Gracias a un método de datación ideado por Jonas Frisen, ahora sabemos que tu cuerpo entero no tiene más de diez años de edad.
Categoría: Cultura | 4 abril, 2013
Redacción: Jaime Barber
Las células de tu cuerpo se encuentran en un constante proceso de renovación. Unas mueren y otras nuevas toman su lugar. Gracias a un método de datación ideado por Jonas Frisen, doctor en Biología del Instituto Karolinska de Estocolmo, ahora sabemos que tu cuerpo entero no tiene más de diez años de edad. Tus glóbulos rojos, tus células epiteliales o las que conforman los tejidos de tu corazón no tienen la edad que figura en tu DNI. Es como si constantemente te reencarnases, no en un colibrí o en un insecto palo, sino en ti mismo, un tú libre de la pesada carga del pasado.
Dicho esto: ¡deja de preocuparte por tus pecados de juventud! Ahora puedes afirmar que ya no el de entonces. Párate un momento a pensar en lo que supone eso. Echa la vista atrás y rebusca en los sumideros de tu memoria para encontrar esos momentos vergonzantes y despídete de ellos, porque a nivel celular todo eso le ocurrió a otra persona. Muchas son las partes de tu cuerpo que, por suerte, ya no son las de entonces:
EL VELO DEL PALADAR
¿Recuerdas tu Primera Comunión? Disfrutaste de un protagonismo estelar, regalos y hasta un sagrado sacramento, pero tu endemoniado paladar parecía no querer recibir el cuerpo de Cristo, que se adhirió a tu úvula hasta provocar un acceso de tos que expulsó la sagrada forma a toda hostia (si me permites el chiste). Tus compañeros de catequesis, aquellos cabroncetes vestidos de almirantes (ellos) o pasteles de crema (ellas) se mofaron de ti mientras el párroco te daba una segunda oportunidad que, ahora sí, culminaba el ritual eucarístico. Tus primos mayores aún recuerdan aquel incidente entre bromas, pero ahora puedes decirles con firmeza que tu paladar y tú ya no sois los de entonces.
EL TABIQUE NASAL
España-Italia. Cuartos de Final, siempre Cuartos de Final. Eran los tiempos de “Zubi”, de Caminero y, ay, también de Julio Salinas. Frente a ellos, la azzurra de Roberto Baggio y todos los complejos de inferioridad del mundo. Minuto 48: un centro de Goikoetxea al corazón del área busca rematador pero sólo encuentra a un Luis Enrique tendido en el césped con la nariz rota. Tassotti, ¿recuerdas? Todos lloramos con Luis Enrique, pero ni él ni nosotros somos los mismos. Las células cartilaginosas de su tabique nasal y las de todos nosotros sólo conocen las hazañas de la nueva Roja, ese pasodoble triunfal que, a base de toque y toque y toque, nos ha valido un Mundial y dos Eurocopas.
EL OÍDO INTERNO
‘Agíla’. Sí, ‘Agíla’. Sabes de qué estoy hablando. Escuchaste aquel disco de Extremoduro hasta rayarlo. Lo mezclabas con una ecléctica selección de artistas que, según el día, podía incluir a Platero y Tú, Joaquín Sabina o Metallica. Joder, hasta te gustaban Elefantes. Hoy reniegas de todo aquello ante los adalides del “postureo”, pero en tu fuero interno sabes que hubo un tiempo en que llevabas el pelo largo e imitabas al “Robe” ladrando aquello de ‘So payaso’. No sufras. Las células ciliadas cocleares del oído interno con el que disfrutabas del rock urbano hace tiempo que dejaron paso al organismo pluricelular trendy que eres ahora. Relájate y sigue escuchando a Mumford & Sons.
LAS GLÁNDULAS LACRIMALES
Domingo de brunch en un estiloso rinconcito del Born. Entre bocado y bocado a tu “pancake” comentas con tus amigos cuánto te ha gustado ‘Once maneras de sentirse solo’, una colección de relatos de Richard Yates. “Sí, el autor de ‘Revolutionary Road’. ¿No visteis la película de Sam Mendes? Sí, aquella en la que salían Leonardo Di Caprio y Kate Winslet”. En ese momento das un trago a tu “pink lemonade” para ahogar una confesión: sólo fuiste a verla porque querías reunirte diez años después con los protagonistas de ‘Titanic’. Hasta diez veces chocaste contra aquel iceberg en una sala de cine, hasta diez veces secaste tus glándulas lacrimales segura de que en aquella tabla de salvación había sitio para Jack. Tranquila, disfruta de tu almuerzo “hipster”: Leonardo, Kate y tú sois ahora muy diferentes y aquella adolescente descansa en las profundidades abisales del olvido.
La lista de momentos que merecen quedar atrás es interminable. Hemos querido evitar recordarte situaciones protagonizadas por partes de tu anatomía mucho más comprometedoras. No es necesario hurgar en tanta herida. Además, gracias a la regeneración celular todos estamos libres de viejos errores, al menos los cometidos hace más de diez años. Con el resto tendremos que cargar, pero el consejo de La Barbería es que dejemos a un lado todo remordimiento y aprovechemos esta primavera que brota para renacer más fuertes, más sabios, mejores.
Pulp – Something Changed
Categoría: Cultura | 4 abril, 2013
Redacción: Jaime Barber
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