El síndrome de Willy Fog vuelve a despertar
Llegado el verano el espíritu viajero invade ciudades, corazones y mentes. Miles de personas dejan su hogar en busca de paisajes maravillosos, aventuras y relax.
La palabra “verano” simboliza muchas cosas y una de ellas es sin ninguna duda “vacaciones” y de rebote, “viajar”. Llegado el momento, —normalmente cuando nuestros trabajos nos liberan de las cadenas— cerramos el chiringuito, metemos 4 cosas en la maleta y huimos. Huimos lejos de todo y de todos.
Muchas veces me pregunto qué es ESO que nos motiva a viajar. ¿Olvidarnos de nuestra monótona vida? ¿Conocer nuevas culturas? ¿Desconectar? ¿Ir en busca de aventuras? ¿Porque está de moda? ¿O quizás es simplemente porque podemos permitírnoslo? Debe haber mil y un motivos, cada uno tan variopinto como su protagonista.
A mi parecer el “boom” viajero se produjo no hace tanto y la principal razón fue que sí, por fin nuestros humildes bolsillos podían pagar un vuelo de una punta del planeta a otro. Por eso las compañías lowcost para mí son Dios y, cada vez que me putean con las maletas o con esos incómodos asientos que podrían servir como elemento de tortura, pienso que si no fuera por ellos, no habría podido realizar la mayoría de mis viajes. Pero la cosa es siempre quejarse. Supongo que si alguna vez desaparecen estas compañías todos estaremos más contentos ¿verdad? Pero ya hablaremos de esto en alguna otra ocasión —o no—.
Volviendo al tema del que os hablaba, quizás el quid de la cuestión radica precisamente en los protagonistas de los viajes. El espíritu viajero siempre ha estado latente en las personas desde los tiempos más antiguos, y así lo demuestran grandes exploradores como Fernando de Magallanes, Alejandro Magno, Amelia Earhart, Ibn Battuta o el que dicen fue el primer viajero, Marco Polo.
Esta gente en realidad no eran viajeros. Eran auténticos conquistadores, aventureros y expedicionarios. Las sensaciones que ellos vivieron nosotros nunca las conoceremos. A nosotros ya no nos queda nada nuevo por descubrir, pero sí por vivir. Ahí fuera hay un mundo demasiado grande para cansarnos de él.
Por eso este año, desde Paseodegracia.com, quiero recomendaros mi destino veraniego particular. Una recomendación que surge de manera casual y a la vez, con premeditación. Un país que lo tiene todo para deleitarnos y enamorarnos: ciudades mágicas inundadas de laberínticas callecitas adoquinadas, castillos y palacios ubicados en bosques envueltos por niebla, aldeas ancestrales, playas de ensueño y arena dorada o monumentales acantilados… Un país que tiene muchas y grandes historias que contar alrededor de su magnífica mesa, mientras se disfrutan de sabores y aromas tan sencillos pero exquisitos como el pan recién horneado, el queso, el vino o las sardinas a la brasa.
Los que hayáis adivinado de qué país os estoy hablando ya sabréis que no es otro que Portugal. Este año, nuestro país vecino promete ser un magnífico destino no sólo por todas las maravillas de las que os acabo de hablar —y las muchísimas que se quedan en el tintero—, sino porque este año lo ha ganado todo a nivel europeo: Oporto ha sido la ciudad seleccionada como mejor destino europeo 2012 y Lisboa (que consiguió este título ya en 2010) no se ha quedado lejos, en 8º lugar. La guinda del pastel la pone Guimarães, una pequeña ciudad cercana a Oporto que ha sido designada ciudad europea de la cultura 2012. Así que en fin… ¿necesitáis algún otro argumento?
Si este año aún no tenéis destino elegido, Portugal está llamando a vuestra puerta. Y si ya lo tenéis, no dudéis en contarnos dónde os marcháis y por qué. ¡Estamos deseando escuchar propuestas!