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Parlament de Catalunya, de ciudadela militar a epicentro democrático

Antes de que se inaugure la nueva legislatura hacemos un recorrido histórico por el edificio.

Categoría: Historia | 15 enero, 2018
Redacción: Edu García

El Parlament de Catalunya tiene su sede en el Parc de la Ciutadella, el primer parque público de la ciudad. El edificio en el que se reúne desde los tiempos de la Segunda República, con la interrupción del franquismo (1939-1977), es uno de los tres edificios que se conservan de la vieja ciudadela militar que Felipe V ordenó construir tras la caída de Barcelona ante el asedio de las tropas borbónicas en los últimos momentos de la Guerra de Sucesión. Antes de ser la sede del Parlament, el edificio ha sido arsenal, palacio real y museo, en dos ocasiones.

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EL ARSENAL DE LA CIUDADELA

Más que para reforzar la defensa de la ciudad, la Ciudadela había sido construida para controlar a los díscolos barceloneses que habían resistido, durante más de 13 meses, al asedio del nuevo monarca. Su diseñador fue el flamenco Joris Prosper Van Verboom, creador del real cuerpo de ingenieros del ejército y especialista en este tipo de construcciones, entre ellas la de Amberes, su ciudad natal. De forma pentagonal, con cinco baluartes y otros tantos revellines, la ciudadela militar barcelonesa tenía el perfil de una estrella de diez puntas. Dos fortificaciones menores complementaban el conjunto. Ocupaba parte de lo que había sido el barrio de la Ribera, del que se derribaron varios conventos y unas 1200 casas, obligándose a los habitantes al pago de los costes del derribo de sus propias casas. Su construcción se inició en 1715 y aunque rápidamente pudo ser ocupado, no se dio por terminada hasta 1748. Fue desde entonces el símbolo del nuevo régimen y de la represión. La antigua torre medieval de Sant Joan de la vieja muralla, integrada en el conjunto, fue durante años la cárcel de la ciudad, la “bastilla barcelonesa”, y el glacis el lugar donde se levantaba el patíbulo. Así pues, la Ciudadela era odiada por los ciudadanos que con gran alegría la vieron desaparecer definitivamente con la llamada revolución gloriosa que en 1868 destronaba a la reina Isabel II. La odiada ciudadela se convertía entonces en parque. La práctica totalidad de la construcción fue derribada y se conservaron tan solo tres de los edificios que rodeaban la plaza de armas: la capilla (actual Parroquia Castrense), el palacio del gobernador (actualmente el IES Verdaguer) y el arsenal.

El arsenal, de estilo clasicista francés, presenta una planta en forma de cruz y cuenta con tres amplias fachadas. La fachada principal, encarada a la plaza de armas, de bellas y harmoniosas formas, destaca por un imponente porche en la planta baja. En alzado el edificio tiene dos plantas y buhardillas o mansardas, las primeras levantadas en la ciudad.

 

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Al tiempo que se convertía en parque público, el recinto fue elegido como escenario de la Exposición Universal de 1888. En total desacuerdo con ello el ingeniero Josep Fontseré, que había ganado el concurso para la transformación de la ciudadela militar en parque con el lema “Los jardines son a las ciudades lo que los pulmones al cuerpo humano”, presentó su dimisión al Ayuntamiento y lo sustituyó Elies Rogent que fue el encargado de la dirección de los trabajos arquitectónicos para que la Exposición de 1888 fuera posible.

 

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PALACIO REAL

Poco después del certamen, se tomó la decisión de convertir el antiguo arsenal en residencia de la familia real. La residencia barcelonesa de los monarcas, situada en un edificio del actual Pla de Palau, del que toma el nombre, sufrió un incendio en 1875 con lo que se tuvo que buscar una nueva. Se decidió usar el antiguo arsenal. Pere Falqués, arquitecto municipal, sin modificar excesivamente su aspecto general, fue el encargado de la remodelación del conjunto: redecoró la austera fachada con esgrafiados, abrió tres balcones en el primer piso y amplió en altura el cuerpo central donde colocó el escudo, con el blasón de la casa de Borbón, que presidía la puerta de socorro de la Ciudadela.

 

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Su trabajo se centró principalmente en el interior donde situaron, aparte de las habitaciones de los monarcas, las diversas estancias comunes como eran el Salón de Fiestas, el comedor y el Salón del Trono. Todo el conjunto fue embellecido con una ostentosa decoración propia de una residencia real, se usó una. Las salas se embellecieron con pilastras de diversos tipos de mármol y techados de madera con combinación de materiales siguiendo la estética más del estilo modernista. Lo más destacado fue la transformación de uno de los patios en Escalera de Honor de mármol y cubierta por una elegante claraboya de hierro y vidrios de color, una de los espacios más conocidos en la actualidad del edificio.

 

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PRIMER MUSEO

A pesar de los trabajos realizados, el edificio no llegó a interesar a la familia real como residencia en la ciudad y en 1895 se paralizaron los trabajos. Surgió entonces la idea de dar un uso nuevo al edificio y el Ayuntamiento se planteó dedicarlo a museo. El edifico empezó a recibir los objetos artísticos que, a partir de la segunda mitad del siglo XIX se habían ido recogiendo en una serie de instituciones como fueron el Museo de Antigüedades de Barcelona (abierto en 1880 en la capella de Santa Àgata del antiguo Palau Reial Major) o el Museo de Bellas Artes (abierto en 1891 en el Palacio de Bellas Artes situado junto a la entrada de la Ciutadella al principio del Paseo de san Juan). Con esta decisión el  parque profundizaba en su misión de ser, además de un espacio de ocio, descanso y salubridad para los ciudadanos, un lugar de formación y aprendizaje.

