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“Veo en el Bosco a un descreído, un místico”

MAX. La mirada que crea el mundo.

Categoría: Cultura | 27 junio, 2016
Redacción: Isabel Cortés Navarro | Redacción: Pepo Pérez

“Veo en el Bosco a un descreído, un místico, porque el místico no es el que ha encontrado a Dios. Es el que lo busca, porque no lo encuentra”

Francesc Capdevilla, Max, se pasa gran parte de la vida dibujando en un espacio mediterráneo, alguna vez leí que entre naranjos, o entre naranjos y limones. Cuando lo ves, algo de eso se percibe. Trae la salubridad y la timidez del hombre de mar, firme y amable, como si viniera de encarar las peores tempestades y los mejores mares en calma. El oficio de dibujante, aunque estático, debe tener algo de eso. Es de Barcelona, afincado en Mallorca por cuestiones personales. Cuestiones que Max siempre deja a un lado. Cuestiones que Francesc no permite a Max.

Enraizado en una infancia de tebeos Bruguera y una juventud underground en el comix de la Barcelona de los setenta, Max es una de las figuras históricas del cómic español. Con más de treinta libros publicados, bastantes de ellos traducidos a diversos idiomas, colaboraciones en medios como The New Yorker o El País (en el que publica regularmente desde hace más de dos décadas) y personajes tan icónicos como Peter Pank o Bardín, este artista gráfico ha mostrado una audacia experimental a lo largo de los años que le ha valido reconocimientos como el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona a toda su carrera (2000) o el Premio Nacional de Cómic del Ministerio de Cultura (2007). Bajo el lema “el moho nunca duerme” de su admirado Neil Young, Max se ha caracterizado por una exploración constante de nuevos lenguajes para que, en efecto, su trabajo no llegue a enmohecer.

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Hace unos meses, el Museo del Prado le elegía para realizar un cómic sobre el Bosco con motivo de los actos para conmemorar el V centenario de su muerte. El resultado ha sido El tríptico de los encantados (Una pantomima bosquiana) (2016, Museo Nacional del Prado), un libro que, más allá de enlazar referencias a varios cuadros del pintor flamenco, constituye un continuo en la trayectoria de Max; un paso más en su búsqueda formal y temática que incluye guiños a obras anteriores, especialmente a Vapor(2012, La Cúpula).

Para la cita de esta entrevista en Barcelona ha escogido una librería, la Laie de calle Pau Claris. Nos sentamos en la terraza de su cafetería, a petición de Max. No ha abandonado el hábito de encadenar un cigarrillo tras otro.

Isabel Cortés: ¿Cómo surge la propuesta? ¿Cómo surge la trilogía, la selección de los tres cuadros del Bosco como base para tu cómic?

Max: Gracias a José Manuel Matilla, uno de los responsables del gabinete de Dibujo y Estampas del Museo del Prado, muy aficionado a los cómics. Él llevaba años intentando convencer al director del Museo de realizar un proyecto con estas características y cuando llegó el aniversario del Bosco atacó de frente con una propuesta concreta: el Bosco y Max. Primero me llamó diciéndome que existía la posibilidad, que el director podía aceptar o no. Poco más de un mes después me citaron con el director y yo ya me presenté con el guión casi cerrado. La verdad es que en seguida aceptó. Le gustó la idea y todo han sido facilidades.

Pepo Pérez: ¿Le llevaste dibujos?

Max: No. Llevé un esquema visual con palabras y un dibujo pequeño, el de la gaita caminando.

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Isabel: ¿Crees que repetirán la experiencia?

Max: En principio creo que hay voluntad de repetirla, tendría que ir muy mal mi libro para que no hicieran nada más. El día que presentamos a la prensa el libro el director se mostró realmente encantado.

Pepo: ¿Te ha sorprendido la atención mediática?

Max: Creo que sí, aunque ellos deben estar acostumbrados. Pero como desconocen el mundo del cómic… qué tipo de repercusión puede tener una cosa así, el momento dulce por el que el cómic está pasando con los medios. Ahora todo el mundo nos hace mucho caso.

Isabel: Volviendo al libro, cuéntanos un poco sobre el proceso. Referentes concretos, la playlist disponible en Spotify…

Max: Se puede contar este proyecto y el libro resultante desde muchas ópticas distintas, hay mucho que contar. La playlist es la banda sonora que escuchaba durante proceso. Los referentes son el Bosco y Max, me he tomado como mi propio referente. El tercer capítulo es un desfile que es como la segunda parte del desfile de Vapor. Los referentes que hay son los mismos que llevo de serie, nada nuevo.

