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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
La tristeza muchas veces implica lágrimas. Lo curioso es que cuando lloramos normalmente agachamos la cabeza y nos escondemos entre nuestras manos. Estar triste y llorar, implica en cierto sentido vergüenza. En sesión, lo más frecuente es que las personas (me) pidan perdón por llorar. Todo ello es muy significativo de cómo encaramos esta emoción.
Lo comprendí una vez en un taller en que el profesor, cuando me eché a llorar y me escondí entre mis manos, me levantó la barbilla y me dijo: no tienes nada de qué avergonzarte. Nunca nadie me lo había dicho y me pareció de lo más obvio. Además de reparador.
Decía en el anterior artículo que la tristeza se activa con la experiencia de la pérdida. Nos podemos fijar en una de las experiencias más vívidas de pérdida: los procesos de duelo. El duelo implica lidiar con varios sentimientos a la vez. El primero y frecuente es el de la negación. Hay una resistencia a aceptar que aquella persona ya no está. Ya no volveré a oír su voz, no volveré a sentir su olor, etcétera. También hay un enfado porque se ha muerto. Por supuesto, se dan tristeza, lágrimas y dolor. Hablaré del dolor en otra ocasión. Este proceso es necesario para poder digerir o encajar la nueva realidad. Es un proceso de despedida y reajuste a la nueva situación.
La immediatez a la que nos tiene acostumbrada la tecnología en los últimos años, se contagia como una epidemia. Cada vez toleramos menos todo lo que implique un proceso. Queremos pasarlo ya, resolverlo ya, todo rápido… y a otra cosa mariposa. Si no, sentimos irritación.
La tristeza en cierto sentido es como un duelo a muy pequeña escala. Nos cuesta aceptar lo perdido (la fase de la negación) y acostumbramos a tomar una actitud de archivar y carpetazo. Nos quedamos aquí. No hacemos el resto del proceso. Por decirlo metafóricamente, no hacemos la digestión. Así que al final, en algún momento, nos sentiremos empachados emocionalmente hablando.
A veces, hay pacientes que me comentan: no resuelvo nada llorando. No se trata de resolver sino de dar lugar y espacio a algo que fue importante. Y, en todo caso, se trata de aliviarse. ¿Quién no ha tenido esa sensación de aligeramiento después de un buen llanto? De haberse quitado una carga o deshecho el nudo en el pecho, el estómago o la garganta. O al menos haberlo descomprimido un poco.
Y luego hay que dar tiempo y espacio en lugar de querer resolver. Como con la maceración.
Además de la pérdida, la tristeza también se puede desencadenar porque las expectativas no se han cumplido. Lo veremos en el próximo artículo.
Agradecimientos:
A NomNam por el naming de la sección
Imagen de Pixabay.
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.