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Visiones, temores y retos para una utopía musical

Palpamos el estado de la cuestión musical con Alberto Guijarro (Primavera Sound), Ramon Ponsatí (Bankrobber), Dani Cantó (Snap! Snap! Club), beGun y Rafa Pinypon (El Genio Equivocado).

Categoría: Cultura | 17 septiembre, 2020
Redacción: Álvaro García Montoliu

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Sin ánimo de empezar a jugar el juego del ‘yo más’, desde aquí se nos ocurren pocas industrias más perjudicadas por la crisis del COVID-19 que la musical. Hasta marzo, la música seguía dependiendo enormemente de los ingresos en giras, resistiéndose aún a encontrar la fórmula milagrosa de sacar un provecho significativo de las reproducciones en plataformas de streaming. Pero llegó el maldito virus y todo saltó por los aires. Los conciertos (y ya no digamos festivales) se convirtieron, durante meses, en materialmente imposibles. Y, pese a que muchos nos encontramos con más tiempo libre, no es que el tráfico se canalizase hacia Spotify, Apple Music et al, sino todo lo contrario: algunas de estas empresas vieron caídas importantes en su tráfico. Nuestras prioridades y preocupaciones dieron un vuelco y, durante un tiempo, nos preocupaba más salir a hacer la compra sin contagiarse que descubrir las últimas novedades musicales.

Si nos hubiesen preguntado en marzo, probablemente muchos hubiésemos pensado que cosas como el vigésimo aniversario del Primavera Sound, originalmente programado para el primer fin de semana de junio, estaban fuera de todo peligro. Con el paso de los días y de las prórrogas del estado de alarma, y anunciado su aplazamiento a finales de agosto, ya no era cuestión de escepticismo sino de realismo imaginar que un PS en condiciones normales era poco menos que una utopía. Y así se acabó demostrando.

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“Desde el inicio de todo esto se siente mucha impotencia. Hay una incertidumbre que te obliga a tener una flexibilidad y capacidad económica para adaptarse constantemente a las decisiones. Llega un punto en que que ya se hace casi imposible de sobrellevarlo como empresa. Éramos conscientes de que podía haber marchas adelante y atrás, pero quizá esperábamos unos mensajes más claros”, me cuenta Alberto Guijarro, codirector de Primavera Sound, el fin de semana después de que la Generalitat ordenase el cierre de espacios sobradamente seguros como el ciclo de conciertos Nits del Fòrum. Días después, afortunadamente, rectificaron y cabe congratularse que por ahí hayan pasado artistas como Manel, Kiko Veneno, Los Punsetes, Ferran Palau, Mala Rodríguez o Hinds. Una suerte que no han tenido otras empresas, proyectos y bandas más pequeñas.

A las pocas horas de encerrarnos en casa en aquel lejano marzo, conocíamos la noticia de la creación express de Cuarentena Fest, un festival que, como describe su propio coorganizador, el veterano promotor barcelonés Dani Cantó, era “joven, igualitario y en total paridad”. El evento contó con bandas independientes como Confeti de Odio, Caliza, PAVVLA, El Petit de Cal Eril y Marcelo Criminal con la máxima (exitosa) de que la música no parase. Cantó, con todo, asegura que vivieron una burbuja. “Nos hizo creer que el siguiente paso sería una respuesta igual. Que la independencia sobreviviría, que los valores y principios de la gente que ama la música se impondrían a aquellos que, como toda industria, están aquí solo por el dinero. Que correrían con sus billetes en los bolsillos, pero que nos dejarían por fin la posibilidad de reconstruir la industria (o lo que sea que queramos llamar) en nuestros términos. Pero no fue así, lo grandes ocuparon los espacios de los medianos, los medianos expulsaron a los pequeños en nombre de la supervivencia y ahora parece que los pequeños corren el riesgo de ser una nueva “generación perdida”.

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Para ayudar a entender esta idea traza un paralelismo entre la anterior crisis, la de 2008 a 2011, y la de ahora. Antes, dice, había la posibilidad de tocar, aunque no se ganara dinero, si eras una banda local. “Hoy en día con la debilidad de festivales, salas y grandes actores del panorama empieza a verse que los artista noveles van a tener que ingeniárselas para poder sacar la cabeza. Y me cueste el esfuerzo que me cueste voy a estar ahí para ayudarles”.

