Fui al concurso Miss Rusia Barcelona 2015

Como a mucha gente, nunca he tenido mucho interés por los concursos de belleza. Igual que las películas de Alfredo Landa, por mucho que me puedan hacer gracia, no hay quien quite que son un legado de un pasado que nadie echa de menos. Sin embargo, el otro día me enteré de la existencia de un concurso de belleza organizado por y para la comunidad rusa de la ciudad que me parecía bastante curioso. Con la promesa de cava gratis con la entrada, decidí guardar mis prejuicios y asistir a la 3ª edición del  concurso anual de Miss Rusia Barcelona. Puede que no saliera cambiado del asunto, pero por lo menos sería un espectáculo garantizado.

Tras navegar por un nube de chicas fumando en tacones, consigo entrar en la sala. Encima del escenario, un grupo está tocando versiones de Red Hot Chili Peppers, y no hay más remedio que ir directamente a por el cava ‘gratis’. En el bar empiezo a hablar con Tania, una veinteañera morena esculpida a la perfección que está trabajando en la puerta. Originalmente del oeste de la federación Rusa, ‘muy cerca de Ukrania’, Tania solo lleva unos meses en España. Me cuenta que los concursos de belleza son muy populares en su país, y para mucha gente celebrarlo aquí es una manera de conectar con ‘sus tradiciones’. Sin embargo me dice que nunca ha querido formar parte de un concurso. “De todas formas, no doy la talla” me dice. Yo la miro, incrédulo, y pido otra copa.

Una vez la banda ha acabado de tocar, dos presentadores suben al escenario. Una es rusa, el otro argentino y su discurso está lleno de chistes malos y insinuaciones típicas de la tele rusa (y argentina supongo). Siendo sincero es bastante aburrido, y como que están acabando las copas gratis, me fijo en el público: una mezcla de chicas solteras, hombres en traje y los familiares de las concursantes. Y mientras todo el mundo está muy arreglado, el ambiente es relajado -  Una mesa de señoritos españoles al lado del escenario es lo único que irrumpe en el aplauso respetuoso y plano entre acto y acto. Por fin, sobre las diez de la noche el telón se abre para desvelar un tableau vivant de 15 chicas vestidas de blanco. Mientras por el PA suena música clásica, cada una desfila, dejándo ver el numero que cuelga de su muñeca antes de abandonar el escenario por una escalera de caracol. Más que la exhibición de carne y dientes que había esperado, parece una escaparate de Pronovias. Y aunque el concepto de juzgar a una mujer por su aspecto sigue siendo machista, el espectáculo en sí es bastante sobrio.

Las próximas dos horas del concurso transcurren siguiendo la misma fórmula: una ronda temática, seguida por una ‘actuación’ hasta que solo quedan 5 chicas en el escenario. Mientras nadie puede dejar de observar la energía y profesionalidad de lo que está transcurriendo en el escenario, realmente me parece más interesante el público. En las pausas me dedico a andar por la sala con la cámara. Y por primera vez como periodista, la gente no se asusta al verla, si no todo el contrario.

“Sácame reclinada” Una chica rubia con un vestido que no deja nada a la imaginación me dice “Quiero que salgan mis piernas” antes de reñirme por no tener un equipo profesional. Está claro que esta gente se toma el aspecto físico muy en serio. “Quizás hay algo del período soviético que influye” me dice la organizadora del evento Verónica Lir por Whatsapp al día siguiente. “La mentalidad de ganar a todo el mundo.” En la belleza incluido. Verónica, que empezó el concurso hace tres años con la esperanza de hacer algo ‘grande e interesante’, cuenta que aunque entiende que se pueda percibir como sexista, también hay demanda. “Yo vivo en España y puedo entender las dos opiniones” me dice. “Pero mientras la gente le guste, porqué no hacerlo funcionar, mostrando los lados buenos de toda esta historia?”

Con la ronda de ‘entrevistas’ terminada (y la respuesta sobre ‘paz en el mundo’ obligatoria incluida), las últimas cinco chicas desfilan en el escenario. Y mientras se reparten flores, fajas, y premios (entre ellos books de agencia y viajes en yate) aclaro mis pensamientos sobre Miss Rusia Barcelona. Por un lado la popularidad de un formato tan anticuado, se podía leer como sintomático de la gira general a la derecha de la Rusia de Putin. Por el otro, hay una fuerte corriente libertario y capitalista en todo lo que he visto, con la mayoría de los impulsores, y beneficiarios siendo mujeres. Vale, me cuesta ver la ronda de bañadores sin sentir vergüenza ajena, pero aquí, nadie está pidiendo permiso, ni disculpa. Como dice Verónica. “Yo, como muchas de las chicas no tengo padres ricos ni marido rico. Y este concurso nos da la sensación de estar tocando un mundo bonito.”