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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
Hace tiempo leí este artículo porque me llamó poderosamente la atención el título: “Los libros nos protegen de lo que pasa ahí fuera”. Para los que os de pereza leerlo, deciros que es un artículo sobre Lola Larumbe, de profesión librera y que está al frente de la librería Rafael Alberti de Madrid.
Escojo estos dos fragmentos escritos por la periodista María Jesús Espinosa.
“En su librería uno viene a comprar libros, por supuesto, pero sobre todo, viene a refugiarse; cuando has tenido un mal día, cuando el mundo no te gusta, cuando las cosas fallan… la librería Alberti deja que te quedes allí, sin ser molestado, mientras observas cómo van recibiendo a un tipo insólito de ser humano: aquel que “está dispuesto a compartir la lectura y el placer de la amistad”.
“La librera cree tanto en sus amigos-clientes-lectores como en los libros que dispensa con fervor: “Los libros nos protegen de lo que pasa ahí fuera, de todas esas cosas que no siempre son tan bonitas como querríamos. El libro te aguarda, te recoge, es un sitio para estar”.
Las negritas son mías.
Últimamente reflexiono sobre la ficción, ya que durante muchos años fue mi tabla de salvación.
En la película Genius, el personaje de Max dice en una escena: nuestros ancestros se ponían a contar historias alrededor del fuego para “olvidar” el miedo a los aullidos de los lobos.
El año pasado vi la película El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares de Tim Burton, basada en la serie de novelas de Ransom Riggs… que no he tenido el placer de leer.
Sin entrar muy a fondo en el argumento, el joven protagonista salta de la realidad que conocemos, a “otra” y se le acaba por plantear el dilema de en cuál de las dos quedarse.
Me hizo recordar que de pequeña y, durante muchos años, estuve pegada a la lectura: era un auténtico refugio. Devoraba libros y me sumergía en atmósferas para mí trepidantes.
La ficción en parte me salvó la vida. Sin embargo, cuando volvía de aquella “otra” realidad, llena de aventuras, personajes que se reconocían y se apoyaban, monstruos, brujas y otros descubrimientos, me encontraba con la decepcionante, gris, aburrida vida en el planeta Tierra. Lo vivía así.
Comprendí al instante el dilema en el que se debate el protagonista de Miss Peregrine: ¿ésta o aquella realidad?
De pequeña, deseaba quedarme en aquella otra, por más extraña que pareciera y a pesar de los peligros evidentes (fieras, monstruos, peligros…). No tuve la oportunidad de escoger, como le ocurre al protagonista de Miss Peregrine.
Bueno: confieso que como adulta probablemente también escogería la otra realidad.
La ficción en parte me salvó y en parte me condenó. ¿A qué? A estar en desacuerdo, peleada y a disgusto con el lugar donde pasaba la mayor parte del tiempo: aquí. Evidentemente lo que más me disgustaba eran las personas que había a mi alrededor, la mayoría adultos, a los que no entendía y con los que tenía la impresión de que tampoco me sabía comunicar como tocaba.
Cómo tenía que hacer las cosas, cómo debía comportarme para ser aceptada, fue un doloroso rompecabezas que nunca supe resolver. Siempre me sentía haciendo equilibrios.
Cuando decidí comenzar un proceso terapéutico, empecé a aprender a aceptar. Es, considero, la tarea más compleja: aceptar la realidad “decepcionante, gris y aburrida”. O mejor dicho, a aceptar que las situaciones y las personas son como son, como necesitan ser, no como a mí me gustaría que fueran.
Desde el ego, consideramos que las cosas deberían ser como nosotros creemos, como si tuvieran que contentarnos a nosotros. Olvidamos que los demás también tienen sus egos y sus creencias de cómo debería ser lo que sea.
Como me dijo alguien una vez dejándome pensativa, se trata de qué puedo hacer yo para que la experiencia en esta realidad sea menos decepcionante, gris y aburrida.
¿Por qué espero que sean los otros quienes lo hagan entretenido y mejor?
Agradecimientos: A NomNam por el naming de la sección
Imagen de Pixabay.
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.