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En el espacio nadie puede oír tus gritos

El sonido necesita de un medio material para propagarse, así que en el vacío espacial no pueden escucharse ni explosiones, ni rugido de motores… ni protestas.

Categoría: Cultura | 8 noviembre, 2013
Redacción: Jaime Barber

A principios del siglo XXI, el programa espacial de la Confederación Europea consiguió establecer con éxito colonias en otros planetas con la imperativa necesidad de extraer agua y otros recursos naturales que escaseaban en la Tierra. Las duras condiciones de vida y la práctica desconexión con el planeta de origen hacían de estas colonias un destino poco deseable para los profesionales de las principales potencias europeas. Sin embargo, el gobierno de la República Federal Española vio en las colonias exteriores la oportunidad para reducir las alarmantes cifras de desempleo que el estado arrastraba durante décadas y revertir así la tasa negativa de crecimiento económico.


A esto no se le llamó medida desesperada. Se le llamó política de fomento del empleo.

Para los parados, rechazar un trabajo en las colonias exteriores suponía la pérdida inmediata de la prestación por desempleo, una medida ésta aprobada con carácter urgente por el gobierno tras una propuesta inicial de la CEOE. Los desplazados a las colonias firmaban un contrato en prácticas de seis meses. Los gastos derivados de estas prácticas se descontaban de sus sueldos una vez su contrato pasaba a ser indefinido.

 

A la derivación de capital humano a colonias extraterrestres no se le llamó emigración forzada. Se le llamó movilidad exterior.

Los trabajadores de las colonias exteriores se dividían en tres categorías: Clase Alfa, compuesta por delegados gubernamentales y gestores financieros; Clase Beta, formada fundamentalmente por ingenieros; y Clase Omega, formada por mano de obra con baja cualificación. Esta última desempeñaba tareas de escasa consideración remuneradas por debajo del salario mínimo interprofesional.

 

A esto no se le llamó contrato basura. Se le llamó “minijob”.

Debido a irregularidades en el control de alimentos, una remesa contaminada propagó una epidemia en una de las colonias extraterrestres. Los seguros médicos sólo eran accesibles a la Clase Alfa y a los individuos Beta con una antigüedad de más de diez años, por lo que la mayor parte de la colonia no pudo acceder a los servicios asistenciales privatizados. Los infectados desarrollaron un parásito alienígena que, tras finalizar su fase larvaria en el interior del huésped, lo abandonaba violentamente para completar su crecimiento y devorar a los escasos supervivientes.

 

A esto no se le llamó secuela de la privatización sanitaria. Se le llamó irregularidad vírica coyuntural.

Tras la epidemia alien se procedió a una depuración de responsabilidades en la Clase Beta así como una flexibilización en las condiciones de contratación de las nuevas incorporaciones. La involución del Estado del Bienestar en las colonias generó una escalada de encendidas protestas. Los intentos diplomáticos de la Confederación resultaron fútiles y, tras un escueto “larga y próspera vida”, el organismo interplanetario dejó que las tropas espaciales pusieran fin a las hostilidades. Finalmente, la Clase Alfa abandonó las colonias para ejercer las tareas administrativas desde las bases terrestres. Los trabajadores espaciales organizaron concentraciones de protesta, huelgas y manifestaciones, pero nada cambió. Pese a estar allá arriba, siguieron mirando a sus gobernantes desde abajo. Sus protestas se perdieron en el vacío.

Y es que el espacio nadie puede oír tus gritos.

Categoría: Cultura | 8 noviembre, 2013
Redacción: Jaime Barber
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