El productor y DJ barcelonés beGun, no sin cierto esfuerzo, ya se ha labrado un nombre en la escena local e internacional, pero está sufriendo esta crisis como el que más. Además, se muestra bastante reacio a pensar que modelos como los conciertos en streaming, que tanto han proliferado en este 2020, se vayan a implantar de ahora en adelante como una realidad. “A mí particularmente no me gusta y sinceramente aborrecí muy rápidamente ese formato de DJ pinchando desde el sofá de casa o ese grupo de amigos tocando la guitarra en una terraza. Puedo entender que durante el confinamiento no había otra alternativa y seguramente han surgido proyectos y propuestas interesantes. De hecho, yo mismo estuve trabajando en un modelo de streaming vía croma tratando de aportar un cierto valor añadido en el aspecto visual, pero aun así nada va a poder sustituir la música en vivo. Ese contacto en carne y hueso con el músico o banda que has estado escuchando en casa durante meses no se vive igual desde una pantalla”.

Quizá por eso han funcionado modelos como Nits del Fòrum que se han acercado lo máximo posible a la experiencia real (mascarillas, mesas y distancia social al margen). “La gente que me he encontrado en el Fòrum me decía: ‘primer concierto en cuatro o cinco meses y tengo los pelos de punta’. Hay gente que es muy musiquera, que tiene ganas de estar ahí”, cuenta Guijarro. Es una respuesta idéntica a la que se han encontrado en Primavera Sound, que agotó abonos y entradas en cuestión de horas nada más confirmarse su definitivo aplazamiento a 2021. Algo que denota primero un espíritu solidario con las iniciativas culturales y, segundo, unas ganas de enormes de olvidarse de este terrorífico año y de volver cuanto antes a la vieja normalidad.

Primavera Sound con casi total seguridad sobrevivirá a todo esto, pero Guijarro cree que muchos festivales europeos no podrán subsistir. Ocurrirá algo así como el estallido de la burbuja festivalera que no pocos preveían. “Pensemos que los festivales tienen tres días para  recaudar lo suficiente como para mantener a toda una empresa durante un año. Hay empresas que ahora lo están pasando mal porque han cerrado tres meses, pero es como si hubiesen cerrado los festivales doce meses. Toda la recaudación de esos tres días perjudica tu infraestructura. Quien no tenga el dinero o haya podido acceder a créditos para subsistir este año y pensar que en 2021 sí que va a haber festival, que esperemos que así sea, se va a quedar por el camino”.

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Aunque desde hace unas semanas han recuperado una cierta normalidad, en el pico del confinamiento las tiendas de discos sufrieron como las que más. La que el sello indie El Genio Equivocado abrió hace un par de años en el barrio de Gràcia, ha sobrevivido a las penurias, y quizá mucho de ello se debe al espíritu solidario que apuntábamos más arriba. “Al cabo de un mes del confinamiento la UFI y APECAT hicieron campañas para salvar las tiendas de discos. Empezaron a llegar pedidos de clientes que nos decían que podíamos enviar el paquete cuando la cosa estuviese más calmada. Eso nos hizo ver la luz, ver que la gente tenía en mente la tienda de discos. Cuando empezamos a abrir con cita previa en la fase 0.5 de la desescalada tuvimos una muy buena respuesta. Venían a recoger pedidos y comprar otras cosas. La gente venía con muchas ganas a buscar entre las cubetas”, me explica Rafa Pinypon.

