El estrés laboral y las obligaciones domésticas nos pasan factura a todos. Incluso un hombre de acero se siente a veces oxidado.
Categoría: Cultura | 12 julio, 2013
Redacción: Jaime Barber
Es casi medianoche en Metrópolis. El aire acondicionado de las oficinas del Daily Planet lleva tiempo desconectado, lo que convierte éstas en las horas extra más húmedas y calurosas en la carrera de Clark Kent. El trabajo en el diario se acumula desde que el grupo editorial llevó a cabo un expediente de regulación de empleo y ni siquiera Clark da abasto: trabaja por dos y supervisa la labor de docenas de becarios sin sueldo ni experiencia. Para la prensa en papel todo son malas noticias: el número de lectores disminuye cada año mientras los soportes digitales transforman el sector pero los propietarios de los medios tradicionales se resisten a un cambio de modelo. Quizá sea hora de abandonar el Planet, pero esta noche el diligente Clark Kent sigue cumpliendo con sus obligaciones.
En realidad no tiene nada mejor que hacer: ninguna raza alienígena amenaza con destruir el mundo y Lois está en Estambul cubriendo las manifestaciones contra el primer ministro. En ese momento recibe un WhatsApp. “¿No es éste un trabajo para Superman?”, pregunta ella desde la plaza Taksim. Él está cansado de repetírselo: Superman no puede intervenir a su antojo en los asuntos de un Estado soberano. Bastante tiene con ocuparse de Lex Luthor. Precisamente Luthor es el protagonista del editorial que mantiene a Clark en la oficina: esta misma tarde se ha emitido el veredicto del Caso LexCorp, una trama de corrupción que implicaba a miembros del ayuntamiento en tratos de favor a la empresa propiedad de Luthor a cambio de financiación ilegal del partido. Tanto Luthor como los políticos implicados en el caso han sido declarados inocentes. Clark se pregunta si cuando Superman dice defender la justicia se refiere a esta justicia parcial y corrupta. Se siente frustrado, impotente, un superhéroe de capa caída. ¿De qué sirve detener a maníacos como Brainiac o el General Zod si políticos, banqueros y multinacionales siguen aplastando al ciudadano de a pie?
Otro WhatsApp de Lois: “¡Las calles están en llamas! ¡Qué reportaje!”. Siempre ha sido una adicta al trabajo, pero ahora Clark se pregunta si no lo utiliza como excusa para mantenerse alejada de él. Ha estado distante desde que le planteó la posibilidad de tener hijos. Ella no entiende lo importante que es para él perpetuar su estirpe tratándose del último hijo de Krypton, pero no puede culparla: el Dr. Quintum ya le advirtió sobre las dificultades para que un útero humano convencional pueda alojar el hijo de un súper hombre. Últimamente medita sobre la posibilidad de buscar un vientre de alquiler, pero no cree que Wonder Woman o Power Girl estén dispuestas a colaborar.
Clark se quita las gafas y se frota los ojos irritados. Demasiadas preocupaciones, piensa. Aunque es más rápido que una bala le cuesta demasiado huir de los problemas. En mitad de esta sofocante noche de verano fantasea con huir a la Fortaleza de la Soledad, su refugio en mitad del Ártico donde, por unos días, todas las preocupaciones de su vida queden fuera del alcance de su súper vista. Disfrutará de un aire helado y libre de la polución metropolitana, sin más compañía que la ocasional aparición del holograma de su padre kryptoniano. De pronto, un sonido saca a Clark de su ensoñación: en la otra punta de la ciudad saltan las alarmas de uno de los principales bancos del país, una entidad ahora inmersa en un juicio por falsificación de cuentas y estafa. No, ahora no puede pensar en eso. Simplemente se cambiará y volará como un pájaro o como un avión a cumplir con su obligación. Le guste o no, es un trabajo para Superman, pero Superman necesita unas vacaciones.
Categoría: Cultura | 12 julio, 2013
Redacción: Jaime Barber
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