Visión anarquista de la Guerra Civil
El Arxiu Fotogràfic de Barcelona presenta una exposición centrada en la gráfica anarquista del conflicto bélico.
De los monumentos barceloneses el que tiene peor valoración es el dedicado al insigne Antonio López y López, marqués de Comillas y Grande de España. Está situado en la recoleta plaza que lleva su nombre, en la parte baja de la Via Laietana, a la espalda del edificio de la Llotja. No es que sea un monumento estéticamente desagradable, los hay mucho peores, el motivo de su rechazo es el personaje al cual está dedicado.
El motivo de la antipatía hacia Antonio López y López es su pasado oscuro que lo relaciona con el tráfico de esclavos que en Cuba fue legal hasta 1886. Y es que Antonio López y López tocó todos los negocios y el del tráfico de esclavos fue uno más, seguramente el más lucrativo y el menos publicitado de los que llevó a cabo el ilustre indiano.
Origen humilde
Su biografía oficial empieza por su nacimiento, el 12 de abril de 1817, en una humilde familia montañesa. Cuándo aún no había cumplido 6 años muere su padre y su madre, pescadera de oficio, queda con tres hijos. Antonio es el mediano, va a Lebrija a trabajar en un negocio de una tía suya, a Jerez y a Cádiz y, poco después, con 14 años se embarca hacia Cuba. Trabaja como mozo para todo durante diez años. Se suele decir que el primer negocio que lleva a cabo es fletar harina desde Santander y que le proporciona un capital. Se establece en Santiago, monta un baratillo en los bajos de un edificio propiedad de Andrés Bru, un hombre de negocios de Barcelona. En 1844 le arrenda el local y en 1848 se casa con su hija Luisa en la iglesia del Pi. Con la dote de su esposa y el apoyo financiero de su suegro los negocios del Antonio López van viento en popa. Se asocia con su hermano Claudio y otras personas, abre una tienda de ropa, compra ingenios de caña de azúcar, cafetales y acierta cuando pone sus ojos en los barcos, el primero que compra, a la armada española, es el vapor General Armero que puso a navegar entre Santiago y Guantánamo.
Se instala en Barcelona, en 1853, con su mujer y sus tres primeros hijos (su heredero, Claudio, nacerá a la llegada de la familia a Barcelona), quienes, tres años antes, habían abandonado la isla a causa de una epidemia. El marqués crea la sociedad naviera Antonio López y Compañía con barcos que navegan, con escalas, entre Marsella y Cádiz. Cede sus barcos para el traslado de tropas a África (1859-1860) y adquiere en subasta el servicio de correo con Cuba para el que compra los barcos París y Ciudad Condal. Después tendrá también el servicio de correo con Puerto Rico y Santo Domingo que se hace con nueve barcos. Amplia sus negocios participando, en 1863, como accionista destacado del Crédito Mercantil que invierte en la urbanización del Ensanche y la construcción y ampliación del servicio de ferrocarriles. De nuevo presta sus barcos al gobierno que envía tropas a Cuba para sofocar la Guerra de los diez años (1868-1878) y su continuación la Guerra chiquita (1879-1880). El marqués emitió, por buen precio, hasta 400.000 pasajes y prestó 25 millones de pesetas al Estado.
En 1871 la familia se instala a vivir en el Palau Moja, en las Ramblas. En 1876 funda el Banco Hispano Colonial. Pero todo son alegrías, ese mismo año, Antonio, el hijo primogénito, fallece a causa de unas fiebres. Para recordarlo, con misas en el palacio, Antonio López llama al joven cura Jacinto Verdaguer.
En 1878 es ennoblecido con el título de marqués de Comillas, se le agradecen los servicios prestados. En 1881 su compañía naviera, ahora sociedad anónima, pasa a llamarse la Compañía Trasatlántica y ese mismo año funda la Compañía General Tabacos de Filipinas. Todo va perfecto en la casa de los López que invitan al monarca Alfonso XII y a su familia a pasar sus vacaciones en Comillas los veranos de 1881 y 1882. El rey agradecido no tarda en nombrarlo Grande de España, es en 1881.
