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‘Mi vida en rojo Kubrick ’: cegado por ‘El resplandor’

En ‘Mi vida en rojo Kubrick’ (Alpha Decay), Simon Roy habla de su obsesión por ‘El resplandor’, una película que ha empapado los pasajes más oscuros de su biografía. Un buen motivo para recordar uno de los films más enigmáticos de la historia del cine y repasar sus misterios más inquietantes

Categoría: Cultura | 13 febrero, 2017
Redacción: Óscar Broc

simons ‘Mi vida en rojo Kubrick ’: cegado por ‘El resplandor’

‘El resplandor’ no es una película, es un virus durmiente que desde su aparición en 1980 sestea en las profundidades de la cultura popular para volver a la superficie cada cierto tiempo, activado por algún estudio, documental o libro que intenta comprender los secretos de su laberíntico engranaje. 37 años después de su estreno, el film de Kubrick sigue emitiendo en una frecuencia fantasma desde la que desestabiliza y perturba al espectador, inyectándole mensajes e ideas subliminales que solo se hacen cristalinos picando piedra, a base de muchos visionados.

Para algunos, ‘El resplandor’–adaptación libre de la novela homónima de Stephen King- trasciende con creces la simple experiencia audiovisual. Es algo más. Algo maligno, latente y vivo… Capaz de colonizar la realidad. Y de eso va en parte ‘Mi vida en rojo Kubrick’. El profesor de literatura y escritor Simon Roy utiliza la película como una suerte de guía mental para explorar e incluso comprender los pasajes más macabros de su biografía familiar. Es una terapia de paralelismos siniestra se mire por donde se mire; su hermana desapareció en circunstancias muy extrañas, su abuela fue asesinada por su marido a martillazos y su madre tenía tendencias suicidas (y acabó alcanzando su objetivo).

Precisamente la agonizante madre del autor, postrada en la cama de un hospital esperando a la muerte, es el otro polo del ¿ensayo? Roy se embarca en un viaje al corazón de las tinieblas de su árbol genealógico, sus propias tinieblas, en un ejercicio de psicoanálisis sin red, auspiciado desde una dimensión más elevada por la implacable y perfeccionista mirada de Stanley Kubrick.

En las páginas de ‘Mi vida en rojo Kubrick’, la biografía del autor se confunde con los sucesos del hotel Overlook, se trazan turbadores paralelismos entre la película y la realidad, y se alcanzan poderosas reflexiones sobre la naturaleza del mal, la repetición de errores y el eterno retorno. Los asuntos centrales también del film de Kubrick.

‘El resplandor’ es una película aterradoramente simétrica. Una sobredosis de dualidad. Las gemelas como recurso terrorífico, los dos Jacks, dos telépatas, murder-redrum, casi todos los elementos principales encuentran un reflejo, incluso el laberinto tiene su émulo en la maqueta de la entrada del hotel. Es casi inevitable que dicha dualidad se traslade también a la estructura del relato de Roy y se produzca otro juego de espejos, esta vez entre el largometraje de Kubrick y la vida del autor.

‘Mi vida en rojo Kubrick’ no es un análisis cinematográfico pormenorizado de El resplandor’, la identificación con la película se ejecuta a un estrato más intimo y profundo. No obstante, a Roy le tienta juguetear con los guiños visuales, trucos y capas de lectura que Stanley Kubrick aplicó a su obra maestra. Una película en la que incluso los errores de raccord, como la pegatina que aparece y desaparece de la puerta de la habitación de Danny Torrance o los cambios de orientación antinaturales del estampado hexagonal de la alfombra, tienen una razón de ser y forman parte del gran plan kubrickiano.

En este sentido, ‘Mi Vida en rojo Kubrick’ guarda un estrecho vínculo con el documental ‘Room 237’, pues presenta un ejercicio de desencriptación muy parecido en los aspectos puramente fílmicos. La omnipresencia del número 42 en la película, por ejemplo, es uno de los fragmentos más absorbentes. Dicha cifra, que para muchos es una referencia de Kubrick al holocausto judío, empapa toda la película. Hay 42 coches en el parking del hotel. El pequeño Danny dice 42 veces ‘redrum’ en una de les escenas más aterradoras del film. Y también lleva un pijama con el número 42. Jack y Wendy están viendo ‘Verano del 42’ en la tele. Las cifras de la habitación 237 suman 42 si se multiplican entre ellas.

Y no es el único genocidio del que se perciben resonancias: también la matanza de indígenas en Estados Unidos tiene presencia subliminal en la película, en las latas  Calumet con un jefe indio en la etiqueta, en las mantas indias que cuelgan de las paredes del lobby, en el emplazamiento mismo del hotel, construido sobre un cementerio indígena…

A Simon Roy le resulta tremendamente útil desarmar esta muñeca rusa y explorar lo más oculto de su núcleo, pues en realidad ‘El resplandor’ no es una película de terror: es el terror. Un armatoste laberíntico que muestra el mal como ninguna otra película lo ha hecho. Que habla de los errores que hemos cometido en el pasado y estamos condenados a repetir. Y eso explica que las resonancias de esta película sean tan cercanas a la violenta biografía de Simon Roy. La conclusión es tajante: ‘El resplandor’ siempre te devuelve la mirada.

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Categoría: Cultura | 13 febrero, 2017
Redacción: Óscar Broc
Tags:  El resplandor, Kubrick, libros, Òscar Broc, Simon Roy,

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