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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
Rodeados como estamos de esta narrativa del pensamiento mágicopositivo (si hago esto, obtendré tal cosa) y del buen rollo, no está demasiado bien visto sacar a colación ciertos “trapos sucios” como el esfuerzo, el dolor, la tristeza o la decepción.
La decepción se da cuando uno se siente defraudado o desengañado. A medida que una persona va haciendo años, es muy probable que se la haya encontrado en más de una ocasión.
Las expectativas que sobre nuestra vida teníamos de más jóvenes, frecuentemente no se han cumplido o no han salido como esperábamos. Los aires de grandeza de la juventud son a menudo golpeados por las realidades de la existencia. Nos damos cuenta que tal situación no era como pensábamos o como habíamos optado por creer. Creer es un acto de fe ciego. Nos decepcionamos con personas, trabajos, proyectos, amigos, amores, sueños y otras situaciones.
Personalmente, he tenido que visitar este sentimiento en varias ocasiones, y algunas veces me ha acompañado una larga temporada. Imagino que lo continuaré visitando de vez en cuando porque forma parte de nuestra especie. Así que estoy familiarizada con la decepción y cuanto más familiarizada estoy, más peligrosos y letales me parecen estos mensajes naifs del pensamiento mágicopositivo “si quieres de verdad lo conseguirás”, “el universo confabula a tu favor”, “puedes conseguir todo lo que te propongas”y similares. Sobre todo cuando estos mensajes nos penetran y creemos que pasará como decía aquella canción “hago chas y aparezco a tu lado”.
Lo que no dicen estos mensajes de la psicología positiva es que para conseguir lo que deseas, tienes que dedicarle esfuerzo -entre bastante y mucho-, tesón, dedicación, tiempo y algunas meteduras de pata. Quizás así, consigas lo que te propongas. Y a pesar de ello, quizás resulta que no era como esperabas.
Dime cómo de profunda es tu decepción y te diré cuán grande era tu expectativa o ilusión. Como los negativos fotográficos. Curiosamente, es cuando me decepciono que tomo conciencia de cuál era la ilusión que tenía montada. Decepcionarse implica que ahora sí veo como son las cosas. Y normalmente lo que veo no me gusta.
Ante la decepción hay una reacción habitual: rebotarse. Desgraciadamente hay personas que se quedan atrapadas aquí, enfadadas a perpetuidad.
Otras pasan la fase del rebote, aprenden de la situación y se recolocan de una manera diferente. Es aquello tan trillado de lo que no te mata, te hace más fuerte.
Es paradójico que para saber de qué pasta estamos hechos, tenemos que pasar por dificultades. La decepción es una forma de crecer, hacerse adulto y abandonar una manera de mirar infantil. Desafortunadamente, gracias a este imaginario posibilista y ultrapositivo, parece que nos instalamos en esa visión infantil. Así el camino a la frustración está sembrado.
Agradecimientos: A NomNam por el naming de la sección
Imagen de Pixabay.
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.