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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
Es increíble que la sociedad norteamericana de la década de los 30 se pareciera tanto a la que vivimos hoy. Parece que los años no pasan, que nada cambia, eso sí, sólo cuando hablamos de cosas malas. Porque lo bueno parece que ni siquiera has empezado a saborearlo y ya se ha ido.
“Váyanse, esta tierra ahora es del banco”. Esta es la realidad en la que nace “Las uvas de la ira” y con la que la familia Joad se encuentra mientras viven los míseros días de la Gran Depresión norteamericana, allá hacía la segunda mitad de los años 30.
Una pobre familia de campesinos, que no tienen más propiedad que la tierra que han labrado durante toda su vida, que han heredado de sus padres, de sus abuelos… les es arrebatada bajo la extorsión de los bancos y sin que puedan hacer nada para evitarlo.
La Gran Depresión es algo que en estos días no nos puede resultar indiferente o desconocido. Ahora se habla de crisis, paro, deuda… En el escenario en el que se instala “Las uvas de la ira”, el 25% de la población activa se encontraba en paro. Y mientras la inmensa mayoría vivía una situación traumática, los bancos seguían incrementando sus ganancias y grandes magnates como los Rockfeller y los Kennedy salían beneficiados de la situación.
La familia Joad, incapaz de frenar su maldito destino, debe abandonar su hogar porque ya no lo es. Ahora pertenece al banco. ¿Cómo debe ser perder de un día para otro tu casa? ¿Cómo debe ser comprar un vehículo –que se cae a trozos- poner en él lo poco que te queda e irte bajo un destino incierto? ¿Cómo debe ser no saber qué te depara el futuro, el mañana o incluso esa misma noche?
“Las uvas de la ira” es la historia de una familia que emprende un viaje por la carretera 66 desde Oklahoma hacía el oeste, hacía California, en busca de mejores condiciones de vida y trabajo. Eso es lo que dicen “allí hay trabajo, allí podremos volver a empezar”. La promesa de un paraíso californiano provoca que emprendan un éxodo rural que hizo que millones de personas emigraran en busca de oportunidades. En su tierra ya no les quedaba nada.
El camino que parece conducir a la liberación se convierte en un arduo periplo en contra de las penalidades de la emigración –porque de repente son “asquerosos emigrantes” en su mismo país- y la amenaza de la desintegración de la familia.
Es paradójico recordar cómo la propia gente del oeste los recibe. Como a auténticos intrusos desharrapados, usurpadores del poco trabajo que hay y portadores de problemas.
“- ¿Okie? ¿Qué es eso?
- Antes significaba que venias de Oklahoma. Ahora quiere decir que eres un cerdo hijo de perra, que eres una mierda.”
En definitiva, “Las uvas de la ira” es una historia de explotadores y explotados. De una familia que lucha por sobrevivir, de una madre de una entereza espectacular que vela día y noche para sacar a su familia adelante… Una historia que, desgraciadamente, vivimos hoy tanto como entonces.
¿Y cómo acaba? Quizás deberíais leerlo vosotros. Si no, os estaréis perdiendo un libro y una historia colosales.
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.