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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
Uno de los beefs más morbosos pero a la postre más sustanciosos de los últimos tiempos fue el que enfrentó a Grimes con Zola Jesus, Majical Cloudz y posteriormente Holly Herndon. La primera dijo en un podcast que los avances tecnológicos harían obsoleta nuestra idea de lo que entendemos por música en vivo en cuestión de años. Luego apareció la segunda para recordar que es pareja del magnate tecnológico Elon Musk y que la suya es una visión propia de una fascista de Silicon Valley. Finalmente, Herndon, una mujer que está haciendo esfuerzos encomiables por integrar las nuevas tecnologías -inteligencia artificial, machine learning, etcétera- para elevar sus shows al siguiente nivel puso un poco de paz y orden.
Ya sea por quién tiene al lado o porque Grimes siempre ha tenido una visión avanzada de la música pop, la canadiense no anda demasiado malencaminada en que el futuro pronto nos atrapará y nos hará replantear muchas de las nociones básicas, en la música y más allá. Y, a tenor de fenómenos como Hatsune Miku, este futuro es más inminente de lo que parece. Probablemente, no hayas oído hablar de la existencia de la atípica estrella pop Hatsune Miku. Y, oye, no pasa nada. Pero quizá te preguntes cómo puede ser que aparezca en festivales como Coachella y esté a punto de llenar el Sant Jordi Club con entradas que rozan los 60 euros.
Hatsune Miku podría pasar por ser tu estrella del pop normal: tiene 16 años, levanta 1.58 metros del suelo, pesa 42 kilos y tiene una larga melena verde. Solo una cosa la diferencia del resto: no existe. Y es que Miku fue creada en 2007 por la compañía japonesa Crypton Future Media inicialmente como mascota con el propósito de vender su software de sintetizador vocal. Youtube pronto se llenó de canciones hechas por fans a imagen y semejanza de Hatsune, convirtiéndose en la primera estrella pop de código abierto. Adelantémonos unos cuantos años y nos encontramos a legiones de fans que visten como ella, un lucrativo merchandising y algún que otro número uno de ventas.
Desde hace diez años lleva actuando por todo el mundo en modo holograma (sí, esta tecnología no está solo para resucitar a Frank Zappa como lo intentó Doctor Music Festival) tirando de un inabarcable catálogo de 100.00 canciones de J-pop, metal, techno y trance. Si tenías miedo de que el pop se convirtiese en algo profundamente deshumanizado, ella es tu peor pesadilla. Actualmente, está en medio de su segunda gira europea, bautizada como Hatsune Miku Expo 2020 Europe, que la llevará por ciudades como Londres, París, Berlín o Ámsterdam. El turno de Barcelona llegará mañana, cuando se presente a Hatsune Miku con las tecnologías más avanzadas y acompañada por una banda en vivo. El espectáculo se complementa con otras actividades enfocadas a las reuniones de fans y exposiciones de obras de arte enfocadas en la cantante virtual y el movimiento cultural con el que se la relaciona.
Lo de Hatsune Miku produce tanta fascinación como pavor. Por momentos, uno pareciera que estuviese en un capítulo de Black Mirror (de hecho, Miku llegó mucho antes que el protagonizado por Miley Cyrus interpretando a una estrella pop que es sustituida por un avatar virtual). ¿Y si el futuro va hacia aquí? ¿Hacia producir estrellas pop que se mantengan perennemente jóvenes, que estén libres de escándalos y su voz luzca radiante y cristalina una noche detrás de otra? A saber, pero mañana tendremos una ventana al futuro.
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.