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A menudo confundimos la genialidad con la excentricidad, la pompa o el exotismo. Sucede mucho en el arte, en la música y también en el complejo y caprichoso mundo de la moda. Mil y una veces hemos visto sobre las pasarelas colecciones imposibles e “imponibles” que el front-row aplaude a rabiar porque, como en el cuento del Emperador, nadie se atreve a decirle al diseñador que es un iluminado, en el peor sentido de la palabra.
Alber Elbaz, diseñador de Lanvin desde 2001, nos demuestra colección tras colección que la sencillez y el sentido común también son caminos que conducen a la excelencia. Que una cosa es el talento y otra bien distinta la parafernalia con la que algunos se adornan para parecer que lo tienen. Y sobre todo, que se puede ser un genio de la moda siendo un tipo sensato y discreto y sin necesidad de estar todos los días en las revistas montando el número.
Famoso por sus volúmenes, por sus drapeados y por sus creaciones sencillas y “clásicas pero con un twist”, Alber Elbaz es el príncipe que despertó a “la bella durmiente de la moda”, como era conocida Lanvin hasta su llegada. La casa de alta costura más antigua de Francia, fundada en 1889 en París por la sombrerera Jeanne Lanvin, vivía sumida en un letargo que duraba décadas hasta que su nuevo dueño, el magnate taiwanés Shaw-Lan Wang, decidió entregar las riendas del negocio a Elbaz, quien ha devuelto a la marca a las portadas y a los armarios de celebrities como Chloë Sevigny, Diane Kruger, Natalie Portman o Sofía Coppola.
Alber Elbaz, que aprendió el oficio en Nueva York a las órdenes de Geoffrey Beeney perfeccionó su estilo en Yves Saint Laurent, donde trabajó como director creativo hasta que fue sustituido por el más mediático Tom Ford, resume su estilo con una de aquellas frases que deberían estar esculpidas en las entradas de todas las escuelas de diseño: “Si no es comestible no es comida, y si no es ponible no es moda. La ropa debe ajustarse a las mujeres que la usan y no al revés”.
Además de sus colecciones para mujer, de corte clásico y sin apenas cabida para las extravagancias, en el haber de Alber Elbaz también se contabiliza la renovación de los envoltorios, que se han convertido en uno de los iconos de la marca francesa. Las nuevas bolsas y cajas de zapatos recuperan el “azul Lanvin”, un celeste claro que Jeanne Lanvin creó a partir de un fresco de Fra Angelico. La genialidad también se demuestra en el cuidado de los pequeños detalles.
A pesar de su imagen regordeta y de sus inseparables gafas de pasta negra, Alber Elbaz pasará a la historia de la moda como el príncipe que despertó a la bella durmiente.
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Imágenes de la nueva colección Otoño/Invierno 2011-12 de Lanvin, disponible en:
Santa Eulalia
Passeig de Gràcia, 93
08008 Barcelona
+34 932 150 674
www.santaeulalia.com
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