R t V f F I
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Radiografía de la venganza

Detrás del resquemor. Una nueva entrega de "Sano y salvo".

Categoría: Cultura | 22 agosto, 2018
Redacción

sa i estalvi agost 2 2108 Radiografía de la venganza

Hemos ido desgranando como el mal o ser malo se confunde frecuentemente con ser quien uno es y/o por no corresponder a otros (sus deseos, amor, etc). Hemos visto que muchas veces hacemos daño a otros sin quererlo.

Otras veces, queriendo. La venganza, por ejemplo, es uno de estos casos.

No obstante un análisis profundo de la venganza nos va a llevar por otros derroteros, más allá de la maldad.

Podríamos empezar por preguntarnos cuál es el motor real que lleva a alguien a tomarse el tiempo y la energía necesarias para servirle el plato frío a cierta persona o personas.

Podríamos responder que es la ira, la rabia, el enfado. Estos, en todo caso, son los más evidentes y obvios. Esos que nos queman y requeman por dentro en cal viva. Sin embargo, se tratan más de la gasolina. Lo que mueve a alguien el querer devolver la jugada a otro/s en forma de venganza se llama dolor.

Quizás nos hemos vengado realmente, quizás sólo lo hemos fantaseado.

Sea como sea, si uno se permite sentir en el cuerpo de dónde sale la venganza o la idea de ella, probablemente llegue al dolor. La ira, el enfado o alguna de sus formas es la reacción más evidente que encubre al dolor. Éste está en el trasfondo.

Sea porque nos hemos sentido traicionados, humillados, abandonados, maltratados, la cuestión es que la traición, la humillación, el abandono y el maltrato (nos) duelen.

Sentir que otro/s nos ha/n traicionado, o humillado o maltratado y que (nos) duela profundamente es inversamente proporcional a cuan importante es ese o esos otros.

Lo que queremos en el fondo es devolver la misma proporción de dolor. Que el otro se entere de nuestro sufrimiento. Que se entere, no de viva voz, si no sintiéndolo. Que sienta lo mismo y sufra lo mismo.

Hay algo de fantasía aquí en cuanto a pretender que otro sienta exactamente lo mismo que uno.

Evidentemente dependerá mucho de la casuística, sin embargo, considero, además por experiencia propia, que lo más sano es comunicar al otro ese daño o agravio que sentimos nosotros más que enroscarse en una espiral de agresión.

Porque al final quien está atrapado en esa espiral es uno mismo.

¿Por qué es sano? Primero porque establecemos un diálogo con el otro. Y esto es importante: a veces el otro nos daña sin quererlo. O no ha valorado suficientemente sus acciones. Aunque no se llegue a un acuerdo, las partes que hablan, exponen sus motivos y motivaciones. Se da un espacio de escucha. E insisto, lo que importa no es tener la razón sino dialogar y escuchar. Quizás no entenderemos lo que nos cuenta ese otro, o no lo aceptaremos. Quizás no nos guste oír lo que cuenta. Pero al menos sabremos su versión, por muy en desacuerdo que estemos. Y, sobre todo, el otro conocerá nuestra vivencia.

Segundo, porque cortamos la espiral de la rabia y podemos empezar a digerir lo que ha ocurrido. Y, haciendo eso, dejamos de estar enganchados al dolor y, muy especialmente, a ese otro u otros. Este es el movimiento esencial para poder pasar página y continuar con tu vida

Sa i estalvi

Agradecimientos: A NomNam por el naming de la sección

Imagen de Pixabay. 

 

Categoría: Cultura | 22 agosto, 2018
Redacción
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