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Rebecca Gallagher, una joven de 25 años de Gales (Reino Unido) encontró un mensaje de denuncia oculto en el interior de un vestido de la multinacional Primark.
Cosido a una etiqueta interior de la prenda, un colorido vestido que la joven compró por 12,5€, se podía leer el mensaje de auxilio: “Obligados a trabajar horas agotadoras”.
Gallagher, ante el miedo de pensar que su vestido de verano podía ser fruto de la explotación laboral en un taller clandestino de la multinacional, aseguró que jamás se lo pondría.
Tras denunciar el hallazgo al tabloide británico Daily Mail, Primark se puso en contacto con Rebecca Gallagher y lanzó un comunicado anunciando la investigación de los orígenes de la etiqueta, añadiendo: “Nuestro Código de Conducta establece que los suministradores y las fábricas trabajan en buenas condiciones laborales y que las personas que realizan las prendas son tratados decentemente y reciben un salario justo. Inspeccionamos cada fábrica para garantizar el cumplimiento del código y les apoyamos dándoles directrices y formación cuando se identifican algunos temas”.
Aparentemente, desde Primark han sido los primeros sorprendidos tras lo sucedido, pero ¿cuál es el verdadero precio del low-cost?
En plena reseción, los únicos que sobreviven son los extremos: lujo vs low-cost.
Por un lado, nos encontramos con una parte de la sociedad que no percibe la crisis como la gran mayoría. Este segmento sigue funcionando e incluso creciendo año tras año en sectores como la joyería, el arte o la alimentación.
En cuanto al otro extremo, los negocios vinculados al ahorro aumentan al recibir una mayor demanda (por parte de las personas que sí han sufrido la fluctuación económica) y porque son negocios basados en los conocimientos técnicos y las habilidades adquiridas en el día a día (no en formación académica).
A diferencia del lujo, que fabrica artesanalmente en su país de origen, los precios “low-cost” obligan a firmas como Primark a producir en países menos desarrollados y con mano de obra barata, sin recursos ni formación. Por este motivo se complica el control de las cadenas de producción. Como consecuencia de ello, las firmas low-cost se enfrentan constantemente a polémicas sobre la procedencia de sus productos.
Recientemente, Primark también se vio involucrada en el fatídico accidente de Rana Plaza en Bangladesh, donde murieron 1.129 trabajadores en el derrumbe de una fábrica de esta y otras multinacionales.
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