El equipo de guionistas de tu mente

Los humanos nos hemos especializado en percibir tanto lo que nos ocurre internamente como externamente. Aunque también hemos desarrollado esta capacidad para descartar la mayoría de estímulos que recibimos probablemente para evitar la abrumación. Es una buena habilidad para adaptarnos a nuestro entorno. Sin embargo, a partir de esas percepciones, muchas veces hacemos suposiciones o interpretaciones de eso que esté sucediendo ahí fuera. Y no siempre son acertadas.

A veces, lo que creemos que sucede ahí fuera, está contaminado por lo que nos sucede internamente. Ya he hablado otras veces del juez interno, uno de los personajes que nos habita, que se dedica precisamente a juzgarnos en todas las ocasiones que se le presentan. En este caso, si por ejemplo tengo poca confianza en mis aptitudes y me juzgo por ello, es muy posible que lo ponga fuera en otras personas y sienta, convencido, que no confían en mi. A esta suerte de pase de la pelota, en psicología se le llama proyección: les colocamos a los otros, pensamientos o sentimientos que son nuestros. No siempre lo que yo creo que piensan los otros de mí es cierto. A veces puede coincidir. Pero no tiene por qué. A menudo, en estas circunstancias, he animado a personas a preguntar a otros qué sienten o piensan acerca de uno y así salir de dudas.

Para empezar es esclarecedor tomar conciencia que es uno mismo el que opina según qué cosas sobre sí. Si nos saltamos a la torera la parte de darnos cuenta, continuamos poniendo en los otros asuntos propios. Aquí empiezan las suposiciones, desde las que actuamos y vivimos. Suponer lleva a una escalada de pequeñas a grances confusiones y puede llevar a situaciones desagradables, como romper vínculos. Todo por no ser un poquito más claros y quedarnos en el mundo de la fantasía y la ciencia ficción. Muchas veces he escuchado versiones de dos personas ante una misma situación que les ha llevado a alejarse mútuamente y dejarse de tratar gracias a las interpretaciones y los supuestos. A veces una de las partes se ha quedado además sin saber qué ha pasado u ocurrido, dejándole en el estupor.

Ahora bien, cuando animo a hablar o preguntar abiertamente, asoman miedos más profundos. Miedo a decir según qué y que el otro se lo tome a mal y, sobre todo, miedo a decir o pedir y que el otro nos diga que no.

Digamos que vivir en el mundo de la fantasía y la ciencia ficción tiene alguna ventaja. Quedarse en la superfície, hace que nos hagamos fuertes en nuestras convicciones y, especialmente, nos aleja de sentirnos y mostrarnos vulnerables, de escapar del miedo al no. A fin de cuentas es a lo que nos confronta ser claros.

Os recomiendo este vídeo de la iniciativa The School of Life donde muestran de una manera muy didáctica lo complejo de la comunicación interpersonal.

Sa i estalvi

Agradecimientos: A NomNam por el naming de la sección