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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
El pasado mes hablé sobre los distintos aspectos de nuestra personalidad con los que solemos identificarnos, dejando de lado otros aspectos, que también están pero que nos disgustan y pretendemos dejar de lado. Proponía sentarnos en una mesa redonda y hablar tanto con esas partes que nos agradan como las que no. Y reconocer aquellos aspectos que no nos gustan para ser personas más maleables, que reaccionen según lo que ocurre en el momento y no según un patrón ideal de cómo debe ser uno. A veces, según las circunstancias, toca estar triste, toca ser humilde, toca ser honesto… lo que sea.
La cuestión inicial es identificar quién es quién, como en ese juego de la infancia que quizás alguno de vosotros recordéis.
Uno de los personajes que nos habitan, y me atrevería a decir que nos habita a todos, es el Juez Interior. Mi Juez Interior se llama Halcona, porque me está picoteando la cabeza todo el día. Es una especie de Comecocos.
Es muy fácil de identificar porque utiliza un tono acusatorio, tajante, a veces puede ser despreciativo y humillante.
Nos dice frases del estilo:
¡Ya has vuelto a equivocarte!
Eres un inútil, una desgracia…
Siempre desentonas.
Mira que eres bicho raro…
¡No hay nada que hacer contigo!
¿Cómo has podido decir esto que acabas de decir?
¿Qué pensarán de tí? y otras lindezas similares.
Cada uno puede intentar detectar qué se dice (qué se acusa) desde este personaje.
Siempre está vigilante y juzga todas nuestras acciones, alimentándonos con la duda y la sospecha sobre nosotros y nuestras capacidades. Para esta voz interna nunca es suficiente ni somos suficientemente válidos. Siempre ve peros y contras en muchas de las cosas que hacemos o decimos. Si lo hacemos así, lo criticará. Si lo hacemos asá, también. No deja pasar una.
Lo importante de detectar esta voz tan quisquillosa y crítica es que así nos hablamos. O mejor dicho: así nos tratamos a nosotros mismos, diciéndonos estas lindezas. Eso puede llevar a que nos veamos con duda, a bloquearnos, como que somos poquita cosa, y a creer que no somos válidos.
O sea a mirarnos y a tratarnos con desprecio.
Lo habitual es reaccionar a eso y entrar en una exigencia de dimensiones cósmicas para dar la talla, en la que, por supuesto, nunca es suficiente lo que hacemos ni está suficientemente bien.
La reacción además es hacia fuera ya que, si así nos medimos a nosotros, así medimos a los otros. Por consecuencia, la rueda en la que nos metemos al escuchar al Juez Interno es el de la susceptibilidad y la actitud defensiva. Por ejemplo, nos costará sostener un comentario crítico de alguien. Quizás no sea crítico, pero lo vivimos así.
Para parar los pies al Juez y salir de esa autoexigencia agotadora, la pauta es empezar a contestarle también en el mismo tono. Claro está: hay que poner atención. A partir de aquí suceden cosas muy interesantes, dentro y fuera.
Hasta aquí puedo contar; si lo ponéis en práctica ya me diréis qué tal os va.
Agradecimientos: a Xavier Grau por el Naming de la sección y a la estudiante de diseño en IDEP, Cinta Hosta.
Autora: Eulàlia París, Terapeuta Gestalt / www.llumsambombres.com
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.