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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
Una de las posibles caras de la tristeza es la melancolía, un sentir que ha hecho correr ríos de tinta históricamente. Valga decir que el médico Hipócrates (siglos V-IV aC) ya la utilizó como parte de su teoría de los cuatro humores para explicar por qué enfermamos. La relacionaba con una enfermedad del hígado. De hecho, melancolía etimológicamente significa “bilis negra”. Ha sido tema de reflexión incluso para la filosofía.
El estado de ánimo melancólico se detona en relación a algo del pasado, algo que ocurrió y que uno ya no tiene o ha perdido y echa de menos. Pero también alguien puede sentir la melancolía por echar de menos algo que no ha vivido y le hubiera gustado. Así que este sentimiento nos pone en contacto con la carencia.
Seguro que alguna vez has experimentado o te has puesto melancólico. Como por ejemplo, echar de menos una época de tu vida: la infancia, la adolescencia, la universidad, el primer amor… Si nos ponemos melancólicos muy probablemente es porque estamos comparando nuestro presente con vivencias pasadas. Y en esta comparación el presente sale perdiendo. Hace poco alguien me decía, y lo he escuchado en diversas ocasiones, que echaba de menos la época de sus veinte. La recordaba como una época de muchos descubrimientos, se sentía despreocupada, libre, fuerte, positivia, “creía que podía con todo“.
Sin embargo, una cosa es el estado, que es pasajero, y la otra ser un carácter melancólico. Alguien de temperamento melancólico parece tener puesto un acento metafísico sobre la futilidad de la vida. Acostumbran a ser personas introvertidas, intensas, reservadas, solitarias, creativas, intuitivas, pesimistas. Como cualquier carácter, tiene sus pros y sus contras. Sea como sea, merece existir. Lo digo por esta tendencia social de intolerancia hacia cualquier forma de expresión que nosea extrovertida, alegre y dicharachera.
Decirle a una persona con tendencia melancólica que se tome la vida de otro modo o que se anime, es como decirle a un ciego que mire. Antes de decir según qué, sería idóneo que nos parásemos a preguntarnos qué nos ocurre a nosotros con la tristeza, la aflicción o la melancolía, cómo nos manejamos con este sentimiento. Frecuentemente, hay detrás de algunos comentarios bienintencionados, personas a las que les cuesta tolerar sus propios pesares, que rechazan.
Os dejo con una música que recientemente descubrí y que me suena precisamente melancólica. Y hermosa. De Lévon Minassian & Armand Amar: Songs from a world apart.
Agradecimientos: A NomNam por el naming de la sección
Imagen de Pixabay
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No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.