La amplitud de las colecciones, que se incrementarían con la adquisición de las colecciones de Lluis Plandiura y el arrancado y traslado de las pinturas murales desde el Pirineo hizo necesaria la ampliación del edificio y, de nuevo fue Pere Falqués, el encargado. Se construyeron dos cuerpos laterales paralelos a las fachadas laterales que serían embellecidos, según una decisión de la Junta de Museos, con 28 hornacinas circulares cada una con el busto de mármol representando a un artista o personalidad relacionada con el mundo del arte, en su mayoria personalidades del ámbito catalán. Las obras se encargaron en 1909 y, dos años, en 1911, los escultores –los más destacados de la época-  los entregaban.

 

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Con la asistencia de las máximas autoridades, el  1915 se inauguraba el nuevo Museo de Arte y Arqueologia bajo la dirección de Josep Maria Folch i Torres.

Poco después el parque se somete a una remodelación en profundidad. En 1927, el ingeniero paisajista francés Jean-Claude Nicolás Forestier se encarga del ajardinamiento de la parte delantera del museo mediante una serie de parterres, un muro de setos que rodean un lago central. Allí se colocó una sugerente escultura, el Desconsol de Josep Llimona.

 

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PARLAMENTO

Pero no fue ser museo el destino del edificio. Con la llegada de la República y la Generalitat se vio la necesidad de buscar un lugar para las reuniones del Parlament. Las propuestas eran el Castillo de Montjuíc, el Palacio de Agricultura  de la Exposición de 1929, el edificio de la Llotja en el Pla de Palau, el viejo Hospital de la Santa Creu en el Raval o la Ciudadela. Ésta última tenía además de las razones prácticas, cerca del palau de la Generalitat y con suficiente espacio para aparcamiento, la motivación histórica y simbólica de recuperar con la nueva institución política un espacio que había sido levantado cuando las instituciones políticas habían sido abolidas. Se creyó innecesario construir un edificio de nueva planta y se pensó en aprovechar alguno de los edificios existentes. La opción parecía el palacio del gobernador (hoy Institut Verdaguer) pero la opinión del president Macià fue clave para que el antiguo arsenal, entonces Museu d’Art Municipal, fuera el lugar escogido. Una partida municipal de medio millón de pesetas posibilitó por un lado el traslado de las colecciones de arte al Palau Nacional de Montjuïc y la adecuación del edificio. El Salón de Sesiones se instaló en el lugar donde había estado el salón del trono del Palacio. El diseñador Santiago Marco fue el encargado de llevar a cabo las reformas necesarias para el nuevo uso. Contó un equipo de colaboradores de primera calidad que trabajaron, en tiempo record, en el mobiliario y la decoración a base de tapices, alfombras y vitrales. De forma simbólica se sustituyó entonces el escudo borbónico por las cuatro barras de la bandera catalana.

El 6 de diciembre de 1932 el parlamento acogía solemnemente la primera sesión.

 

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En ese primer parlamento había sillas para los 85 parlamentarios de entonces y un espacio central con 9 asientos para el gobierno. En un principio estaban dispuestos en forma de U, como la cámara de los comunes del Parlamento  inglés. Una reforma de 1933 lo convertiría en hemiciclo que aún mantiene en la actualidad.

El Parlamento no tendría ni una vida larga ni tranquila. La autonomía fue suspendida en enero de 1935 a raíz de los fets d’octubre de 1934 y tras recuperarse con la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, la guerra civil y la victoria franquista supusieron de nuevo el fin de las actividades parlamentarias. En ese momento el salón de sesiones fue cerrado y nadie lo pudo ver mientras Franco gobernó el país. Se produjo entonces un nuevo cambio simbólico, el escudo con las barras dejó de nuevo paso al borbónico.

 

MUSEO DE ARTE MODERNO

En un primer momento el edificio fue usado como caserna de las tropas que habían ocupado la ciudad y, a partir de 1945 se convirtió en Museo de Arte Moderno al trasladarse desde Montjuïc las colecciones artísticas de los siglos XIX y XX al edificio del parque.

 

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Antes de ser Museo de Arte Moderno, en 1942, Brangulí dejó esta aterradora imagen del edificio del Parlamento cuando se acogió una exposición de arquitectura alemana. Las cruces gamadas ondeaban en la fachada, aún no se había terminado la II guerra mundial y el gobierno franquista confraternizaba con la Alemania nazi.

 

PARLAMENT DE NUEVO

Con la muerte del dictador y el restablecimiento de la democracia, Catalunya recupera sus órganos de poder y representatividad. El Parlamento es la cámara legislativa catalana desde la primera legislatura en 1980 y se ha renovado, desde entonces, con las elecciones al Parlament, en 12 ocasiones más (los catalanes hemos votado en 1984, 1988, 1992, 1995, 1999, 2003, 2006, 2010, 2012, 2015 y, por última vez, tras la aplicación del artículo 155, en 2017). El Parlamento de la democracia cuenta con 135 los parlamentarios por lo que hubo que ampliar en 50 el número de escaños al número original a la vez que se ampliaba el espacio destinado a las sillas del gobierno.

 

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No solo se amplió el espacio del Salón de Plenos, las necesidades del funcionamiento del Parlamento llevaron a trasladar el conjunto de las colecciones del Museo de Arte Moderno al Palau Nacional de Montjuïc. Desde 2004 el Parlament ocupa de forma exclusiva el antiguo edificio del arsenal. Un último cambio tiene lugar en el 2012, cuando la mesa del Parlament decidía reponer el escudo de las cuatro barras en la fachada. Volvía a la fachada del edificio lo que el franquismo hizo desaparecer.

Si se desea visitar el edificio se puede pedir visita en su web.

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