Pepo: En la elección de los cuadros y la iconografía para el libro se ven tus obsesiones habituales. Por ejemplo, las tentaciones de San Antonio Abad. El ermitaño, esa tradición en la Historia del arte.  También la urraca… Si no me equivoco, tu urraca viene de la versión de Velázquez sobre San Antonio

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Max: Sí, la urraca viene de Vapor, que viene de las tentaciones de San Antonio. Con el Bosco las cosas me cuadraban, ya estaban presentes en su obra. Los mochuelos aparecen en mis historietas desde principios de los noventa. Solo me autoimpuse trabajar con cuadros que estuvieran en El Prado, y no me costó nada. El tema de las tentaciones de San Antonio me viene de muy antiguo, y me viene del Bosco; de hecho la primera vez que vi ese tema fue en su cuadro cuando estaba haciendo la mili en Madrid en el museo del ejército, al lado del Museo del Prado, ahora forma parte de él. Más tarde, por otros medios, vi que era un tema habitual del arte y no solo del Renacimiento, también fue importante en el surrealismo, por ejemplo en Max Ernst, en la peli de Buñuel, Simon del desierto. En fin, siempre me ha atraído. Creo que debo tener una pulsión fuerte hacia eso, cada dos por tres tengo ganas de largarme del mundo. También aparece en la novela menos leída de Flaubert: La tentación de San Antonio.

Isabel: ¿Qué valor tiene para alguien que ha promovido el reconocimiento artístico de la historieta ser editado por el Museo del Prado?

Max: A nivel personal es una satisfacción y creo que es bueno para el cómic en general. También debo advertir —sé que hay por ahí mucha gente que me va a dar la brasa con eso— que hacer esto no significa en absoluto venderse al sistema.  Para mí no es nada contradictorio, ni con mi pasado underground ni con mi presente. Igual que hago esto hoy para el Museo del Prado, mañana hago un tebeo grapado y autoeditado. No tengo problemas ni nada de eso, eso que quede claro.

Isabel: Además de compartir obsesiones, entre tu obra y el Bosco se pueden encontrar muchos otros paralelismos. Simbolismo, iconografía propia, surrealismo, arte secuencial… 

Max: Sí, eso es mérito de Jose Manuel [Matilla], que pensó que yo era el adecuado para el Bosco. Por lo demás, la influencia de este pintor la he tenido siempre. Igual no evidente, pero creo que se nota que andamos por caminos parecidos.

Soy muy consciente de la tradición simbólica de ciertos personajes y objetos, y la he usado mucho siempre. Funciona como un extra narrativo en mis tebeos, para quien lo pilla. Bueno, algunos elementos simbólicos son ya tan antiguos que todo el mundo los pilla, aunque sea a nivel subconsciente, pero otros no. Por ejemplo, lo de los mochuelos es curioso. En todos los libros sobre el Bosco se citan mucho como ave de Atenea y por tanto de la sabiduría, o bien como infernal porque es el ave asociada a las brujas, y no salen de ahí. Pero me di cuenta, a raíz de esa época en que dibujaba mochuelos en las esquinas, que no tenían ninguna función especial, de que el mochuelo es el autorretrato del autor. Es el pájaro que ve en la oscuridad, por tanto es el testigo de lo que estás contando, y es el autor el que ha sido testigo de algo y lo puede enseñar a los demás. En el Bosco funciona así, en casi todos sus cuadros hay un mochuelo.

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La revelación concreta de su significado en la obra del pintor la tuve mientras estaba dibujando el libro. De pronto me di cuenta de que, en el panel del paraíso del Tríptico del jardín de las delicias, en el centro exacto, hay una fuente con un hueco en medio que es un ojo gigantesco. Y en el hueco hay un mochuelo. Es un triple ojo: el ojo gigante y los dos del mochuelo. Ya lo tenía elegido para usarlo como entrada al cuadro, había que entrar por ahí, pero me di cuenta además de las implicaciones que estaba contando el autor con eso: la mirada es lo que crea el mundo. Si no hay mirada, no hay mundo, no hay nada. Es un viejo tema artístico filosófico que da mucho de sí, y que además se emparenta mucho con el zen, por ejemplo. A mí siempre me ha interesado. También con el taoísmo, pero más con el zen. Todo es ilusorio. Por otro lado gracias a la psicología sabemos que el cerebro humano está entrenado para interpretar lo que sea que los ojos estén viendo. Es imposible no interpretar. Cuando vemos un cuadro abstracto, lo primero que buscamos es alguna referencia. El test de Rorschach es otro ejemplo. Creo que el Bosco nos está diciendo algo sobre todo esto con ese ojo gigantesco.

