R t V f F I

Invierno en el Paseo

Bienvenido enero. Y es que diciembre, no es ni noviembre, ni enero, es diciembre. De esto me di cuenta años atrás y justo éste es uno de los grandes inconvenientes del Paseo: si puedes, en diciembre, lárgate.¿Por qué?

Categoría: Revista | 19 enero, 2012
Redacción: Artemisa Canals

Diciembre es el mes de la humedad, de la lluvia y del frío, un cúmulo de circunstancias que se convierten en despropósitos cuando uno vive en una casa no apta para la humedad, la lluvia ni el frío:  techos de tres metros, ventanas de madera, cristales de 1910, una calefacción que por tradición no se enciende hasta enero y una chimenea que ni el novio de Mary Poppins desatasca, hacen de vivir en el Paseo una tortura. Puedo asegurados que durante este mes es habitual tener más frío dentro que fuera de casa.

Es por eso que algunas escenas tales como cenar en el sofá viendo la tele mientras te calientas las manos en la tostadora, trasladar el sillón de leer a la cocina para aprovechar el calor del horno, levantarte a medianoche para cubrir con toallas la cama a modo de manta, salir de la ducha con el Spyder por encima de la toalla y pintarte uñas y labios de colores chillones para disimular un color morado-congelación poco favorecedor suelen ser habituales en la calle más glamourosa de Barcelona.

Y lo peor de todo: esto se vive en la más absoluta discreción porque entre los vecinos existe un pacto de silencio, lo que pasa dentro de estos edificios, queda dentro de los edificios y aquí cada uno se espabila como puede.

Así que, ante este caso de frío extremo, me pareció que lo más lógico y normal que podía hacer era comentarlo con el conserje y él amablemente, previo pago de una propinilla, se aventuró a darme cuatro consejos sobre cómo sobrevivir, a desatascar la chimenea y a quitar el hollín. Hollín, por cierto, palabra que siempre me había hecho gracia, hasta que vi que una vez quitan el hollín, el maldito hollín está por todas partes y que esa palabra no merece ser tan simpática, porque mancha y ensucia durante meses.

Pero bueno, a lo que íbamos, una vez quitado el hollín el señor conserje me dijo que la mejor forma de pasar noviembre era usando la chimenea, pero que como el reparto de leña en Barcelona era bastante escaso, una de dos: o quemaba los libros de mi abuela o me bajaba los miércoles -el día de la chatarra- a buscar la madera sobrante de camas, ventanas o mesas para cortarla y quemarla, y que para eso era necesario comprarme un hacha.

Total, que como a mi siempre me ha gustado tener el pack de todo, fui a Servicio Estación y me compré el kit leñadora urbana, kit que incluye hacha, base para cortar, motosierra, máscara protectora y camisa de cuadros.

Y así fue, me esperé al primer miércoles de mes, bajé a la calle con mi base, mi camisa de cuadros, mi hacha, mi máscara protectora y mi motosierra (batería de litio) nuevas,  y empecé a proceder, y justo cuando estaba ya a punto de terminar con éxito mi primer paquetito de leña, llegaron los Mossos chillando como unos desesperados y me incautaron el hacha, la motosierra, la base y mi paquetito de leña y me detuvieron sin tan siquiera poderme quitar la máscara protectora y explicarles el porqué de todo.

Sin mediar palabra ni poder dar una explicación razonable al caso me vi entre rejas, con mis deportivas sin cordones y tomando un Nespresso Vivalto (me dejaron elegir) en el calabozo de la comisaría, donde al cabo de poco y por suerte llegaron un par de caras conocidas, mi vecino del ático y el francés del segundo quienes me contaron que siguiendo los consejos del también muy estimado conserje, habían decidido pasar el frío organizando una pequeña fiestecita con unos amigos y unas chicas por él recomendadas, y al parecer, resultó que las señoritas eran tan extremadamente jóvenes e iban tan borrachas que alertaron a algunos transeúntes que como buenos ciudadanos decidieron llamar a los Mossos y fueron también detenidos…

Por suerte pudimos explicarlo ante el juez y todo quedó en anécdota, pero la noche que pasamos los tres juntos y el bochorno de los hechos nos durará lo suficiente como para no volver a tener frío hasta el año que viene. Y es que el conserje siempre tiene la razón.

Categoría: Revista | 19 enero, 2012
Redacción: Artemisa Canals
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