Una enorme fortuna
Antonio López nació pobre, en Comillas (Cantabria), se hizo rico en Cuba y murió, inmensamente rico, en Barcelona, el 16 de enero 1883. El cuñado del difunto, Francisco Bru, conocido como Pancho, quien había trabajado con él desde muy joven, escribió a su muerte un pequeño librito, La verdadera vida de Antonio López y López, donde explica lo que no se había dicho hasta entonces del homenajeado. Uno de los párrafos se refiere a la fortuna acumulada por tan insigne personaje.
“La fortuna que ha dejado Antonio López data principalmente de las empresas acometidas por éste veinte años antes de fallecer.
Es inverosímil adquirir tal caudal en tan corto plazo (…) Supongamos que existiera un hombre, tan afortunado, que la suerte le favorezca con todos los premios mayores de la lotería nacional durante 20 años consecutivos (…) no hubiese recogido cuarenta millones sino ¡veintisiete¡
Imaginad cuantas y cuantas habilidades habrán sido necesarias para reunir aquel monstruoso caudal.
Cuarenta millones no representa la ganancia adquirida en veinte años de una destreza sin rival y de una suerte inaudita, sino la parte líquida recogida por Antonio López durante dicho periodo, después de cubiertos sus gastos personales y los de su casa siempre considerables y aún espléndidamente regios”.
Un bello monumento para un hombre importante
Cuando alguien muere se multiplican los elogios, los halagos y las alabanzas hacia su persona, que son proporcionales a su riqueza. Así el marqués, muy ilustre hombre de negocios, recibió los más altos elogios en el momento de su muerte, incluso el monarca se lamentó de tan terrible pérdida.
En honor a Antonio López y López se erigió un monumento en medio del passeig d’Isabel II, cerca del puerto, donde habían tenido lugar sus negocios. Había muerto en enero de 1883 y la primera piedra se puso el 24 de setiembre del mismo año y, casi un año después, el 13 de setiembre de 1884, se inauguraba.
La parte arquitectónica del monumento fue concebida por Josep Oriol Mestres que era el arquitecto de la catedral, autor de la fachada, y de la de la iglesia de sant Jaume, en la calle Ferran, trabajó en los Camps Elisis, en el Liceu y en la ampliación del Banco de Barcelona al principio de la Rambla.
En la parte más alta estaba situada la estatua de Antonio López realizada por Venanci Vallmitjana i Barbany, autor de las alegorías del Comercio y la Industria a la entrada de la Ciutadella o la Fuente de Diana en la Gran Via.
El pasado del marqués hizo que el monumento fuera criticado y se le denominó popularmente El Negro Domingo o López el Negro. Las iras populares estallaron en 1936, durante los primeros días de la guerra, la imagen fue derribada. El marqués era la encarnación de lo peor de la sociedad contra la que se luchaba. En 1944, Frederic Marès la restituyó. La nueva imagen coincidió con un traslado del monumento a su emplazamiento actual. Esta segunda estatua, la que representa al homenajeado, por coherencia, debería ser eliminada. El Museu Marès debería acogerla.
Las cuatro caras del monumento presentan cuatro relieves, cada uno de un escultor distinto. Son cuatro alegorías de los negocios del marqués realizados por los mejores escultores de la época. Además de la imagen del homenajeado, que corona el monumento, en las cuatro caras se pone el énfasis en las actividades comerciales, en los negocios que emprendió según su biografía oficial. Estos relieves justifican que subsista el monumento. Son de una excelente factura, llenos de detalles.
Dos figuras femeninas sostienen, una, un libro de contabilidad y, la otra, el caduceo de Mercurio.
Alegoría del Banco de Crédito Mercantil y del Banco Hispano Colonial, realizado por Lluis Puiggener. El escultor había levantado el monumento a Prim en la Ciutadela (también eliminado en la guerra civil) y trabajó en la fachada de la Granja Martí y Codolar. También trabajó en imaginería religiosa y funeraria, en el Poblenou trabajó en el panteón de la familia Serra.
Dos figuras femeninas sobre ruedas aladas, sostienen los escudos de España y Francia.
Alegoría de la unión de ferrocarriles con Francia, realizado per Joan Roig i Solé. Autor de la Dama del Paraigües de la Ciutadella, de las arquivoltas, Santa Eulalia y la Inmaculada de la fachada de la catedral y La Industria en la fachada del Bolsín.
Una figura femenina, con un niño a sus pies, con vestidos al viento, sosteniendo un ancla con una mano, y un timón en la otra.