Pepo: Hay un pasaje de Jung muy bonito en sus memorias, publicadas tras su muerte, que trata precisamente de eso. Después de mucho buscar una razón para darle un sentido trascendente al mundo la halla finalmente: estamos aquí para poder mirar lo que alguien ha creado, y es nuestra mirada la que justifica precisamente que exista todo eso.

Max: Sí, es verlo de otra manera. De una manera más zen.

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Pepo: Sí, es la mirada en el sentido de interpretación, de conciencia, de darle un significado al mundo. También va por ahí tu cita en El tríptico de los encantados a Michel de Certeau…

Max: Bueno, Michel de Certeau fue el que me salvó la vida. Los textos de los expertos en arte desbarran muchísimo, se copian unos a otros además, y también copian los errores, los errores del primero los va repitiendo todos.

Pepo: ¿Te refieres a los historiadores?

Max: Los historiadores, sí.

Pepo: ¿Sobre todo los más antiguos?

Max: Sí, los más antiguos. Al Bosco, a partir de la reivindicación del surrealismo, se le empieza a mirar con otros ojos, ojos freudianos… Ojos de buscar secretos químicos o lo que sea, una secta,  los eremitas… Hay bastante desbarre también… Yo no niego que pueda haber algo de todo eso, pero sobre lo de la alquimia, por ejemplo, no tengo ni idea, no lo domino nada. En una nota al pie de página de uno de estos textos encontré la referencia a Certeau y me interesó mucho saber qué pensaba un filósofo sobre todo esto. Para mí es el que daba en el clavo, por lo menos el que daba en el clavo que yo intuía. Realmente es la visión que me ha empujado, es él quien dice que el enigma que presenta este cuadro es que nos hace creer que hay un enigma. Nos está diciendo que el Bosco nos está vacilando a todos, nos hace creer que… y no.

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Pepo: Otra de las citas que tiene que ver con todo esto, que creo que es de Quevedo, es la de los demonios. Que el Bosco representó tantos demonios precisamente porque no creía en ellos.

Max: Me he hecho mi composición mental, fundada en nada, en mí y en lo que yo pueda tener en común con el Bosco, que son fundamentalmente dos cosas: tener una educación católica y ser dibujante por encargo. Viendo sus cuadros vi clara su evaluación personal, el libro está fundado en eso, aunque no explícitamente.

El primer capítulo es de una obra que se considera de juventud del Bosco, la de la Extracción de la piedra de la locura. Yo siempre pienso, cuando veo un cuadro o una imagen, que el autor, de algún modo, si no se retrata, sí que se identifica con algunos de los personajes. En concreto en esta obra, de los cuatro personajes, está claro con quién se tenía que identificar.  Me imagino a un joven artista con una mente delirante y desbocada en un contexto tradicional católico, tenía que sufrir muchas tensiones. Luego veo que el tipo encontró la manera de canalizar todo eso dentro de, jugando a parecer ortodoxo. Y al final, el Jardín de las delicias, que está admitido que es una de sus últimas obras. Veo a un descreído, como dice Michel de Certeau, un místico, porque el místico, dice este filósofo, no es el que ha encontrado a Dios. Es el que lo busca, porque no lo encuentra. Creo que ese cuadro está hablando de la ausencia y del vacío de Dios. Seguramente el Bosco creía, pero todo le llevaba a no creer. No sé, estas son mis pájaras.

Isabel: También hay referencias al acto creativo, la piedra y la representación…

Max: Bueno, ese es mi truco narrativo para ayudar a unir los tres cuadros. Pero tiene también su simbología porque hago que la piedra sea una esfera. Las esferas están en todos los cuadros del Bosco, de hecho el Tríptico del jardín de las delicias, cerrado, es una esfera grande; además, son traslúcidas, siempre son transparentes. Esto me llevó a la idea de la canica de cristal por la que puedes ver cosas. No digo que no haya reflexiones sobre el acto creativo, pero serán casi subconsciente, salen solas. Los artistas controlamos una parte del proceso, pero no toda. Salen cosas que tú no sabes que están saliendo. Y así es mejor, porque si no sería un infierno.

Isabel: Otro paralelismo con el Bosco es la secuencialidad…

Max: El Bosco era un tío narrativo, que contaba historias y lo hacía con las herramientas que tenían en aquel tiempo. A mí lo que alucina es que pasaran tantos siglos hasta que se inventó el lenguaje ideal para hacer esto, que es el cómic. No entiendo cómo no lo inventaron antes. Ahora nos parece muy evidente. Como pura herramienta para contar con imágenes, siempre ha existido la necesidad por parte de los artistas de contar historias con imágenes.

