Visión anarquista de la Guerra Civil
El Arxiu Fotogràfic de Barcelona presenta una exposición centrada en la gráfica anarquista del conflicto bélico.
Uno de los puntos más vistosos de la ciudad es la confluencia de Plaça Catalunya con Passeig de Gràcia. A la derecha, con sus torres, la casa Pascual i Pons de Enric Sagnier Villavecchia, construida entre 1890 y 1891, y a la izquierda, un vistoso y anodino edificio clasicista, obra del arquitecto Eusebi Bona i Puig, construido entre 1941 y 1942, que albergó el antiguo edificio de Banesto y hoy acoge Apple house. En este rincón de plaça Catalunya estuvo situado uno de los edificios más interesantes de la Barcelona de la mitad del siglo XX, una joya de los tiempos de nuestros abuelos.
PRIMERO FUE UN CAFÉ
Artur Vilaseca, que en 1888 había abierto, en medio de la plaça Catalunya, el singular Gran Café del Siglo XIX, popularmente conocido por su ligereza como La Pajarera o La Gàbia, emprendió un nuevo negocio de la mano de “americanu” Ramon Pou i Riu. Obligado a trasladar su café a la Ronda Universitat encontró en Pou a la persona ideal ya que era propietario de varios terrenos en la ciudad entre ellos los situados en la esquina plaça y Passeig de Gràcia. Allí pensó en su nuevo negocio. Un café de categoría. El encargado del proyecto fue el arquitecto Francesc Rogent, hijo del gran arquitecto Elies Rogent y autor de interesantes obras fuera de Barcelona como la reforma del Cau Ferrat para Santiago Rusiñol en Sitges y arquitecto de la ciudad de Badalona.
Era un edificio modernista pero de un modernismo atenuado, sin una excesiva carga decorativa. En la fachada dominaba el cristal que se sustentaba en una estructura de madera, siguiendo la esquela de la Pajarera. Todo el edificio eran grandes ventanales, que se repartían a lo largo de los muros y proporcionaban al local una iluminación constante.
Tenía dos pisos. En la planta baja, café y restaurante, destacaban las mesas de billares que aparecían en los anuncios del local como academia del billar. En el centro había una gran claraboya de vidrios de colores y una enorme araña monumental con 50 puntos de gas que garantizaba la luz nocturna. En el primer piso también había mesas de café y otro buen número de mesas de billar aunque lo que más atraía a las gentes era su terraza y las panorámicas que ofrecía sobre la plaza, entonces muy diferente de la actual. Debió ser el mejor lugar para ver y ser visto, no sólo lo fue de este primer local sino de todos los que le sucedieron, la terraza del Colón fue algo importante durante más de medio siglo en la historia de Barcelona.
Abrió puertas el 26 de mayo de 1897 como Gran Café-Restaurant Colón y desde el principio fue tan grande el éxito que sólo 5 años después se pensó en convertirlo en hotel.
CRECIÓ COMO UN PEQUEÑO HOTEL
El proyecto arquitectónico de ampliación del viejo café en Hotel, también de estilo modernista, era obra de Andreu Audet “el de la barba roja”, arquitecto especializado en construir teatros, en el Paralelo levantó el Apolo y el Onofri (hoy Condal), el Edén en Nou de la Rambla o el impresionante casino de l’Arrabasada en el Tibidabo.
El 20 de octubre de 1902 se inauguraba el Gran Hotel Colón. El edificio era muy similar a su predecesor ya que conservaba los grandes ventanales en el café de la planta baja. Sólo tenía un piso más que su antecesor, constaba de planta baja y dos pisos con una vistosa cúpula en la esquina con Passeig de Gràcia. El hotel ofrecía 60 habitaciones en una época que en Barcelona apenas había hoteles, alojarse a principios del siglo XX en la ciudad era hacerlo en el Cuatro Naciones, Falcón, Oriente, Continental, Inglaterra y España.
Desde el primer momento quiso ofrecer un toque de distinción y este fue un servicio de carruajes propio.
Como nota curiosa en el recinto del hotel se instalaron dos salas de cine, en 1897 se abría el Cinematógrafo Georges Demeny y el 1901 el Bioscope. El hotel modernista estaba abierto a la modernidad.
El aumento del prestigio aconsejó ampliar el establecimiento y a partir de 1916 fue reformado y ampliado, modificando totalmente su aspecto externo.
