R t V f F I
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Champagne Boizel

Una familia, cinco generaciones. Nos sumergimos en la singularidad de Boizel, un champagne que genera auténtica fidelidad en los bebedores.

Categoría: Gastronomia | 16 enero, 2015
Redacción: Isabel Chuecos-Ruiz

Un champagne es una intuición, al menos para mí. Pero desconocemos que el champagne es un mundo complejo y a veces desconcertante, imposible de rastrear en todas direcciones. Yo, intento acercaros mínimamente a algunos de los que yo considero nombres relevantes.

En el número 46 de la Avenue de Champagne en Épernay se encuentra la Maison Boizel. Durante los ajetreados días de mi último viaje a la Champagne tuve la suerte de disfrutar de una cata privada con Florent Roques-Boizel, hijo de los actuales propietarios, quién con su carácter afable me supo trasmitir la recepción y transmisión de un patrimonio que ha ido pasando, desde 1934, por cinco generaciones. Por supuesto el esfuerzo y la meticulosidad han construido esta gran casa llevándola a la ‘Champions League’ de los mejores champagnes en el mundo.

La Maison Boizel posee viñedos propios de Grand Cru y Premier Cru en las diferentes zonas de la Champagne: en la Côte des Blancs, con Chardonnay en: (Avize, Chouilly, Oger, Vertus…), en la Montagne de Reims, tierra de grandes Pinot Noirs en: (Aÿ, Mareuil-sur-Aÿ, Tauxières, Mailly-Champagne…), en la Vallée de la Marne con la máxima expresión de la Pinot Meunier en: (Venteuil, Passy-Grigny, Vendières …) y también los mejores pueblos de Pinot Noir en el Aube en: (Les Riceys). Trabajan practicando una viticultura sostenible, viñedos plantados en laderas pobres, suelos de la famosa craie (tiza), expuestos a un clima con alternancia de influencias oceánica y continental, pero que producen uvas de gran calidad y un potencial aromático que permiten elaborar los mejores champagnes.

Boizel busca la excelencia, por ello cada pueblo y cada variedad de uva se elaboran por separado en esa búsqueda de preservar la autenticidad del lugar. Una pequeña selección de los mostos de algunos vinos excepcionales se vinifican en barrica, con el fin de perfeccionar su carácter. Hacen fermentación maloláctica que se lleva a cabo durante noviembre (se trata de la conversión  natural en la que el ácido málico, uno de los numerosos ácidos presentes en el vino, que se convierte en ácido láctico), los vinos a continuación tienen una textura más redondeada y desarrollarán notas de brioche y panadería. Las catas de los vinos base, llamados ‘vins clairs’ comienzan en el medio del invierno, y en ella participan todos los miembros de la familia Boizel acompañados por el Chef de cave. En esta etapa, los vinos muestran una acidez formidable y las notas florales y afrutadas, típicas de los vinos de muy corta edad. El ensamblaje, es decir las proporciones de cada mezcla, se determinan al comienzo de la primavera, fecha en la que se mezcla la añada recogida, con vinos de las dos cosechas anteriores, que se utilizan para enriquecer las mezclas de los Champagnes sin añada. El reto es encontrar el equilibrio que permita la mejor expresión posible de las cualidades de cada vino.

El champagne es un vino que requiere mucho tiempo para desarrollar su potencial buscando siempre frescura y delicadeza. Por ello es importante dar a cada etapa del proceso de elaboración el tiempo necesario para la evolución natural. Las reglas de la Denominación requieren quince meses, pero dado que cada vino requiere un tiempo distinto de crianza dependiendo de su estructura, Boizel respetando sus propias tradiciones, mantienen los vinos durante al menos tres o cuatro años en la cava antes de que sean enviados al consumidor final. Y más de cinco años para los Millésimés.

Y en las profundidades de las cavas, el “Tesoro” familiar, una puerta trampa a la memoria que te arrastra a la nostalgia y te separa las cinco generaciones. Una llave permite cruzar el umbral donde se guardan las mejores botellas de añadas significativas. Recuerdo aquel brevísimo instante ante la puerta del tesoro, momento en que Florent Roques-Boizel abre con su llave mágica, metáfora que lleva implícita la expresión de lo pasado y lo presente.

Ante Boizel me aparece la idea de un espacio con champagnes ricos en diferencias: Brut Réserve, Rosé, Blanc de Blancs, Grand Vintage 2004, Blanc de Noirs, Ultime, Tendre Réserve, y las joyas de la casa: Joyau de France Brut 2000 (65% Pinot Noir, 35% Chardonnay, Dosage 6gr/l), Joyau de Chardonnay 1989 (100% Chardonnay) y Cuvée sous bois 2000 (50% Pinot Noir, 40% Chardonnay, 10% Meunier, Dosage 5 gr/l). La singularidad de Boizel confirma todas mis expectativas. Pocos champagnes generan auténtica fidelidad en los bebedores, pero hay en Boizel un juego estimulante de aromas de una complejidad, que te envuelve. Su elegancia permite hablar de un estilo sutil y exquisito, preciso y brillante.

Categoría: Gastronomia | 16 enero, 2015
Redacción: Isabel Chuecos-Ruiz
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