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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
¿El tiempo es oro? ¿Ha sido el confinamiento una oportunidad dorada para las mentes creativas? ¿Un momento idóneo para dar rienda suelta a dosis de energía, optimismo y ganas de emprender proyectos eternamente pendientes? En el caso del escritor y periodista Víctor Amela, sin lugar a dudas. “Mi creatividad es omnívora: come semillas de soledad y frutas de sociedad, y este confinamiento la ha cosquilleado con la voluptuosidad que brinda saberte dueño de tiempo en abundancia, prorrogable quincenalmente. Un lujo raro, que debiera repetirse cada año durante un trimestre. Planificar lo que haré con mis días me resulta muy sensual, y eso excita mi creatividad”. Puestos a quedarse con una lección de toda esta pesadilla, el barcelonés asegura que se ha dado cuenta, una vez más, de que el tiempo es nuestro tesoro más valioso, dada su escasez y potencial. “¡Ojalá yo haya aprendido a aprovecharlo más y mejor! El confinamiento sí me ha estimulado a comunicarme con mayor fluidez mediante instagram-Live y videoconferencia”.
Porque si algo está claro es que la tecnología, tan demonizada a veces, ha hecho nuestras vidas un poco más fáciles en este confinamiento. ¿Qué hubiese sido de nosotros en medio de una pandemia con módems de 56k? Me cuenta Jaume Ripoll, director editorial y cofundador de Filmin, que todo este periplo nos ha hecho ver que el teletrabajo no es el fin del mundo, sino un aliado muy potente. “Somos 35 personas y llevamos meses trabajando desde casa. No parecía fácil, pero hemos hecho muchos estrenos, muchos festivales. También hemos relanzado la plataforma. Se ha demostrado una complicidad entre todos los agentes, hemos ido juntos. Los distribuidores han aceptado que sus películas se puedan ver en internet antes que en salas de cine, los cines han aceptado que se puedan ver películas como Matthias and Maxime de Xavier Dolan temporalmente en plataformas online y luego en salas… Hay un acto de generosidad brutal por parte de los agentes más afectados por la pandemia”.
Se refiere, por ejemplo, al hecho de que Filmin ha aprovechado la coyuntura para establecer colaboraciones interesantes, como la que les vio unirse a D’A, o más tarde a Atlántida Film Fest, pudiendo mostrar al espectador antes que nadie, y sobre todo antes que en las salas, filmes tan apetecibles para el público indie como Little Joe. ¿Y cómo se adapta al contexto digital una sala de las de toda la vida como la Filmoteca de Catalunya? Esteve Riambau, su director desde 2010. “Las filmotecas trabajamos con materiales físicos, desde la preservación del soporte analógico de las películas del siglo XX, hasta las proyecciones en sala, en pantalla grande, con público y, si se trata de una película muda, incluso con acompañamiento musical en directo. La crisis del COVID nos ha alejado de esta actividad y ha potenciado los soportes digitales, que contemplamos como complemento, nunca como alternativa. Hemos aprovechado estos meses para impulsar nuestro repositorio digital o un canal YouTube con joyas digitalizadas procedentes de nuestro Centro de Conservación y Restauración. La emoción que se palpaba entre los asistentes a las primeras sesiones de reapertura de las salas fue, sin embargo, indescriptible”.
Desde luego no son luditas, aunque trabajen con el papel, las gentes de la editorial Contra, que este año, pese a las adversidades, ha ido sacando libros tan interesantes como las memorias de Liz Phair y Nam: La guerra de Vietnam en palabras de los hombres y mujeres que lucharon en ella. Didac Aparicio, su fundador, nos cuenta que su tabla de salvación ha sido, precisamente internet. “Nuestras ventas se han canalizado sobre todo a través de nuestra web. Hemos vivido una especie de ola, no sé si de solidaridad o de consumo desde casa, pero diría que más bien lo primero. Nos han comprado diez veces más de lo normal de manera totalmente espontánea, nada de iniciativas como ese Sant Jordi digital. Las pequeñas estructuras hemos salido adelante, no ha sido un desastre. Lo que no sé es cómo acabará el año. Quizá hay una avalancha de devoluciones, aunque los distribuidores han pactado con las librerías unas condiciones más laxas en cuanto a pagos, devoluciones…”
La adaptación que han empleado muchas empresas ha pasado por dar el salto al contexto online, o hacer una apuesta más decidida por el mismo. La pregunta del millón, por tanto, es que si esto es compatible con el mundo de las galerías de arte. Esto tiene que decir Miguel Ángel Sánchez, director de ADN Galería. “Claro que es compatible, en nuestra cadena de valor, la difusión online de las actividades del programa y de cada uno de los y las artistas para los que trabajamos ya era fundamental. Ahora dependeremos algo más de los canales de venta online y menos, por ejemplo, de la asistencia a ferias internacionales”. Con todo, se muestra escéptico sobre la viabilidad de digitalizar todas nuestras transacciones. “Sigue siendo un mundo de relaciones humanas y de experiencia física con las obras. De hecho, creo que va a tener más sentido volver a trabajar en el espacio físico de la galería y genera un programa público pertinente; esto último es un desiderátum a día de hoy pero creo que el mundo del arte necesita volver a sus espacios, realizar una labor que atraiga público y ralentizar la maquinaria frenética de viajes constantes. La gran paradoja es que, por dimensión, no disponemos de un equipo numeroso y en cambio se nos exige un ritmo de actividad elevadísimo”.
