Negocios, Barcelona, COVID: ¿y ahora, qué?
Hablamos con Casa Bonay, Santa Eulàlia, Atrápalo, Casa Seat, Glovo y Atipika sobre retos, cambios de tendencia y el estado de la cuestión en Barcelona.
El 8 de junio del 2017, tras 113 años acogiendo reclusos, la Modelo cerraba sus puertas. Como indica su nombre, se suponía que era una prisión tan perfecta que, desde entonces, los nuevos edificios destinados a acoger a los que incumplían la debían copiar para igualarla en perfección. El cierre del enorme edificio no supone el final de la historia presidiaria de la ciudad pero sí que cierra un capítulo importante de esa historia. Se mantienen en la ciudad dos presidios, el Centre Penitenciari de Dones, popularmente de Wad-Ras, en la actual carrer Dr Trueta 76-93, en el distrito de Sant Martí, y el Centre Penitenciari Obert 2, en el carrer Pare Manjón 2, en la Trinitat Vella, distrito de Sant Andreu que tienen también los días contados y que, según está previsto, han de ser sustituidos por un nuevo centro penitenciario previsto en la Zona Franca.
Pero no nos interesa este futuro sino echar una mirada a la historia de los edificios que han servido para encerrar a aquellos que incumplían la ley.
LA PRISIÓN ROMANA DE LA PATRONA
La primera noticia de una prisión barcelonesa se remonta, como no podía ser de otra manera, al tiempo de los romanos. Se dice que en tiempo del severo Marco Porcio Catón, el Viejo, se construyó un edificio donde hoy está el carrer de la Boquería, cerca de la actual dels Banys Nous.
Se dice también que en ella se encerró a la patrona de la ciudad, la joven Santa Eulalia, cuando ésta osó enfrentarse al gobernador Daciano que cumplía las órdenes de Roma de castigar con dureza los simpatizantes de la nueva religión cristiana. En la cárcel, cuenta la leyenda, las pulgas devoraron el cuerpo de la santa que iniciaba su camino al tomento que culminaría en su crucifixión. Hoy una calle recuerda la leyenda de la santa y en ella se dice que el sol no quiere asomarse a la calle, enojado por haber sido el escenario de tan cruel martirio.
CORT DEL VEGUER
Se sabe que en época altomedieval, el recinto romano de la ciudad se fortificó con una serie de castillos en sus cuatro accesos. Junto al portal del mar, en la parte de levante, donde hoy se sitúa la plaça de l’Àngel, fue construido el llamado Castrum vetum o castillo viejo o vescomtal que acogió la llamada Cort del Veguer, sede de la autoridad nombrada por el conde, primero, y el rey después, para ejercer la justicia en un territorio. El edificio situado entre las actuales plazas del Rei y del Àngel fue, durante años, el lugar donde se encerraba a los infringían las leyes. Por este edificio, la calle situada enfrente, la actual Baixada de la Llibreteria, con la cual también limitaba, se llamó hasta 1958 la Bajada de la Prisión.
Antes de encerrarlos eran sometidos a una ruta de la vergüenza o del castigo, conocida en Barcelona como “pasar Bòria avall” ya que la ruta, con el reo montado sobre un caballo y azotado a lo largo del recorrido, comenzaba en esa calle barcelonesa. Esta macabra costumbre fue representada por el pintor Francesc Galofré en su cuadro Bòria Avall de 1892.
En sus Histories i llegendes de Barcelona, Joan Amades explica que además de ésta existía una prisión en el Castell Nou, junto al Call, y la Presó del Rei en el Palau Reial Major, en la plaça Reial. Muy suculentas son las historias del funcionamiento de la institución, cuenta Amades que los presidiarios dormían en el suelo, sobre paja, o bien sobre unas cuerdas atadas a las paredes y que quien se lo podía permitir alquilaba camastros. Todo estaba a oscuras y los piojos y pulgas campaban a sus anchas. Cuenta también que, durante Semana Santa, los presos pedían limosna, con grilletes y esposas y acompañados de un vigía, a las puertas de las iglesias de la ciudad y que el resto de días colgaban bolsas de las ventanas de la cárcel para recaudar dinero y que algunos realizaban redes y cuerdas. Explica que en la cárcel había una cisterna donde se ahogaba a los presos y que ante la cárcel existía la picota donde se exponía a los ladrones. Una de las historias curiosas que explica es la de un preso condenado a muerte que tuvo que ser exorcizado para sacarle el demonio del cuerpo ya que colgar al diablo no era nada bueno. También explica que los cuerpos de algunos delincuentes ajusticiados eran usados por barberos y cirujanos para aprender, de manera que si en vida habían sido malos una vez muertos eran útiles.
