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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
Fotoperiodista y fotógrafa documental, Maria Contreras Coll (Barcelona, 1991) ha basado gran parte de su trayectoria tratando la crisis de los refugiados y migrantes en Europa, documentando la tragedia en lugares como Melilla, Grecia, Francia, Alemania y Marruecos. Posteriormente, en 2017, se mudó durante un año al Nepal para retratar la lucha de las mujeres contra el estigma menstrual. Este trabajo, centrando en cuestiones de género y cómo las mujeres se desenvuelven en estructuras típicamente patriarcales le ha valido un lugar en las páginas del New York Times, Washington Post y Marie Claire, además de exponer en Dubái, Londres o Barcelona. Además de ser miembro de la Women Photograph and Photographic Social Vision, la autora ha ganado la I Beca Joana Biarnés para Jóvenes Fotoperiodistas con un proyecto sobre la violencia sexual en España. Hablamos con ella.
¿De dónde sacas tu inspiración? ¿Hay otros artistas que hayan inspirado tus fotografías?
Hay infinidad de cosas que me inspiran a la hora de trabajar, siempre variadas y procedentes de distintos ámbitos cómo el cine, el arte, la antropología, y la naturaleza. En el arte clásico siempre me ha inspirado mucho Caravaggio y sus claroscuros. A nivel más contemporáneo, me encanta la manera de trabajar de Sophie Calle. En cuanto referentes dentro del fotoperiodismo, sobre todo al principio, Lynsey Addario y Diego Ibarra han sido mis dos pilares. La simbología poderosa y las luces de Diego, y la fuerza de ir hasta allí dónde la cámara la lleve de Lynsey.
La curiosidad innata, la de decir, “¿pero a ver, y esto, por qué?”, ha sido siempre mi primer motor para salir y preguntar al mundo cosas que hasta entonces no entendía o estaban ocultas para mí.
De Bellas Artes pasaste a hacer un postgrado en Fotoperiodismo. ¿Es en ese momento que te interesas por este ámbito o era una espinita que tenías clavada de hace tiempo?
Hice Bellas Artes porqué meterme en una carrera de fotografía que incluía química, la única disponible en ese entonces en Barcelona, me aterraba – se me dan fatal los números. Siempre he querido comunicar. Recuerdo los domingos cuando era pequeña y mis padres compraban la prensa. Al mirar las revistas y suplementos pensaba que eso era lo que yo quería hacer, que algún día serían mis fotografías las que estarían en esas páginas.
La fotografía siempre ha estado en mí. Me he acercado al mundo a través de un visor y ha sido mi canal de expresión. Aún recuerdo perfectamente, cuando tenía unos 14 años, bajar a mi calle a fotografiar los coches que pasaban por allí. Mis ojos no lo veían, pero mi cámara era capaz de captar un rastro de luz roja que dejaban los vehículos. Aún creo en esa luz. La fotografía nos regala poder ver cosas que hasta entonces han permanecido ocultas y que a veces pasamos por alto en nuestro día a día.
¿Qué preparación hay detrás de algunas de tus fotos más celebradas?
Muchísima. Tantos meses de investigar, preguntar, acercarme desde distintos ángulos a una misma problemática. Disfrutando, trabajando mucho, mirando de frente a mis propias dudas y queriéndolas. Tantas esperas y e-mails y llamadas sin respuesta, y tantas mañanas con luces quemadas y con fotografías malas, ¡malísimas!.
Se habla muy poco de la importancia del fracaso, de los muchísimos intentos que hacen falta para poder progresar en esta profesión y de lo lindo que es aprender de ellos. Se habla de metas, pero no del bonito aprendizaje en los procesos para llegar a conclusiones y proyectos mínimamente encaminados y cerrados. Tampoco se habla de la importancia crucial del esfuerzo y la perseverancia. Para mi, también es muy importante el escuchar a los demás, sean expertos/as o mis vecinos/as, y estar abierta a aprender sobre problemáticas concretas y concepciones erróneas que pueda tener en mí, siempre con una mente atenta de niña.
No creo que ninguna buena fotografía sea producto de la suerte. Creo que son producto del esfuerzo, del trabajo, y del querer ir más allá para contar una situación de una manera distinta y bien investigada, con respeto, curiosidad y humanidad.
¿Qué historia quieres contar con ellas?
Depende de la persona, la situación, y el proyecto. Sea quien sea quien tenga delante, intento conectar con algún aspecto de esa persona, para después poderlo transmitir. Busco siempre la cercanía y la intimidad.
¿Cómo fue tu experiencia en Nepal? ¿Qué aprendiste del viaje?
En Nepal no viajé de manera puntual, viví un año allí con intención de poder entender la situación que estaba investigando. Nepal me hace sentir cómo en casa, y algunos de sus lugares son los más especiales en los que he estado en mi vida, y los guardo muy cerca de mi corazón.
Para ti, ¿cuál es la función del fotoperiodismo? ¿Es algo meramente informativo, o crees que su poder es mucho mayor? ¿De qué manera lo compararías y diferenciarías con la palabra escrita?
Creo que el fotoperiodismo y la fotografía documental, cada vez más, tienen el poder de acercarnos a problemáticas vistas desde perspectivas que no conocíamos hasta entonces. La fotografía documental tiene el poder de transgredir la manera en cómo entendemos, vivimos y experimentamos el mundo desde una manera íntima y directa, a veces hasta casi presencial. Se está transformando la manera en cómo el mundo se ha representado hasta ahora, y es cambiante, con muchas capas que aún quedan por explorar. La palabra escrita es, por supuesto, muy importante, y una parte esencial que acompaña siempre mis imágenes.
¿Nos podrías explicar el enfoque que hay detrás de Dilo por su nombre? ¿Qué supone para ti este reconocimiento?
Dilo por su nombre pretende explorar la problemática de la violencia sexual en España desde una perspectiva distinta.
¿Qué dirías que has podido aprender de un referente como Joana Biarnés?
Su honestidad, su frescura, su humanismo. Su curiosidad innata en su manera de ver. Joana es una gran referente, no solamente por su increíble legado fotográfico, sino por la persona que era. Creo que la manera en cómo Joana colgó la cámara nos cuenta mucho de cómo interactuaba con el mundo y de la manera tan sincera en cómo lo hacía. Sintió que la fotografía tipo “paparazzi”, aquella que le pedían, no estaba concorde con su ser, así que colgó aquello que hasta entonces le había hecho feliz y se puso a hacer otra cosa. Considero que no todo el mundo tiene el coraje y la fuerza de mirar bien dentro de ellos mismas/os, entender lo que les mueve de manera honesta, y actuar concorde a eso.
¿Hacia dónde crees que va dirigida tu carrera, es decir, en qué proyectos andas liada actualmente?
Actualmente estoy trabajando, gracias a la I Beca Joana Biarnés, en el proyecto de violencias sexuales en España.
Tu currículum es envidiable para alguien que no ha llegado a la treintena. ¿Cuáles crees que son las claves para triunfar en un mundo tan difícil como este?
Entender qué nos mueve y cuál es nuestra razón íntima para fotografiar es de gran ayuda. Una vez se tiene la certeza, no hay límites. El esfuerzo se vuelve automático una vez se toma consciencia. Lo hacemos no porqué esperamos un imput concreto que viene del exterior, sino para responder a problemáticas que nos preocupan de verdad a un nivel profundo, y con la esperanza de poder aportar algo positivo y útil a este mundo nuestro. Nunca seremos los únicos seres del planeta que se han hecho estas preguntas y han querido responderlas. Si nos ayuda a entender y nos mueve a nosotras/os, seguramente a otras personas también.
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.