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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
Aunque Enriqueta Martí murió hace cien años, que fuera inocente es una noticia de ultima hora. Pasó a la historia como la Mala Dona y más tarde como la Vampira del Raval, y protagonizó uno de los casos más truculentos de la crónica negra barcelonesa. La acusaron de matar niños para vender sus tuétanos a la jet set de la ciudad y murió en la cárcel antes de ser juzgada. Cien años después, el escritor Jordi Corominas publica un libro que desmiente la versión oficial. Tras una investigación de varios años, demuestra que Enriqueta no era una asesina. El libro, Barcelona 1912, El caso Enriqueta Marti, está publicado en la editorial Sílex. Una Barcelona de desigualdad social, independentismo, anarquismo y una prensa empecinada en el morbo y la víscera, que más que un escenario se convierte en el personaje protagonista un crimen que jamás se cometió.
P: ¿Quién era Enriqueta Martí hasta que escribiste tu libro?
R: Era la Mala Dona, la sacamantecas, el monstruo de Barcelona. En 1912 se descubre en la calle Joaquín Costa que Enriqueta tiene secuestrada a una niña a la que ha rapado la cabeza. Encuentran trapos manchados de sangre, cuchillos, potingues con lo que parecen vísceras. La prensa de la época la califica inmediatamente como el monstruo de Barcelona. Se llega a decir que ha matado de ocho a diez niños.
P: Con intenciones lucrativas.
R: Se dijo que los tuétanos de los huesos de los niños servían para que los ricos se hicieran cataplasmas contra la tuberculosis y otros la usaban como proxeneta para satisfacer sus necesidades pederásticas. Decían que por la mañana iba a hospicios y a pedir limosna, y que por la noche se acercaba al Liceo a negociar el precio de potingues y niños con la jet set.
P: Pasan cien años y llegas tú. ¿Quién es Enriqueta Martí después de tu libro?
R: Una mujer que secuestró a una niña, eso es indiscutible, pero que no mató a nadie. No era más que una mendiga profesional. La desahuciaron de todas las casas donde vivió porque no tenía para el alquiler. Iba al Liceo Políglota, sí, pero a pedir las sobras con otros delincuentes de poca monta.
P: En tu libro convive la vida de Enriqueta con los años de fuego del anarquismo barcelonés. ¿Piensas que el tratamiento mediático con la Mala Dona tuvo algo de cortina de humo?
R: Había resaca de la Semana Trágica de 1909, que se une al final del esplendor modernista. La Pedrera se termina en el 12. Iba a tener una virgen en lo alto pero no la pusieron por miedo a que la quemaran los obreros, que eran anticlericales. Barcelona estaba tensa, en un paréntesis extraño. Se había creado la CNT para organizar el movimiento obrero y por el lado burgués iba a crearse la Mancomunitat, el primer autogobierno del siglo. Hay un ambiente enrarecido y el caso de Enriqueta podría haber sido una cortina de humo.
P: ¿Quizás un aviso de la prensa burguesa en la línea de: mirad qué peligrosos son los pobres?
R: Indudablemente. Hay un intento de criminalizar al pobre. En la época hablamos de, atención, una Barcelona donde viven 12.000 putas, 10.000 niños en la calle, donde hay un 40% de analfabetismo… La prensa no hablaba de esto, pero cuando toca criminalizar al pobre sí, porque refuerza el relato burgués de la ciudad.
P: ¿Hay algún paralelismo con el caso de Jack El Destripador en Inglaterra?
R: Hay un paralelismo importante y es el papel de la ciencia forense, una cosa nueva por aquel entonces, y que es precisamente lo que a mí me sirve para demostrar que los asesinatos de Enriqueta Martí son falsos. Se demuestra que los huesos encontrados en casa de Enriqueta son de animales.
P: Tú eres un noctámbulo con muchas horas de vuelo por el Raval. ¿Ha cambiado mucho tu sensación de ir por las calles mientras avanzaba tu investigación?
R: Lo bonito es que las calles siguen siendo prácticamente las mismas. Antes de que tiraran la muralla, el Raval estaba destinado a ser el barrio fabril de Barcelona. Luego quedó como tierra de nadie. Si te fijas, en la mayoría de pisos ves placas con las fechas de construcción del siglo XIX, las casas son las mismas. Enriqueta vivió en el número 3 bis de la calle Picalqués. La casa sigue ahí.
P: Tu versión desmonta un mito, pero hay otros autores que perseveran en la vieja leyenda.
R: La mayoría de los que han tratado el caso, han hecho del caso su vida. Desde que he sacado el libro he encontrado negacionistas que se ponen tan tercos que parecen negacionistas del Holocausto.
P: ¿Crees que una gran ciudad necesita su monstruo municipal?
R: Barcelona, sí.
P: ¿Tiene que ver también que Enriqueta sea mujer?
R: Es como doblar la apuesta. Las mujeres matan menos y normalmente matan por sexo o por dinero. Que el crimen sea de alguien del lumpen y encima mujer, daba réditos para que Barcelona se legitimase en su ideología burguesa.
P: Finalmente, descubres que sí es culpable de algunos cargos, aunque quede indultada del asesinato.
R: Sí. Es culpable del secuestro de Teresita Guitart y de proxenetismo con una chica de 16 años, Amelia, que sucedió entre la calle Tallers y Peu de la Creu, donde está Edicions 62.
P: ¿Por qué crees que secuestró a Teresita Guitart?
R: Esto es un punto importante. La cuñada de Enriqueta le había dejado a su hija, y Enriqueta se estaba muriendo de cáncer de útero. Yo pienso que Enriqueta secuestró a Teresita para que le hiciera compañía a la otra niña cuando ella se muriera.
P: Y de fondo, siempre el Raval.
R: En los años treinta, el Raval era el de la foto de los travestis y las putas, con locales como La Criolla y los antros inmundos de la calle del Cid, que ya no existe. En los años 50 se convierte en el barrio chino y, de ahí hasta los 70, quien va al Raval es gente como Jaime Gil de Biedma, una figura muy respetada, pero que baja al barrio chino a buscar carnaza, adolescentes y niños. La burguesía de Barcelona tiene una relación clara con el Raval: va a allí a viciarse.
P: ¿La autoridad barcelonesa intenta destruir la psicogeografía de la ciudad?
R: El gran sitio de psicogeografía que han matado es la Plaza Real, que eso puedes verlo leyendo a Casavella. El Raval aún tiene algo. Sin embargo, Gracia ya es un barrio inofensivo. La Rambla era el sitio de bombas anarquistas, pero esto lo han ocultado del relato.
P: Tu libro es un indulto a Enriqueta Martí, pero también al anarquismo.
R: Aquí la tradición de izquierdas, que ahora parece socialista, es anarquista hasta la Guerra Civil. Los obreros no quieren votar, van a la acción directa que es el anarquismo, no creen en un catalanismo de izquierdas. Las elecciones tienen una abstención salvaje en aquella época. La Barcelona actual quiere glorificar toda esa tradición tan épica del anarquismo en los libros, pero la ha borrado totalmente de las calles. Hay una estrategia de ocultamiento para borrar el pasado anarquista aprovechando sólo la parte más inocua.
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.