Megamotivados

¿Qué te ocurre cuando escuchas historias (mega)motivacionales? ¿Te cansan u ofenden esas historias de vida exitosas? Normalmente siguen el patrón de: tuve un sueño/visión/etcétera, lo conseguí y ahora estoy aquí, compartiéndolo contigo y animándote a que tú también lo hagas, aconsejándote cómo conseguirlo u ofreciéndote el programa de diez pasos que te va a llevar al éxito como a mí.

Cada vez encuentro más y más personas, entre las que me incluyo, un poco -o muy- hartas de esta fórmula del éxito seguro. Leía hace poco en Facebook: <<que te haya ido bien a ti, no quiere decir que me funcione a mí tu método. Así que no hace falta que me des la tabarra>>.

Me parece que estamos un poco demasiado fascinados con estos cuentacuentos y speakers motivacionales que dejan de contar y poner émfasi en la otra cara del asunto: la constancia, la dedicación, incluso el azar, que implica iniciar, activar y llevar a cabo un proyecto. Porque a veces el azar tiene un papel muy importante. De repente a alguien le va bien o su proyecto le funciona y no sabe por qué. En cambio a otra persona no.

Sin embargo, parece que tenemos que estar midiéndolo todo y seguir pasos seguros. Tiene que haber causas y consecuencias y tienen que ser rigurosamente predecibles.

Hace poco vi un vídeo en el que hablaba un hombre de negocios que contaba lo siguiente: le había ocurrido varias veces lo de conseguir sus metas y, una vez allí, haberse dado cuenta que no era aquello lo que realmente estaba buscando. Por eso, decía, para ir directos, tenemos que tener desde el principio bien claro nuestro destino, si no, vamos a dar unas vueltas de lo más variopintas.

Me quedé sorprendida. ¿En serio se puede saber eso de antemano? De un plumón, borraba la posibilidad de precisamente aprender del propio camino. Me hizo recordar cuando tenía 17 años y tenía que escoger cuál iba a ser mi carrera.Estaba entre varias: periodismo, literatura, antropología… Recuerdo que me daba rabia tenerme que definir, tener que escoger sin saber cuál podía encajar mejor conmigo. Porque en realidad no tenía manera de saberlo. ¿Cómo iba a saber cuál contenido me iba a entusiasmar más? A día de hoy sigo sin saberlo porque finalmente tuve que escoger y hay dos caminos que no sé dónde me hubieran llevado. Con los años además me he dado cuenta que tenía una visión romántica tanto del periodismo como de la literatura y de la antropología.

Los exámenes de selectividad no me fueron bien así que la nota de corte me bajó mucho, de modo que no pude entrar a periodismo, que fue mi primera elección. Acabé entrando en historia para poder después hacer antropología.

Con el tiempo me ha dado menos reparo tener que escoger un camino. Cuando uno escoge un camino nunca sabe a dónde le va acabar llevando. Así que, aunque sí estoy de acuerdo que es necesario ponerse objetivos porque sirven de hoja de ruta, también es necesario estar abierto y preparado a un posible cambio de rumbo. Porque existen las cosas del directo. He escuchado montones de veces lo de “No era como yo imaginaba“. Y creo que precisamente va de eso: que no podemos saber de antemano, que una cosa es la expectativa y la otra la realidad y que tenemos poca cintura para el cambio.

Sa i estalvi

Agradecimientos: A NomNam por el naming de la sección

Imagen de Pixabay