Alegoría de la Compañía Transatlántica Española de Rossend Nobas. Autor del Mercurio del Bolsín, de la Quadriga de l’Aurora en la cascada del parque de la Ciutadella, del monumento a Rafael Casanovas y del monumento a Joan Güell i Ferrer en la gran Via (también derribado durante la guerra civil con los relieves originales).
Una figura femenina con un joven que sostiene un incensario y una planta de tabaco.
Alegoría de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, realizado por Francesc Pagès. Autor de las figuras de Mercurio y la Navegación en la fachada de la antigua sede de la Compañía General Tabaco de Filipinas en la Rambla (hoy hotel 1898), las dos figuras de Fides y Spes en el Cementiri del Poblenou y el grupo que representa a Jaume Ferrer de Blanes en el momento a Colón.
El David del Goliat de los millones
Asociado al monumento debería estar el libro que escribió su cuñado. Un libro sin desperdicio, de lo escrito por Pancho Bru es especialmente interesante la justificación que hace para escribir lo que va a contar, escribió en las primeras páginas:
“Este libro no es una venganza ni una especulación como puedan tal vez suponer almas viles que juzgan a los demás por sus propios sentimientos. Este libro es principalmente un castigo y después una vindicación (…) Muchísimo he vacilado antes de darlo a luz. Soy enemigo del escándalo por temperamento y educación (…) Son estas páginas un justo castigo a la orgullosa insolencia, a la necia fatuidad, a los perversos sentimientos de su familia principalmente de su hijo y continuador (…) Al escribirlas cumplo mi deber. Tengo el convencimiento que soy la piedra que ha de atascar el carro de la inmensa fortuna de los marqueses de Comillas. Díceme el corazón que he de ser el David de ese Goliat de los millones.
Francisco Bru expone que si su sobrino Claudio, el heredero, renuncia al monumento, aparece en público, se retracta y devuelve lo que le había quitado a la familia, él renunciará a publicar lo que escribe. Pero no fue así, sino todo lo contrario, y denuncia que se produjo
“(…) una inauguración precipitada que tenía todos los caracteres de un hecho clandestino (…) Me forzaba en combatir la erección del monumento por considerarlo deshonroso para Barcelona (…) No he podido impedir se levantara la estatua de Antonio López y López ¿no es mayor castigo el derribo de lo edificado que impedir la edificación? Yo no dudo que el tiempo os reserva ese terrible y afrentoso castigo Marqués de Comillas”.
Debería hacerse público el libro como el anti-homenaje al marqués. Detrás de todo hay una pésima relación familiar. La relación de Antonio López y su cuñado merecería un culebrón.
“Desde hace más de 30 años existía entre Antonio López y López, casado con mi hermana Luisa, y el autor de estas líneas, una guerra terrible y sin cuartel, unas veces sorda, otras manifiesta, pero siempre implacable. Los orígenes de esta lucha y de este odio mutuo son complejos…
Mi cuñado me combatía sin piedad por todos los medios que le daban su aviesa intención e inmensa fortuna y yo me defendía con energía y ferocidad, valiéndome en cuanto podía golpe por golpe, herida por herida. Ni una sola vez en treinta años pensé capitular; ni un solo minuto sentí modificar mis sentimientos en contra suya; nuestro odio recrudecía solo al cruzarnos por casualidad en la calle o al oír accidentalmente nuestros nombres.
Muerto alcanzó de mí lo que jamás alcanzó si hubiera alcanzado en vida: un saludo”.
Y llegados a este punto Francisco Bru se despacha a gusto, retratando a su cuñado como un explotador
“Su ilustración era casi nula, poseyendo casi únicamente las superficiales y vulgares nociones adquiridas con la lectura de algún periódico y lo que su excelente memoria retenía de las conversaciones tenidas y de los debates a que cual mudo asistía o cual estatua presidía. No poseía idiomas, ni profundos conocimientos de cálculo, ni conocía el globo comercial, ni sabía una palabra de legislación mercantil comparada ni tenía noción de la ciencia económica, ni jamás supo estudiar las necesidades financieras de los mercados, ni comprender las causas de las fluctuaciones en éstos de los valores (…) Si el comercio fuese el arte de explotar al prójimo abusando de sus necesidades (…) Si se admitiese el funesto principio que en materia de negocios, son lícitos todos los medios sin excepción con tal que no caigan bajo la jurisdicción del código penal, el engaño, el fraude, la superchería (…) Si todos aceptasen el vulgar aforismo, una cosa es el negocio y otra cosa es la amistad, como si debiese considerarse siempre como un enemigo a aquel con quien se contrata, como si los negocios hubiesen de estar reñidos con todo noble sentimiento (…) Si esto se elevase a la categoría de principio indiscutible Antonio López y López poseía para el comercio y los negocios cualidades naturales en grado máximo y superlativo: era casi un genio (…) Pero si se considera al comercio como una honrosa y noble profesión. Si se reconoce que el comercio es una mediación entre el productor y el consumidor, que favoreciendo los intereses de ambos favorece también los del tercero o mediador. Si se sienta el principio que los hombres de negocios deben facilitar las transacciones entre particulares, cooperar al desarrollo y circulación general de la riqueza particular y pública, ayudar a sobrellevar y esforzarse en dominar las terribles crisis económicas…
Antonio López cerebro activo siempre caldeado por el afán del lucro, ganancia a todo trance”.