LA PRESÓ VELLA D’AMALIA
La prisión de origen medieval se presentaba cada vez más insalubre y sobresaturada con lo que se pensó en su traslado. En 1821 una terrible epidemia supuso la evacuación de los presos. El traslado definitivo tendría lugar años después cuando, en 1835, con la desamortización de Mendizábal, quedó sin uso en el barrio del Raval el que hasta entonces era el convento de San Severo y San Carlos Borromeo de los padres Paules, en la actual plaça de Folch i Torres, donde en 1838 se instalarían los presos de la ciudad. Se ha dicho que en pocos años paso de unos trescientos a multiplicar la población por cinco.
Si la prisión medieval tenía su espectáculo en el desfile de los presos por las calles de la ciudad, la prisión, la prisión Amalia (por dar a la calle dedicada a la tercera esposa de Fernando VII) también tenía su espectáculo: la aplicación de la pena de muerte por parte del verdugo, todo un personaje de la vieja Barcelona, Nicomedes Mendez. En la prisión de Amalia, entre otros, perdieron la vida, por sus delitos, Isidro Mompart, Aniceto Peinador, por asesinato, o Santiago Salvador, por lanzar dos bombas en el Liceu. Una vez jubilado, el verdugo, orgulloso de su trabajo, pensó en abrir en el Paral·lel un Palacio de las Ejecuciones donde quería explicar los pormenores de su trabajo y se expondría la llamada “versión catalana” del garrote vil, instrumento de su invención que contaba con un punzón que, accionado por el tornillo principal destrozaba el bulbo raquídeo del preso. Méndez podría haber expuesto el cuadro que Ramón Casas realizó de una de sus mejores intervenciones, la ejecución de Aniceto Peinador.
La inauguración, en 1904, de la Modelo significó un cambio importante en la historia de la presó vella. Ya que la nueva cárcel era masculina la de Amalia se destinó a las mujeres y fue conocida como la Galera. Entre sus reclusas destaca la llamada la vampiresa del raval o del carrer Ponent, Enriqueta Martí, que en 1912 secuestró a una niña y sobre la que circula una leyenda maldita que la convierte en extractora y consumidora de sangre infantil y elaboradora con ella de pócimas que servían para curar la tuberculosis. La leyenda negra de la “mala dona” sostiene que la muerte le llegó de mano de las compañeras de presidio que la lincharon por sus delitos. La prensa que a diario informaba sobre ella, dejó de informar tras el hundimiento del Titanic. Meses más tarde se publicaba su muerte a consecuencia de un cáncer. La realidad nunca la sabremos.
Lo que sí se sabe es que la prisión llegó a su fin con la guerra civil. La Barcelona inmediata al golpe de estado franquista en la que el anarquismo pudo llevar a cabo parte de sus ideales y entre estos la eliminación de las cárceles, en concreto la vieja de Reina Amalia, la cárcel de mujeres empezó a ser derribada por el Sindicato de la Construcción de la CNT, con una ceremonia presidida por el alclade Pi i Sunyer, el 21 de agosto de 1936.
UNA PRISIÓN MODELO
Siguiendo las nuevas ideas sobre prisiones que postulaban por el concepto de panóptico, una estructura circular con celdas en la parte perimétrica y un espacio central, desde el que todo se divisa dedicado, destinado al vigilante se construyó en un Eixample aún en construcción la nueva cárcel. Estas ideas del británico Jeremy Bentham que plasmaban arquitectónicamente las bases de una reclusión fundamentada en los conceptos de aislamiento, religiosidad e instrucción, fueron recogidas por el magistrado Pere Armengol.