En el caso de ADN, la estrategia ha pasado por la comunicación de contenidos con remesas semanales de materiales de consulta online; un programa de producciones “do it yourself” que llamaron Free Delivery con el que ofrecen la posibilidad de conseguir una obra original en edición limitada de manera gratuita a los primeros interesados que se pongan en contacto a través de las redes y el lanzamiento de un store para venta de obra online en su propia página web.
Por supuesto, nos congratulamos por los avances en el entorno digital, pero también cabe lamentar algunas de las contrapartidas que ello conlleva. Sin señalar innecesariamente con el dedo, Aparicio recuerda que son “los de siempre” los beneficiados en esta vorágine que consumo online. “Me da la sensación de que la gente no ha ido corriendo a las librerías cuando estas han abierto. No sé si vamos a sacar algo positivo de todo esto y no sé qué podemos hacer para cambiar la situación porque tenemos poco margen. ¿Podemos publicar menos? Si vendiéramos más, sí, pero no es el caso en las editoriales independientes que dependen de las novedades. A nivel creativo sí creo que ha servido todo esto para parar un poco, alejarse de la rutina diaria y poder pensar más en el futuro. A mí me ha servido para pensar más en libros. Esto puede redundar en que el año que viene podamos sacar mejores libros que este”.
Este número especial de Paseo de Gracia está dedicado a las Utopías, un concepto inherentemente futurista que nos obliga a preguntar a los entrevistados por lo que está por venir en su sector. Ripoll, cree, por ejemplo, que los festivales híbridos entre lo digital y lo, digamos, analógico, han llegado para quedarse. También, que hay una cierta voluntad de acortar las ventanas de exhibición, tal y como hemos hace unos pocos días con el caso de Mulán, estrenada en España directamente en Disney+ a un precio de 21 euros. Con todo, el director de Filmin se muestra escéptico con que esta tendencia se vaya a consolidar en el futuro. “Los cines necesitan más que nunca tener exclusivas. De lo contrario no van a ir a las salas, un sitio cerrado y con mascarillas, si sabes que a los pocos meses o semanas la tendrás en casa. Creo que en el 20/21 se van a mantener los cuatro meses. Todo esto dependerá a la duración de la crisis y la capacidad de las familias de hacer frente a este tipo de suscripciones. Hace cinco años era impensable en nuestro país que miles de personas pagasen por una suscripción mensual. Con la llegada de las plataformas americanas eso dejó de ser impensable, fue factible. En los últimos meses pre COVID ya vimos que eran capaces de estar suscritos a diferentes plataformas a la vez. Está por ver qué pasará con la economía doméstica, si se va a mantener o van a recortar por aquí”.
Aprovecho para preguntarle también cómo valora esa ola que hubo, a inicios del confinamiento, de creadores regalando sus contenidos. “Muchos creadores se vieron en esa tesitura de regalar su contenido. No creo que fuese un error, es poner en valor el contenido cultural. Si es algo puntual está bien, pero creo que ya es demasiado barato suscribirse a una plataforma como para creer que uno o dos euros de diferencia sea la clave que dispare los consumos o vaya a cambiar la economía familiar. Creo que hay que seguir manteniendo precios, pero bajos, como los nuestros”. La opinión de Riambau es parecida: “La piratería audiovisual se multiplicó con la aparición de los soportes digitales y nuestro país es, en este sentido, uno de los menos protegidos legalmente. Que, en pleno confinamiento, haya habido creadores que regalen sus contenidos es un gesto poderosamente simbólico y que los honra. En el caso de Filmoteca de Catalunya, Pere Portabella nos ha cedido la emisión gratuita de su filmografía completa con una audiencia realmente notable”.
¿Cómo está el estado de salud del cine en la ciudad en materia de salas, creadores, aficionados, etcétera? Contesta Riambau: “El cine, una industria sometida a periódicas mutaciones tecnológicas, tiene que adaptar su consumo a distintos espacios, ya sean salas, televisiones o plataformas y desde la gran pantalla a la del móvil. El interés por los contenidos no decae y, como Filmoteca, estamos muy orgullosos de mantener una media de cien espectadores por sesión a lo largo de todo el año. Es la prueba de que el cine, en salas bien equipadas y programadas, sigue plenamente vigente”.
El cine en Barcelona parece estar viviendo un gran momento con la consolidación de Filmin, la aparición de festivales con solera como Americana, D’A, L’Alternativa, espacios que han devuelto la experiencia e ilusión de entrar en una sala de cine (hablamos de Phenomena, claro)… Pero, ¿y qué hay del arte en general? Sánchez tiene una respuesta agridulce sobre su estado de salud en la capital catalana. ¿Es un buen lugar para el arte? Sí y no. Es una ciudad maravillosa y con mucha tradición pero que ha ido perdiendo pegada en arte contemporáneo a pesar de tener buenas instituciones y buenos profesionales. Tal vez, parte de la política identitaria haya desenfocado el interés en el arte en beneficio de otros sectores. Sin lugar a dudas, parte de la responsabilidad también será nuestra, de los actores que generamos contexto. El sector debe de trabajar más en red y desplegar estrategias de “co-thinking”.
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.