Los mejores restaurantes exóticos de Barcelona
Un viaje con paradas en Etiopía, Corea, Bolivia, Hungría y Malasia.
“Tiro al plato”: Yakumanka, de aquí a Lima
El templo de Gastón Acurio expande su carta y se consagra como uno de los mejores restaurantes de la ciudad.
Que sí, que Jay-Z y Beyoncé están muy guapos en el Louvre haciendo el panoli, que es mejor ver un Irán-Portugal que hacer algo de provecho, que tu vida es una explosión de molonidad máxima… ¿Y sabes qué? Me da igual. El mundo me importa más bien poco, mientras me ofrezca refugios como Yakumanka. Quien haya ido alguna vez a este restaurante, sabrá perfectamente de lo que hablo: ni Jay-Z disfrazado en un museo, ni un gol de chilena de Cristiano Penaldo pueden compararse la cocina peruana de este santuario. La vida SÍ es esto.
Me había hablado tan bien tanta gente del restaurante de Gastón Acurio, el único del prestigioso chef peruano en España, que empecé a oír voces cada vez que ponía la televisión en un canal muerto: “Yakumankaaa, Yakumankaaa”. Había que ir. Tuve la ocasión de probar la cocina de Acurio en el Banker’s Bar del Mandarin Oriental hace un tiempo, y todavía recuerdo el cebiche de atún con pupilas vidriosas. Pienso que voy con la lección aprendida, pero la lección aprendida se va a tomar viento fresco cuando el cebiche apaltado (con pulpo a la brasa, pesca del día, aguacate y todo lo que hay que pedirle a un cebiche superior) aterriza en la barra.
Tienes que estar pasando el peor momento de tu trayectoria vital para no sentirte a gusto en Yakumanka. Es un espacio luminoso, marinero, informal y fresco; con una barra señorial que te enfrenta cara a cara con el género recién llegado y las conchas nacaradas de las ostras. Mientras observo el local, remojo el gaznate con con un trago de pisco con albahaca, rejuvenecedor, helado y deliciosamente traicionero: con un par en el cuerpo te creerás que bailas como Bruno Mars y es muy posible que tengas la necesidad de compartirlo con el resto de clientes. Por el bien todos: con uno basta.
En Yakumanka, que acaba de ampliar la carta y abrir terraza, te percatas de la cantidad obscena de morralla que has engullido y fotografiado pensando que estabas ante un cebiche de verdad. Se encargan de abrirme los ojos el magnífico chef César Bellido y su equipo. Cuando te llevas la primera cucharada del apaltado al buzón, te introduces en una espiral mareante de frescor, acidez, texturas y sabores. El pulpo, el pescado, la cebolla, los granos de choclo, el picante…, te acabas perdiendo en una ración generosísima que no da tregua a la cuchara. Colosal.
Sigo con un bao de raya frita, salsa hoisin de ajíes y vegetales encurtidos; un bocado tan maravilloso que por un segundo tengo la tentación de pedirle otro al camarero, rollo low profile, susurrando, como si estuviera comprando una onza de hierba en una esquina. Pero me contengo, porque es el momento de un tiradito antológico, con pesca del día y emulsión cebichera de vieiras con rocoto. Llevo rato pensando en las carnes, sin duda las actrices secundarias de esta peli, y me termina pudiendo la curiosidad: sí rotundo a la entraña de ternera con yuca y chimichurri de ajíes, estos no bajan la guardia ni en los platos que supuestamente no son especialidad de la casa. Después de la entraña, estoy a punto de espicharla por infarto estomacal, pero saco fuerzas de flaqueza y devoro un bizcocho con tres leches que me obliga a arrastrarme como una babosa hasta la salida.
Qué locura de restaurante. Nunca he estado en Perú, pero me dice un amigo peruano que la comida de Yakumanka es la que te encontrarías en una buena cebichería limeña. Este restaurante es la leche (de tigre): el vuelo transoceánico más barato que he hecho en mi vida.
Yakumanka. València, 207. (Eixample)
T.: 93 566 15 48.
Precio: 35-40 €
