Visión anarquista de la Guerra Civil
El Arxiu Fotogràfic de Barcelona presenta una exposición centrada en la gráfica anarquista del conflicto bélico.
Cuando los romanos, en el año 13 aC, buscaban el mejor lugar donde levantar la nueva colonia, lo buscaron junto al mar. Era necesario que la nueva colonia tuviera salida al mar ya que por él saldría hacia Roma el cereal que se obtenía en la plana central catalana, el vino que elaboraban en el llano barcelonés y el garum, la salsa favorita entre los antiguos romanos. El lugar elegido fue una pequeña colina, que se llamó después el Mons Tàber y que aún encontramos señalizado, con sus 16,9 m sobre el nivel del mar, en el carrer Paradís, en el corazón de la vieja Barcelona.
La antigua Barcino romana creció, primero en el siglo XIII y después en el XIV, con dos nuevos recintos amurallados. Hoy se puede reseguir el trazado de la vieja muralla en las actuales vías que delimitan Ciutat Vella. En el lado de poniente, la muralla del siglo XIV pasaba por las actuales Avinguda del Paral·lel, las Rondas de Sant Pau y de Sant Antoni y el carrer Pelai y la del siglo XIII llegaba hasta las Ramblas. Por el lado de levante, se extendía por lo que hoy es el centro del Parc de la Ciutadella y continuaba por la Ronda de Sant Pere y el carrer Fontanella hasta la parte alta de las Ramblas. Dentro de los muros existía un dédalo de calles que se fue llenando de edificios cada vez más altos, entonces sólo había una parte sin defensas: el mar. A los pies de la ciudad se desplegaba una playa donde salían y llegaban las mercancías a la ciudad.
LA MURALLA DE MAR, EL PUERTO Y LA BARCELONETA
Barcelona terminó amurallándose por el lado del mar a partir del segundo tercio del siglo XV. A causa de los peligros que las tempestades provocaban sobre la ciudad, ésta se cerró por su fachada marítima con la muralla de mar. Construida en el espacio donde hoy se levanta el Passeig Colom y el Moll de la Fusta se convertiría en el principal paseo de los barceloneses, atraídos en verano por el frescor de la brisa marina y en invierno por los cálidos rayos de sol. Ya que no era una molestia para el desarrollo de la ciudad, la muralla de mar sobrevivió a la terrestre, cuando ésta fue derribada en 1854. La muralla de mar se mantuvo y no fue hasta los tiempos de la Exposición Universal cuando dejó su lugar al ancho paseo actual.
Será poco después de la erección de la muralla de mar cuando se produjo en Barcelona la construcción de un primer puerto artificial. Se quería mejorar la actividad comercial que hasta entonces se centraba en una playa poco cómoda para el movimiento de las mercancías. A finales del siglo XV se toma la decisión de construir un dique perpendicular a la playa (hoy el Passeig Joan de Borbó comte de Barcelona) y que se dedicaría en exclusiva al comercio marítimo, con la ubicación de las naves, los espacios y las personas dedicadas a estos menesteres.
Este espacio terminará provocando importantes cambios en el litoral de la ciudad. Los sedimentos que las aguas del río Besós arrastra a lo largo de su recorrido se van depositando a un lado del nuevo dique y la línea marítima se mueve. Barcelona crece, la costa paulatinamente se va alejando y aparece un nuevo espacio triangular donde en 1753 se fundará por parte de las autoridades militares el barrio extramuros de la Barceloneta.
El mar será una fuente constante de riqueza, desde otros puertos llegan los bienes que la ciudad consume y de allí parten los que se elaboran en la ciudad. El mar principalmente es un espacio de labor. En las playas se concentran marineros pendientes de los barcos, los pescadores que salen cada mañana a faenar, los carpinteros (mestres d’aixa) que reparan las naves y los fajines que se encargan de mover las mercancías en el interior de la ciudad. Las gentes tienen una relación simple con el mar, aprovechándose de las ventajas que el mar les permite obtendrán alimento y riqueza pero aún estamos lejos del uso lúdico del mar.
LA COSTUMBRE DE LAVARSE EN EL MAR
El baró de Maldà, autor del Calaix de Sastre, crónica muy personal de lo que ocurría en la ciudad entre 1769 y 1816, explicaba que el populacho usaba el mar para lavarse: “Molta gent ordinària va a rentar-se a mar, buscant la bona ventura” (Mucha gente ordinaria va a lavarse al mar, buscando la buena ventura). Explicaba Lluis Permanyer en una serie de artículos de la Vanguardia que en 1786 enviaron a dos mujeres a la cárcel por haber sido sorprendidas lavándose. También cuenta que había baños en días señalados como en solsticio de verano o el día de Sant Cristóbal en el caso de los cerrajeros y guarnicioneros y baños por necesidad para los carboneros o los basureros y similares. La gente se lavaba poco y la gente humilde lo hacía en el mar. Se lavaban sin ropa y, claro, pronto se levantaron voces clamando decencia. En épocas lejanas el baño de mar se consideraba además de peligroso y poco saludable, un espacio con una gran carga de inmoralidad y pecado. Pero esto no habría de durar siempre.
NUEVOS USOS DEL MAR
Si la Barcelona industrial privatizó el mar al dedicarlo casi exclusivamente al comercio marítimo, llenando sus puertos de barcos y su fachada marítima de almacenes y la vía férrea, al ciudadano le quedó el consuelo de poder satisfacer sus ratos de ocio mirando al mar. Por un lado se acercaba al mar para disfrutar de la gastronomía y es que los pescadores empezaron a ofrecer, cocinado, parte de sus capturas en un espacio que fue adquiriendo fama por la calidad y cantidad de su oferta así como también por la libertad que ofrecía en una ciudad con pocos espacios de ocio. Por otra parte, hubo un acercamiento al agua, buscando el refrescarse, el contactar con la naturaleza y las bondades de unas aguas que dejarían de verse perjudiciales gracias a las nuevas ideas médicas. Como el mar estaba prácticamente cerrado se habilitarían espacios dedicados al baño.
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