R t V f F I
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El boicoteador

Si el mes pasado visitamos el Juez Interior, este mes visitaremos otro personaje que nos habita a la población común: es el Boicoteador.

Categoría: Cultura | 30 abril, 2015
Redacción: Eulàlia París

Recordemos antes las características esenciales de ese Juez personal que cada uno acarrea: como el Ojo de Sauron (personaje de El señor de los anillos), parece estar atento a todos nuestros actos, gestos y palabras, los tiene que comentar casi siempre todos en el sentido de juzgar, y el tono de sus juicios siempre va en la línea de señalar lo equivocados que estamos, lo mal que hacemos las cosas, nuestra torpeza. Nos provoca gran inseguridad y duda.

El Boicoteador, por el contrario, es una figura más sutil y de entrada más seductora. De entrada, quedémonos con eso.
Ante los dictámines contundentes del Juez, el Boicoteador se pone en el papel del indefenso, víctima de las circunstancias, el desvalido… total, si lo que dice el Juez es Ley, si es verdad que soy una torpe, un inútil, un manazas, entonces, ¿para qué esforzarme? ¿para qué intentarlo?
Y aquí está la trampa de esta (seductora) voz: nos lleva a tirar la toalla.
Es por eso que es más complicado de detectar, porque se presenta en un tono más simpático y envolvente que el dictatorial Juez… pero acaba siendo igualmente demoledor: nos lleva a tomar una actitud pasiva y nos deja en una posición conformista, como si estuviéramos atados de pies y manos y no pudiéramos hacer nada ante las circunstancias.

Dice cosas como:
“Ya lo dice el refrán: no por mucho madrugar, amanece más temprano. Así que voy a dormir media hora más”
“En fin, ya lo haré mañana. Hoy no tengo ni demasiado tiempo ni muchas ganas. Seguro que mañana estaré más concentrado y me saldrá todo mejor”.
“Bueno, si soy así (o) las cosas son así, ¡qué le vamos a hacer!, ¿no?”.

¿Quién no ha estudiado el día antes de un examen cuando en teoría cada día se iba a poner? ¿Quién no se ha encontrado alguna vez con la situación incómoda de la fecha límite o de entrega? Y lo ha hecho a último momento, con estrés y angustia, o se ha dado por vencido, con el consecuente mal sabor de boca. No conozco a nadie que le guste suspender, ni siquiera a los que habitualmente suspenden; personas que quizás se han creído eso de que no son válidos.

Desde el boicoteador: nos olvidamos, llegamos tarde, aplazamos, confundimos, decimos que no podemos evitarlo, que nos esforzamos mucho y que fracasamos; o para qué esforzarse si no sé; por lo tanto, ¿por qué insistir?, lloramos por las esquinas buscando la compasión de los otros, etc.
Nos lleva a no comprometernos.
Se especializa en el desamparo y en la evasión en las formas de la víctima, el niño, el estúpido, el inválido, el mártir, etc.
Nos quejamos, nos declaramos impotentes y abandonamos. Arrojamos la toalla.
Y las consecuencias de esta actitud recaen sobre nosotros. Eso es lo que nos estamos haciendo: boicotearnos.

Esto sucede tanto a nivel individual, como social. Por ejemplo, desde esta perspectiva, y ahora voy a generalizar, en el estado español tenemos una actitud social, a mi entender, boicoteadora: siempre estamos criticando, no nos gusta lo que sucede, lo que hacen otros… pero no hacemos nada por modificarlo. Sólo nos quedamos en la crítica, habitualmente descalificadora, y como “las cosas son así” (creemos) parece que no hay nada que hacer y que debemos acceptarlo.

Más vale malo conocido, que bueno por conocer, dice el refrán. Claro, modificar actitudes o situaciones requiere de un esfuerzo, de una energía.
El boicoteador frena esa energía.

Agradecimientos: a Xavier Grau por el Naming de la sección y a la diseñadora Mireia Luna por ilustrar el artículo.

Categoría: Cultura | 30 abril, 2015
Redacción: Eulàlia París
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