Según escribe pancho Bru, éste hombre de negocios sin escrúpulos se cebó en su familia política que se convertiría en una de las víctimas del marqués
“Sépase en primer lugar que soy y toda mi familia ha sido una víctima de Antonio López y López quien nos despojó de cuanto poseíamos con objeto de hacerlo servir de base a su fortuna.
Empleaba en su comercio nuestras rentas, mandaba a mi padre lo que quería, le presentaba las cuentas que le convenían, simulaba ganancias asombrosas, fingía pérdidas extraordinarias, balanceando el movimiento de tal modo, que siempre dejaba embaucado a su suegro con la expectativa de negocios fabulosos”.
Y confiesa la fuente originaria de tanta riqueza, algo que nadie había explicado
“¿Quiere saberse ahora el comercio que el insigne Antonio López hacia? Traficaba en carne humana; era comerciante negrero. Compraba en Santiago negro a bajo precio y lo enviaba a La Habana y a otros puntos de la isla, donde los vendía con más o menos ganancias, pero siempre con una ganancia muy alta, porque como la trata estaba prohibida y castigada, había falta de brazos y los negros eran muy buscados (…) López se entendía con los capitanes negreros, y a la llegada de los buques, compraba todo el cargamento, o la mayor parte de él, en compañía de otros o sin ella … De este modo ganó muchísimo dinero”.
Antonio López y López es el primero de una lista de personajes controvertidos por su pasado vinculado a la trata de esclavos. Lista que incluiría a otros tantos prohombres ricos de su tiempo. En esta lista aparecerían Josep Xifré, fundador de la Caja de Ahorros de Barcelona y que promovió la construcción de edificio cerca del monumento al marqués; Miquel Biada promotor del ferrocarril entre Barcelona y Mataró, el primero de la península; Joan Güell i Ferrer, consuegro del marqués y padre de Eusebio, mecenas de Gaudí, creador de la fundición La Barcelonesa, precedente de la Maquinista Terrestre y Marítima, y del Vapor Vell de Sants, persona que cuenta con otro monumento en la Gran Via con Rambla Catalunya también derribado durante la guerra civil… Una historia a menudo silenciada y poco conocida que hacen bueno aquel dicho de que el dinero casi nunca tiene un origen limpio. No es extraño, pues, que más de uno se plantee si es lícito que en nuestras calles se homenajee a un personaje controvertido, al cual en su momento se levantó un monumento en su honor, la imagen del cual fue derribada durante la guerra civil y que se restituyó en pleno franquismo y que aún está en la plaza que lleva su nombre. ¿Qué se debe hacer con el monumento ahora que se cumplen 200 años del nacimiento de aquel al que está dedicado? No lo sé, pero que si se ha de hacer algo que nos salga barato. Ya se le quitó al marqués de Comillas la avenida que tenía dedicada en Montjuïc y se le dedicó a Ferrer i Guàrdia, como mínimo la plaza de Antonio López debería cambiar de nombre.
Notas
El Arxiu Fotogràfic de Barcelona presenta una exposición centrada en la gráfica anarquista del conflicto bélico.
Escondida en la ciudad encontramos los restos materiales de muros, calles, tumbas y acueductos de la hija de Roma.
Ahora que Barcelona sale a la calle para reivindicar sus derechos recordamos una gran victoria de la clase obrera.
Un repaso a los orígenes de la emblemática arteria, desde finales del siglo XIX a la Guerra Civil.