El paso del tiempo, aquí y allá

Toda nuestra vida gira entorno a un calendario que le aporta ritmo al paso del tiempo. El nuestro, como casi en todas las culturas, viene marcado por el paso de las estaciones y la religión. El calendario gregoriano, el que utilizamos, mide exactamente la fecha en la que nació Cristo, el hijo de Dios. A partir de ese día, los ciclos se han repetido una y otra vez hasta llegar al año 2013. Pero ¿qué ocurre al otro lado del planeta? ¿Qué pasa en los lugares donde ni ese Dios ni su hijo existieron o donde la religión se convierte en algo irrelevante frente a lucha por la supervivencia?

En la India nuestro ciclo de la vida vendría marcado por el Pongal, el festival de la cosecha que celebra los ciclos de la Naturaleza a mediados de enero. El hinduismo es una religión asombrosamente rica que cuenta que el Cosmos pasa por un inmenso e infinito número de muertes y renacimientos. Y las escalas del tiempo, los ciclos de los dioses, aparecen para abrumarnos con sus números dejando a nuestros años, siglos y milenios, como auténticos suspiros.

El día y la noche de Brahma hacen acto de presencia con sus 8.640.000.000 años de duración (mayor que la edad de la Tierra o el Sol y más o menos la mitad del tiempo desde el Big Bang) para explicarnos que el universo no es más que el sueño de un Dios que después de 100 años Brahma (311.040.000.000.000 años) se disuelve en un sueño sin sueños. Y tras otro siglo Brahma, se despierta y empieza de nuevo a soñar el gran sueño cósmico.

Si viajas de un sitio a otro estas historias, con sus dioses propios y sus cifras… cambiarán a cada paso que des. Por lo tanto, ¿en qué historia creer? ¿Cómo medir nuestras vidas de una manera real? ¿Es la naturaleza la única capaz de establecer unos ciclos, a través de las estaciones, más allá de toda religión? ¿Pero quién o qué estableció esos ciclos?

Quizás, al final, sólo son un montón de preguntas inútiles, números, ecuaciones y mitos. Puede que si hubiéramos nacido en el Cuerno de África, nuestra vida estuviera marcada por la menor escala de tiempo: las horas y los días. Cuando no te quedan opciones, cuando sobrevivir se convierte en una hazaña y en algo que agradecer a cada minuto, los años, la religión, los dioses… simplemente dejan de existir.