El trabajo arquitectónico fue obra de Salvador Viñals y Josep Domènech i Estapà y se construyó entre 1881 y 1904. La planta radial o estrellada con seis galerías que arrancan de un espacio central más elevado y cubierto con cúpula, dejando entre ellas espacio para patios, y además de una serie de dependencias complementarias dentro de un recinto amurallado.
La historia de la Modelo es la historia de la ciudad, sus paredes nos contarían las miserias de la ciudad, los periodos convulsos y los episodios más negros.
En un principio se pensó en una celda por preso pero el paso de los años desvirtuó esa característica y las celdas se saturaron. Literas, colchones, hacinamiento fueron las características de esta cárcel que s ehabía pensado como modelo. El “Hotel Entença” o el “Aparado de correos 20”, como se le denominó eufemística y popularmente, pasó a ser el modelo de lo que no debía ser un establecimiento carcelario.
Entre los que estuvieron encerrados en la cárcel se puede citar a Joan Rull, autor de actos terroristas y el primer ajusticiado por garrote vil en la Modelo, el pedagogo Francesc Ferrer i Guardia, acusado de ser el ideólogo de la Setmana Trágica de 1909, Lluís Companys, antes de ser el President de la Generalitat republicana, Salvador Seguí, dirigente anarquista, Helios Gómez, pintor anarquista y autor de la decoración de la llamada “capilla gitana” de la cárcel, Salvador Puig Antich, el último de los presos asesinados por el franquismo, o Juan José Moreno Cuenca “el Vaquilla” … El 8 junio del 2017 cerraba sus puertas y desde ese momento dejaba de acoger presos para ser transitado, en libertad, por los ciudadanos.
CARCELES ESPECIALES EN TIEMPOS REVUELTOS
Sólo dos veces cuentan los historiadores que estuvo cerrada la Modelo, justamente al principio de la guerra civil, cuando los presos fueron liberados, y al final de la guerra, liberados para dar paso a los presos del nuevo régimen.
La Modelo de los primeros años del franquismo fue tremenda se habla de 13.000 presos en ella cuando se concibió para menos de mil. La situación la describe perfectamente una notificación del cónsul inglés: «Las prisiones de la ciudad están abarrotadas, se están llevando a cabo numerosos arrestos, pero no hay noticias de juicios, de las sentencias o ejecuciones». Ante esta situación se habilitaron diversos espacios para acoger la población reclusa acusada de rebelión por aquellos que se habían rebelado contra la república.
Dos son los casos más conocidos de espacios de reclusión en la ciudad. El más conocido es la Presó de les Corts , antigua residencia de la familia Duran y que sería adquirido por las monjas religiosas francesas de la orden de la Presentación para convertirlo en el Asil del Bon Consell para mujeres desamparadas y que en 1936 sería incautada por el Govern de la generalitat para convertirlo en Correccional femenino en sustitución del derribada la prisión de mujeres del Raval. La presó de les Corts funcionó como centro de internamiento femenino entre 1936 y 1959. Otro espacio carcelario fue la antigua fábrica del Cànem, en Poblenou, que había sido una fábrica de jute propiedad de los hermanos Godó hatsa que fue colectivizada en tiempos de la guerra civil. Recuperada por sus propietarios fue cedida al caudillo y su recinto, bautizado como prisión provisional de Pueblo Nuevo, acogió reclusos entre 1939 y 1942, dependiendo organizativamente de la Modelo.
Otro de los lugares carcelarios de la ciudad es el castell de Montjuïc también recuperó su papel de espacio represivo. Al inicio de la guerra allí fueron encerrados y ajusticiados tras un juicio sumarísimo, , el 12 de agosto de 1936, el general Goded y otros militares por encabezar el alzamiento militar contra la república. Tras la caída de Barcelona en poder franquista el 29 de enero de 1939 los presos y ajusticiados fueron los que habían defendido la república, el más importante el presidente Lluís Companys que fue fusilado el 15 de octubre de 1940 tras ser detenido por la Gestapo en Francia y entregado al gobierno franquista que le sometió a un juicio sin garantías que apenas duró unas horas.
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La esencia de la ciudad se pierde con cada una de estas noticias, y alguien ha de hacer algo ya.
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