el caso Savolta en el Eixample al ubicar la acción en la segunda década del siglo XX entre la euforia económica de la Primera Guerra Mundial y los años del pistolerismo. Sin embargo, si hablamos de esta zona de la capital catalana debemos mencionar forzosamente Vida privada de Josep María de Sagarra, un roman à clef que escandalizó a los burgueses de los primeros años treinta porque el autor basó su obra en personas reales bien reconocibles en un texto donde desenmascaraba la hipocresía de las clases pudientes catalanas.

Esa puede ser la última gran novela en catalán sobre Barcelona. Tras la Guerra Civil el castellano se impuso como lengua literaria y ello explicaría las razones del avasallador éxito de este idioma al abordar los dimes y diretes de la ciudad. Nada de Carmen Laforet es un buen ejemplo. Publicada en 1945 provocó una pequeña revolución en las letras españolas al abordar la posguerra con inaudita crudeza. Para el tema que nos concierne resulta fundamental su visión de la calle Aribau, donde las noches corrían como un río negro, bajo los puentes de los días, y en las que los olores estancados despedían un vaho de fantasmas.

Andrea, la protagonista de esta ópera prima ganadora del Premio Nadal, llega a Barcelona y sufre un tormento interior en el piso del número 36 de la calle Aribau donde la acogen unos familiares desdichados, vencidos abocados a la miseria existencial. Durante esa época esta arteria del Eixample era conocida como la calle de las queridas. Los empresarios colocaban pisos a sus amantes. Una de ellas fue Carmen Broto, asesinada en 1949 e inspiradora de Si te dicen que caí de Juan Marsé, un autor identificado con el barrio de Gracia que, sin embargo, siempre activa los pies de sus personajes por toda la urbe, como si así mostrara un vagar de búsqueda, desconsuelo y esperanza.

Quien también menciona al Eixample en sus novelas es Enrique Vila-Matas, desde mi punto de vista un narrador oculto de Barcelona. En Impostura refleja la Barcelona de los años cincuenta, gris y franquista con la cantinela del usted no sabe quién soy como clara metáfora de un tiempo mediocre para una villa teñida de demencia. El autor de El mal de Montano nació cerca del cine Metropol, sito entre Roger de Lluria y Mallorca hasta su cierre en 1963. Sus viajes por la cuadrícula de Cerdà no son sentimentales, más bien denuncian un ambiente gris que reaparece en Aire de Dylan, donde se alude a la adolescencia del protagonista y a esa sensación de oquedad por existir en un lugar tan desapacible y provinciano.

Una anécdota de esos años merecería ser novelada. En 1956 un asesinato en el Hotel Ritz sacudió a la sociedad pudiente. Los periódicos ocultaron el nombre del establecimiento y los policías tuvieron fácil la tarea de descubrir al asesino porque había dejado un abrigo de color en la habitación. Miraron el escaso registro de extranjeros y dieron con el criminal, de nacionalidad austríaca. Era impensable dar con alguien nativo que no vistiera de negro o con el típico traje gris.

Hay muchas más novelas del Eixample, lugar de paso sin centralizar casi nunca la narración, como si su hermoso plano cartesiano fuera demasiado anodino. En este sentido es remarcable la escena del Día del Watusi de Francisco Casavella en que unas niñas del Poble Sec se cruzan en el Paralelo para ir a un concurso radiofónico donde se elegirá a la mejor Escarlata O’Hara. El fragmento termina en pelea, pero si esas niñas de clase humilde, hijas del barraquismo de Montjuic, van en procesión al centro es porque albergan el anhelo de abandonar la pobreza, y esa nunca está en el Eixample, barrio burgués donde los relatos brotarán mientras se sostenga en pie.