Visión anarquista de la Guerra Civil
El Arxiu Fotogràfic de Barcelona presenta una exposición centrada en la gráfica anarquista del conflicto bélico.
La confluencia de dos de las principales vías del Eixample, Passeig de Gracia y Diagonal, constituye un espacio especial. Aunque no es más que un cruce se tiende a denominarla plaza y así ha ido cambiando de nombre. La historia de este singular rincón ciudadano ha sido tan convulsa como la historia del país. Cada cambio político ha tenido allí su reflejo y ha añadido un nuevo capítulo a la historia de este transitado lugar. Una historia que, aunque muy conocida, merece ser recordada.
El Cinc d’Oros
Una vez se afianza la urbanización del Eixample tras la aprobación del Pla Cerdà (1860), se pensó que la zona que nos ocupa tuviera cuatro círculos, a modo de aceras circulares, en cada una de las esquinas de las vías que confluyen y una de mayor en el centro. Los ciudadanos de Barcelona, siempre ocurrentes, viendo la similitud del lugar con la carta de la baraja lo denominaron el “Cinc d’Oros”, un nombre que arraigó entre los barceloneses.
Las farolas de Falqués
Poco tiempo después, la zona se ornamenta con un conjunto de seis farolas diseñadas por el arquitecto municipal Pere Falqués. Las farolas se instalan en 1909, en el perímetro de la plaza, delante de las principales vías que allí confluyen. Son muchos los que afirman que la instalación de las farolas trajo consigo el nombre popular, algo que no parece que así sea ya que el numero de seis farolas, como muestran las imágenes, no se corresponde con la carta de la baraja.
Cuando el tráfico empezó a ser más intenso las farolas empezaron a molestar y por este motivo se retiraron en 1957. Volverían a ocupar un lugar destacado en la ciudad en 1985, cuando se instalaron en la Avinguda Gaudí donde aún las podemos ver.
La república desnuda como las vedettes
Mientras, se quiso que el espacio central recibiera un tratamiento especial mediante un monumento. Antes de las farolas, el Ayuntamiento había decidido levantar tres monumentos al Dr. Robert, a Jacinto Verdaguer y a Pi i Margall, éste último en el lugar que nos ocupa recibiría así el nombre de plaza Pi i Margall.
La idea se concreta en 1908, se elige entonces un vistoso proyecto obra de Miquel Blay. Aunque se realizan hasta dos ceremonias de inauguración en años posteriores, la obra no se levantará y con la dictadura de Primo de Rivera queda desestimada.
Pasados los años, la llegada de la Segunda República reimpulsa la idea de un monumento a Pi i Margall. Se replantea el proyecto, los arquitectos Adolf Florensa y Joaquim Viaseca son los encargados del nuevo diseño que queda reducido a un sencillo obelisco coronado con una alegoría de la República y un medallón con la imagen del que fuera presidente de la Primera República. Tampoco su erección será tarea fácil y será finalmente inaugurado el 12 de abril de 1936, con la presencia de las principales autoridades con Lluís Companys a la cabeza.
Para la alegoría de la República se organizó un concurso que fue ganado por el escultor Josep Viladomat. Como era normal la República era representada por la figura de una joven desnuda símbolo de pureza y verdad.
La desnudez de la imagen dio lugar a una simpática anécdota. Los ciudadanos llamaron a la escultura Margarita Carvajal, una vedette mejicana afincada en Barcelona, que hacía furor en los escenarios de la época y que tuvo un sonoro romance con el president del Parlament de Catalunya Joan Casanovas. La comparación venía del hecho que decían que ambas, la vedette y la estatua, “tenen gràcia al cul” (con la que fue dotada la artista y la antigua vila la estatua).
Plaza de la Victoria o del Loro
Menos gracioso fue el siguiente capítulo de la historia del monumento. El 26 de enero de 1939 las tropas franquistas entran en la ciudad y con el cambio de régimen cambia el monumento.
Justo un año después de la caída de Barcelona se procedía a la transformación del monumento. La escultura de la republica será retirada y guardada en un almacén municipal con otros monumentos antipáticos a la dictadura. La imagen será sustituida por otra que simboliza a la Victoria que se coloca en la base. Un dato curioso es que la nueva escultura, obra de Frederic Marès, había sido presentada también al concurso anterior y relegada por la Viladomat. Por imperativos morales de los nuevos gobernantes, Marès tuvo que vestir su imagen, que aparecía cubierta con una túnica. En el momento de su inauguración, el conjunto se dotó de una rimbombante inscripción que rezaba: “A los heroicos soldados de España que liberaron de la tiranía rojo-separatista. La ciudad agradecida”. La plaza recibiría el nombre de plaza de la Victoria, de la misma manera que la Diagonal se denominaba del Generalísimo.
Y se corona con un águila imperial lo que dio al conjunto el nombre popular, e imagino que clandestino de plaza del loro. El águila no estuvo mucho tiempo sobre el obelisco ya que con la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial el régimen franquista se alejó de la estética que recordara su filonazismo y el águila voló al tiempo que se dejó de saludar brazo en alto.
El monarca y el lápiz
La llegada de la democracia supuso un nuevo capítulo de esta historia. En 1981, poco después de que fracasara el Golpe de Estado de Tejero se tomó la decisión de poner el nombre del monarca al cruce de ambas vías que desde entonces se denomina plaza de Joan Carles I como reconocimiento al monarca por su actitud en esos momentos complicados del monumento y su lugar de emplazamiento.
Los barceloneses quisieron que la Victoria fuera retirada y con alegría se asistiera a su desaparición en 2011. Unos años antes, en 1990, la vieja República de Viladomat volvió a las calles de Barcelona y encontró su lugar en la plaça Llucmajor. Al quedar el obelisco desnudo de toda simbología solo podemos aplicarle otro de los nombres populares con que los ciudadanos bautizaron el conjunto: el lápiz.
Capítulo final
Desde la retirada de la Victoria y ante los escándalos que acompañaron al monarca, hay una propuesta para volver a denominar el lugar con el nombre popular de Cinc d’Oros que no parece que termine de concretarse. El obelisco no se ha tocado y sigue sin una dedicación clara.
Pero no termina aquí la historia del monumento y su entorno. El artista Frederic Amat instaló una de sus obras en los viejos Jardinets de Gràcia, dedicados al poeta Salvador Espriu en 1991. Se trata de un surco de 17 m situado en medio del parterre de césped central de los jardines, tiene la forma exacta del obelisco que tiene enfrente como si fuera la huella que éste dejaría en el lugar si fuese abatido. Solc, que así se llama el monumento, es el particular homenaje al poeta que tuvo lugar entre los actos del Any Espriu.
El Arxiu Fotogràfic de Barcelona presenta una exposición centrada en la gráfica anarquista del conflicto bélico.
Escondida en la ciudad encontramos los restos materiales de muros, calles, tumbas y acueductos de la hija de Roma.
Ahora que Barcelona sale a la calle para reivindicar sus derechos recordamos una gran victoria de la clase obrera.
Un repaso a los orígenes de la emblemática arteria, desde finales del siglo XIX a la Guerra Civil.