Pepo: Tal como yo lo veo, el cómic es un producto de la imprenta y de la modernidad. Sin la imprenta, sus mejoras técnicas posteriores y las ideas de la Ilustración, sin una esfera pública, sin la prensa, el concepto moderno de caricatura y sátira… lo que entendemos por cómic no pudo concebirse. Pero sí, hay miles de ejemplos de narraciones visuales previas, en pintura, escultura…

Isabel: Arte narrativo…

Max: Cuando yo estudié Bellas Artes al cómic lo tenían absolutamente condenado. Todos los pintores que a mí me gustaban, los catedráticos los denostaban como pintura anecdótica. Los profesores de mi época eran muy del impresionismo, no habían pasado a las vanguardias que siguieron. Para ellos lo importante era la textura, la composición, el color, la pincelada, todo este rollo. El hecho de contar algo les parecía que era como disminuir el valor de la pintura.

Isabel: ¿A qué público crees que va dirigido este libro? 

Max: A todo el mundo. Cuando trabajo pienso en los lectores, pero no en términos de tipos de lectores sino en dar pie a que tengan una lectura fluida, básicamente. Después cada uno, según su nivel cultural o su interés, tendrá unas lecturas u otras, pero eso ya forma parte de la participación activa del lector que exigen los cómics en general. Cada uno rellena lo que falta, pero eso ya depende de la inquietud de cada uno, la curiosidad, las ganas. Yo solo estoy pendiente de que no tropiece con obstáculos por falta de pericia técnica mía en la narración. Lo que sí pienso es que este libro funciona en dos direcciones, en la de interesar a un público interesado en el arte de los museos interesarlo en los cómics, y viceversa.

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Isabel: ¿Cuánto tiempo te ha llevado su realización?

Max: Estuve como más de un mes investigando y formando la historia en mi cabeza, tomando notas, encontrando pistas, hasta que llegué a ese esquema básico del libro que fue lo que llevé a la reunión con el director. A partir de ahí, cuatro meses y medio más de realización. Básicamente de pulir el storyboard, la planificación del libro y dibujarlo. En total medio año. El tiempo era muy escaso, quería que saliera antes de la exposición [del V Centenario del Bosco] e hice de la necesidad virtud. Planeé un libro que fuera posible de hacer en ese tiempo.

Pepo: Formalmente, en el libro hay pocas viñetas como tales. Sí hay muchos dibujos a toda página…

Max: Sí, bueno, ahí otra vez se han vuelto a juntar el hambre y las ganas de comer. Por un lado sabía que disponía de un tiempo bastante limitado para hacer el libro, la excusa perfecta para jugar con los espacios vacíos y dejar mucho aire, un aspecto me ha interesado siempre. Soy muy aficionado a la pintura antigua oriental. El vacío con el que juegan en la pintura china antigua me fascina; darle significado al vacío, que el vacío signifique algo en el contexto de la imagen. Así que aquí me lancé. Otras veces me había cortado, si haces un cómic para una revista te cortas mucho en dejar una página en blanco, pero esto es un libro y me habían dado carta blanca. Y además, era para una institución artística, así que me dije: ¡venga! Era la ocasión que necesitaba.

Hay otra cosa que tuve clara y es que no iba a mimetizar para nada al Bosco: color fuera, paisajes fuera. Quería ir a lo que es útil para los tebeos, que son los personajes; moverlos, que hablen y que interactúen. Está claro que si intento medirme con el Bosco a base de imitar sus colores y sus paisajes voy a perder el  tiempo. Ni me interesa ni sé hacerlo. O sea que…

Pepo: Me ha llamado la atención que, como aproximación narrativa al Bosco, tu libro se base solo en los cuadros. No hay elementos biográficos suyos, a no ser que estén encriptados.

Max: Sí, entre que lo que se sabe de la vida del Bosco es poquísimo y lo poco que se sabe es que tuvo una vida gris y aburrida… O sea, como la de un dibujante, todo el día en el taller ahí dale que te pego. También me ayudó a definirme el hecho de encontrar un cómic que ha hecho un dibujante holandés sobre él, Marcel Ruijters, que sí trata la vida del pintor. Tiene su gracia, no es una maravilla, pero tiene su gracia.

Isabel: ¿Cómo ha sido la acogida del libro por ahora?

Max: Muy buena. Lo han editado en inglés también. Por lo demás, nunca sé cómo van a ir mis tebeos. A veces pienso que he hecho algo que no estaba muy bien y se vende estupendamente, y otras veces me pasa lo contrario. Estoy totalmente despistado. Ya no sé qué pensar.

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Categoría: Cultura | 27 junio, 2016
Redacción: Isabel Cortés Navarro | Redacción: Pepo Pérez
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