¿Cómo suenan esas charlas contigo?

1-¿Por qué a mí? Siempre me pasa lo peor. Soy un desgraciado. En cambio, a los otros todo les sonríe y les va estupendo… Todas las cosas malas me pasan a mí. ¡Pobre de mí!

2-No sé por qué se enfada… si no ha pasado nada. Total… por olvidarme y no avisarle… ya será menos. ¿Tan grave es que me haya vuelto a olvidar? No era para tanto. Le pasa a cualquiera.

3-Ahora toca ser fuerte y no derrumbarse. Hay que salir adelante. No es momento para lágrimas y lamentaciones. Sé qué es lo que tengo que hacer y no voy a parar hasta que lo consiga.

4-A ver, ante esta situación puedo hacer esto… pero si hago eso, no creo que se lo tome demasiado bien. Además, no está bien. También podría hacer esto otro… pero no sé si me atreveré. Y tampoco está bien. O tal vez podría hacer esta otra acción… uff, no sé si no será demasiado para él. ¿Y si se pone triste después? No sé si podré con ello.

5-A mí no me pasa nada. Estoy muy bien. Va todo muy bien. Sí, claro que me ha afectado (tal cosa) pero es la vida. Son cosas que pasan y lo tenemos que aceptar como viene, sin perder la sonrisa, que total son dos días.

Estos son fragmentos de posibles charlas que nos contamos cuando nos ocurren ciertas situaciones en nuestras vidas. Es más, a veces no sólo son discursos internos, sino que se los verbalizamos a otros. Probablemente te puedes reconocer en cualquiera de los 5 ejemplos. Dependiendo de cómo estés o de la situación, es posible que te digas una cosa u otra. Después hay gente más especializada en ciertos estilos:

-el victimista, firmemente convencido de que lo peor le pasa a él, se compara con otros y siempre sale perdiendo en esta comparación.

-el que siempre se disculpa a sí mismo y/o quita importancia a las consecuencias de sus actos, considerando que los otros exageran.

-el defensivo, que no puede ni quiere dejarse vencer por los reveses de la vida, tiene una hoja de ruta muy establecido de lo que hay que hacer en cada situación y esto implica a menudo frenar cualquier sentimiento perturbador.

-el inseguro, que le da vueltas y vueltas a las cosas, siempre valorando sus consecuencias y nunca acabándose de decidir: no tiene certezas de que sus decisiones lleven a buen lugar o no puede tolerar ser el causante de un gran dolor a otro.

-el negacionista, desconectado de sus emociones, siempre pretende estar bien, alegre y feliz. Es como una pared de frontón: todo le rebota. Nada va con él.

La cuestión es que los cinco estilos (y hay más) representan una manera de explicar y vivir las circunstancias vitales. Ante las dificultades o los problemas -reales o imaginados- reaccionamos de determinadas maneras. Negando el problema, evitándolo, tratando de resolverlo rápido y corriendo, archivándolo y si te he visto no me acuerdo, restándole importancia, sintiendo que es lo peor que nos podía pasar, o realmente ni contactando (¿Problema? ¿Qué problema?).

Ahora bien, todos tienen en común una evitación de tristeza, dolor, confusión, duda, vergüenza, miedo. Una evitación del mundo emocional, con el que no se quiere contactar. Así que a menudo escapamos.

Compartimos una fantasía: que si uno contacta con según qué sentimientos, se quedará allí de por vida, como petrificado. ¿Es eso así?

To be continued…

Sa i estalvi

Agradecimientos: A NomNam por el naming de la sección

Imagen de Pixabay.