38-M

El pasado 29 de marzo, Barcelona secundaba la huelga general y los ciudadanos se manifestaron en Paseo de Gracia, donde arrojaron a los poderes públicos su sentimiento de indignación frente a las duras medidas adoptadas para tratar de poner freno a la crisis económica. Aquel 29-M, la emblemática avenida barcelonesa pareció más espaciosa porque tenían cabida sindicalistas, socialistas, disidentes de centro-derecha, comunistas, nacionalistas e incluso anarquistas. Tan heterogéneo conglomerado humano ofrecía un igualmente variado repertorio de discursos que abarcaban ataques a las medidas de Mariano Rajoy, reproches a los recortes de Artur Mas e incluso proclamas por la III República. Sin embargo, de entre todas aquellas reivindicaciones, una logró captar especialmente mi atención. Logré vislumbrarla entre la multitud, grabada sobre la luna del escaparate de Mango. Era un disparo a bocajarro, un directo de derecha escrito en spray rojo y rima consonante que decía: “La talla treinta y ocho me aprieta el chocho”.

Así es. Entre tanta política también hubo un lugar para la reivindicación de la mujer de a pie, esa que tiene preocupaciones más serias que seguir los consejos de la revista Elle para obtener unos glúteos de acero. No es de extrañar que esta protesta se hiciera sentir en Paseo de Gracia, donde los escaparates de las boutiques y franquicias de moda acomplejan a sus espectadoras ofreciendo un modelo de belleza femenina esculpido con la paleta de herramientas de Adobe Photoshop.

Afortunadamente, cada vez más voces críticas se alzan sobre ese imposible modelo. De un tiempo a esta parte, los estamentos de la moda han tomado cartas en el asunto y, aunque sólo sea para guardar las formas, demandan formas más redondeadas. Lo hace por ejemplo la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid y ahora también la revista Vogue: no hay lugar en ellas para figuras rectilíneas. Será que las curvas vuelven a ser chic. Indudablemente chic es el elenco femenino de Mad Men, la prestigiosa serie norteamericana que, además de rescatar al hombre más elegante y viril, ha roto una lanza por el antiguo modelo femenino, al que da cuerpo –y qué cuerpo- la voluptuosa pelirroja Christina Hendricks. Su sinuosa figura está emparentada con aquellas hembras alfa de Fellini, rubenescas mujeres que sólo necesitaban sujetar un cigarrillo entre sus labios para inflamar todos los encendedores a su alrededor.

A propósito de Mad Men, la publicidad también presenta síntomas de cambio y algunas marcas se suben al movimiento por una belleza realista: hace unos años, Dove sorprendía con su campaña Evolution, mientras que ahora es Campofrío quien alimenta otro modelo de mujer. Si bien son sólo unas pocas excepciones, sí parece claro que el fantasma de la anorexia ha sido desterrado de los departamentos de marketing. No en vano, el principal reclamo publicitario y absoluto sex-symbol de la última década es por consenso Scarlett Johansson, en cuya rotunda figura confían para sus campañas publicitarias marcas tan prestigiosas como Dolce & Gabbana, Moët & Chandon o Mango, que quizá habría evitado aquella furiosa pintada en Paseo de Gracia de no haber sustituido a la voluptuosa rubia por la mucho menos dimensionada Kate Moss. Será que los tiempos y las tallas están cambiando.

Fotografía: Víctor Ortiz Aladro