Campañas ha habido unas cuentas, pero ayudas en bloque al sector no tantas. “Las ayudas que se han planteado en confinamiento son meros parches para una industria que no se supo apoyar en su momento o que, cuando lo fue, apoyó a unos pocos”, opina Cantó. “Las crisis demuestran los fallos estructurales de aquellos agentes que participan de los sectores afectados y si han caído es porque las ayudas o no estuvieron bien planteadas o no fueron lo suficiente bien encaminadas”. Y es que cree que si hubiéramos tenido un sector fuerte no habría sido tan duro el golpe. “Ahora no es que estemos en el subsuelo, es que directamente nos estamos arrastrando”, sentencia. “Pensar en ayudas en tiempos de crisis es tremendamente cortoplacista y solo acalla las cuatro bocas de siempre, pero si miro a mi alrededor a nadie le ha salvado, en la música, la vida ni le ha asegurado un futuro más claro. Es momento de trabajar en un plan a largo plazo para cuando salgamos de esta, o caeremos con la siguiente crisis, y con la siguiente y con la siguiente”.

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Pese a caracterizarse siempre por no morderse la lengua, por mostrar una actitud escéptica ante la realidad que nos rodea (y que así siga por mucho tiempo), beGun dice romper una lanzar en favor de la SGAE pese a sus malas experiencias en el pasado. “Han hecho un esfuerzo económico importante por intentar paliar el impacto que ha tenido la cancelación generalizada de actuaciones a nivel nacional. Quizás si lo comparamos con otros países de nuestro entorno, estamos todavía a años luz en lo que se refiere a la posición que tiene el sector cultural en la escala de valores políticos y sociales, pero eso no quita que se haya movido ficha y se hayan dedicado recursos, algo que yo particularmente no esperaba”. Lo mismo puede decir del gobierno. “El enfoque esta vez ha sido muy diferente al de la crisis del 2008, en la que se priorizó salvar a la banca antes que a las personas, me da la sensación de que hemos aprendido la lección y ojalá no tenga que arrepentirme de haber dicho esto al cabo de un tiempo, cruzo los dedos”.

Quizá una de las palabras que más escucho en todas estas entrevistas es ‘incertidumbre’. También ‘miedo’. No falla en las respuestas que me da Ramón Ponsatí, cofundador del legendario sello barcelonés Bankrobber. “Hemos podido recuperar en julio algunos conciertos en pequeños formatos de 300 o 400 personas,  pero con los rebrotes actuales se instaura la incertidumbre, y de cara a otoño parece que se va a agravar. Las salas de conciertos no tienen garantizada su continuidad y ante este panorama veo muy difícil de momento que se normalice la música en vivo”.

Bankrobber ha aprovechado la oportunidad para aumentar el contenido digital vía streaming y conciertos pregrabados. También de fidelizar el público “a través de acciones más personales y directas, como conciertos de público reducido con distancia”  Y, como Cantó, la crisis también le ha ayudado a concluir que el sector en el que lleva toda la vida trabajando era precario. “Con esta pandemia será mucho más complicado tirar adelante”. Sobre todo en una ciudad como Barcelona cuyos grandes festivales -Primavera Sound, Sónar- aportan internacionalidad musical. “Pero durante todo el año falta potenciar el tejido de conciertos en salas. Ahora mismo faltan salas de conciertos de aforo medio para potenciar las bandas locales”.

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¿Hemos aprendido alguna lección de todo esto? ¿Se puede sacar algo en positivo de la pandemia? ¿Cuando veamos la luz al final del túnel, y lo atravesemos, seremos mejores personas? Cantó me da la respuesta perfecta. “No creo que sea el confinamiento el que nos tuviera que enseñar una lección. Creo que la mayoría de nosotros teníamos claro que muchas cosas en las que nos apoyábamos, muchas veces por inercia, eran muy frágiles y quizás en este momento de pausa y debilidad, en el que la carrera se detuvo, lo hemos podido ver con claridad. Pero esas lecciones siempre estuvieron ahí: que lo que nos rodea es débil y precario, que no disfrutamos de las cosas ya en su totalidad y que las estructuras, hechas para mantenernos, en realidad siempre se aprovecharon de nosotros y pueden dejarnos tirados en cualquier momento. Me ha hecho valorar mucho más el sentido de comunidad y de lazos humanos que vayan más allá de lo que la sociedad dice que nos construye como persona: posesiones, trabajo, aspecto, etc… En nuestra forma etérea hemos sido más nosotros y hemos compartido un sufrimiento, el del otro”.

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Redacción: Álvaro García Montoliu
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