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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
Para los amantes de la novela gráfica, aquí tenéis una selección de las mejores publicaciones ilustradas para regalar el día de Sant Jordi.
Fabricar historias / Chris Ware
Penguin Random House
La última gran novela americana no es una novela sino una novela gráfica, o sea, un cómic, y ni siquiera es una novela gráfica convencional. En realidad nunca se había visto nada como esto, una caja de maravillas donde el estadounidense Chris Ware (Omaha, 1967) disemina su narración a través de un sinfín de objetos y formatos dispares. Tiras pequeñas, grandes desplegables, algún libro, un gran tabloide a modo de antiguo periódico, y más. Es el lector el que debe elegir el orden de lectura y sentido de la narración, un gigantesco mapa emocional de los habitantes de un edificio, desde los vecinos de sus diferentes pisos (stories, un juego de palabras con el título original, Building Stories, construyendo historias, o pisos) a una pequeña abeja que se queda atrapada en el sótano; un atlas vital que navega entre el presente, la memoria del pasado e incluso del futuro.
Paralelamente a este multiformato, Ware despliega en cada segmento múltiples tonos visuales y narrativos, con especial predilección temática por lo infraordinario según el Georges Perec de La vida instrucciones de uso (1978), con quien se le ha comparado (Fernando Castro, en el número de Rockdelux que llega ahora a los kioscos), una referencia de la que Ware era consciente aún sin haber leído el libro de Perec antes de confeccionar este artefacto monumental. Como Perec, Ware efectivamente nos hace interrogarnos, maravillados, por lo pequeño y cotidiano que hace largo tiempo dejó de sorprendernos.
Estamos, en fin, ante uno de esos raros trabajos tan excepcionales y apabullantes que permiten reconocer instantáneamente, sin necesidad del paso del tiempo, la presencia de una obra maestra sin precedentes. Hace ya años el guionista británico Alan Moore afirmaba que el cómic aún no tenía su Moby Dick, su Ulises, y era cierto. Después de Fabricar historias la afirmación resulta, como mínimo, cuestionable.
Arsène Schrauwen / Olivier Schrauwen
Fulgencio Pimentel
Memoria marciana sobre el abuelo del autor, Arsène Schrauwen 1 es otro de los cómics más extraordinarios que he leído en estos años. Es, también, un viaje a los últimos días del imperio colonial belga donde Olivier Schrauwen (Brujas, 1977) parece transmutarse en su abuelo para adentrarse en los territorios coloniales donde lo cotidiano deviene, por exótico y desconocido, en un mundo extraño, alucinatorio e incluso terrorífico.
Schrauwen no es solo un autor de cómics sin parangón, también es un virtuoso que pone siempre su técnica gráfica al servicio de la fascinación del lector. El “gusano elefante” que atemoriza al protagonista hasta el punto de enajenarle también lo hace con nosotros, los lectores y eso sucede por obra y gracia de este historietista singular e irrepetible. Arsène Schrauwen constará de tres capítulos; de momento solo se ha traducido al castellano el primero, que puede conseguirse fácilmente desde la web de la editorial.
Tiempo de canicas / Beto Hernandez
LA CÚPULA
Siendo uno de los padres de la novela gráfica sobre la memoria y la autobiografía gracias a la amplia influencia de su saga Palomar en la generación posterior de autores, el californiano Gilbert “Beto” Hernandez (Oxnard, 1957) en realidad nunca había abordado ese tema de manera directa hasta ahora. Si Palomar había sido su particular versión del realismo mágico, Beto llevaba ya unos años, tal vez demasiados, perdido en futiles revisitaciones de subgéneros basura como el slasher, por muy personales que fueran.
Su vuelta al territorio de la realidad ha sido precisamente para abordar una memoria autobiográfica, y lo ha hecho como los maestros, con una obra relevante y, en todos los sentidos, memorable. Renunciando deliberadamente a contar una “gran historia” convencional, Tiempo de canicas no está hecho de “grandes sucesos” sino de recuerdos sobre hechos pequeños, siempre menores y triviales, que constituyen nuestra Gran Historia durante la infancia. Se trata de una “estructura de sentimiento”, una representación del modo en que vivimos la vida, como ha indicado Corey K. Creekmur, más que el intento baldío de atrapar ese material inabarcable de la vida en una historia dotada de sentido, giros y acontecimientos “ingeniosos”.
En realidad, ahora que caigo, la materia de la que está hecha esta memoria tiene mucho que ver con lo infraordinario que también preocupa e inspira a otro maestro, Chris Ware, lo cual es un modo tan bueno como cualquier otro de cerrar el círculo de estas recomendaciones para el Día del libro de 2014.
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.