MADURÓ COMO UN GRAN HOTEL
El proyecto de reforma se encargó al prolífico arquitecto Enric Sagnier que convirtió el pequeño hotel en un enorme edificio de siete plantas con 200 habitaciones, modernas, confortables y con baño. Para mantener la actividad del hotel la remodelación constó de dos fases, los trabajos se realizaron en el hotel en dos mitades.
En 1918 se inaugura y destaca por su nueva estética noucentista y el lujo del conjunto, especialmente en su restaurante de la planta baja. Además del lujo se ha destacado la gran variedad de su oferta hasta el punto de Lluís Permanyer afirmaba que alguien podía pasarse un día entero sin necesidad de salir del hotel. Llegó a tener una Taverna Andalusa con cuadro flamenco, un cabaret donde por primera vez se atrevieron a acudir las mujeres que fumaban y cruzaban las piernas sin escandalizar a la clientela o un bar Americano con un barman de primera categoría.
La fachada terminaba en unas enormes letras que reproducían el nombre del hotel.
Sempronio explicaba que el Hotel Colón no aceptaba entre su clientela a artistas de revista ni de café-concert. Entre sus inquilinos estuvo María Guerrero que a la vuelta de América ocupó una planta entera, el escritor Paul Morand, el boxeador Uzcundun, Lindberg, Albert Einstein o el matrimonio Churchill.
Cuentan que a los barceloneses de la época les causaba admiración el portero del hotel, un enorme ruso, Wladimir, que lucía el uniforme como nadie. También era una institución barcelonesa la florista Elisa que vendía en el hotel.
También el edificio, ahora noucentista, se unió a la modernidad. Un acontecimiento histórico tuvo lugar el 14 de noviembre de 1924 cuando desde la cúpula se emitieron el primer mensaje de “radiotelefonia” desde la emisora EAJ-1 Radio Barcelona inaugurada que un año después se trasladaría al carrer Caspe.
Y el Hotel fue parte de la historia de Barcelona no solo por su paisaje y sus espacios sino por su fauna humana, lo más representativo de la ciudad se reunía en el local en concreto en la terraza fue lugar de encuentro de tertulianos, cuenta Lluis Permanyer que hubo tertulia de médicos, de artistas, de radicales, de agentes de cambio y bolsa, de miembros de la magistratura… pero que si había una destacada era la llamada del Gai Saber en la que militaban Matheu, mossèn Garriga, Agulló, Puget, Toda, Morera i Galícia, Vives, Cabot i Joan Maria Guasch al que llamaban “trimestre” ya que ganó tres veces en els Jocs Florals. Otra de las tertulias era la quie se reunía alrededor de Sagarra, con asiduos como Planes, Gifreda, Cabot, Llates, Duran Reynals… También alrededor de Lluis Plandiura, que en 1929 se hizo cargo de la gestión edificio, había una tertulia artística en la que participaban Xavier Nogués, Borrell i Nicolau, Dunyac, Labarta, Mompou, Ynglada, Porta, Xiró, Casanovas, Cabanyes, Mercade, Junoy, Canals, Campmany; Limona, Amadeu Hurtado. Y no faltaron, en medio de este grupo de artistas del noucentisme, los representantes de la vanguardia ya que alrededor de Sebastià Gasch se reunían Foix, Dalí, los críticos Díaz-Plaza y Montanyà, el escultor Àngel Ferrant y también se añadía el poeta Federico García Lorca cuando visitaba la ciudad.
ENFERMÓ DURANTE LA GUERRA
El Hotel Colón vivió los tiempos convulsos de la guerra civil. El 19 de julio del 36 fue uno de los puntos donde se hicieron fuertes algunos de los militares golpistas y tras la rápida recuperación de la ciudad a la causa republicana se convirtió en la sede de las Juventudes Socialistas Unificadas, del PSUC y de la UGT, la fachada del Hotel Colón con retratos de Lenin, Trotsky y variados eslóganes se convirtió en un anuncio.
MURIÓ TRAS LA GUERRA
El desenlace de la guerra civil y consiguiente cambio de régimen significó la desaparición del edificio. Sin duda el haber sido durante años la cara de la república le costó seguir en pie. Además los nuevos tiempos trajeron nuevos gustos estéticos y nuevos cambios de propiedad. El viejo edificio dejaría paso al edificio diseñado por Eusebi Bona y que hoy acoje la Apple house.
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Nota: la mayor parte de la información procede del libro:
Lluís PERMANYER Biografía de la Plaça de Catalunya, Ed. La Campana
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