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collador

Rabia y venganza

La rabia se cuela de algún modo afectando la salud propia o poniéndolo difícil

Categoría: Cultura | 14 febrero, 2017
Redacción: Eulàlia París

collador Rabia y venganza

La rabia se cuela de algún modo afectando la salud propia o poniéndolo difícil. Como vimos en el artículo anterior, la rabia es una energía que, como la alegría, tiene la inercia de ir de dentro a fuera. La diferencia con la alegría es obvia; ya vimos en su momento que la alegría es expansiva e invita a querer compartir con otras personas. La rabia es más bien una energía que se genera por alguna molestia y que nos llevaría a poner límites. Aunque estuvimos viendo que, a pesar de esa inercia, a menudo la rabia se queda dentro dado que no está bien vista. Como escribía, se dan ciertos contenidos morales sobre que no está bien mostrarse enfadado o que si uno muestra sus desacuerdos puede herir a los otros. Eso a menudo nos frena. Sin embargo, la paradoja es que, por evitar herir a otros, nos “dejamos” herir.

La cuestión de si está bien o mal mostrarse rabioso me lo encuentro muy a menudo relacionado con el género. Para muchas mujeres no está bien, mientras que quizás para los hombres es algo más normalizado o que podemos esperar de ellos. Los roles culturales se cuelan por aquí. No sólo nos han podido educar para mostrarnos dulces, comprensivas y cuidadoras, sino que además venimos de épocas en que la mujer tenía que mostrarse dócil y sumisa. Sino había consecuencias. Probablemente lo hayamos incluso visto o vivido en casa. Mi padre me decía, con el beneplácito de mi madre, que por ser la mayor y mujer debía ayudar a mi madre con los quehaceres de la casa. Imagino que, tocada por el signo de los tiempos, me negué en rotundo: o los tres hermanos o no iba a asumirlo sola. También mi padre decía que yo era una señorita y no estaba bien que las señoritas dijésemos palabrotas.

Pero una cosa es la creencia en la que nos han educado y la otra la que ocurre internamente. Dicho de otro modo: igualmente uno se enfada y se molesta, aunque se cuente que no está bien enfadarse, que no es para tanto, que quizás el otro tiene razón, que lo hace pensando en mi, etc. Que no se reconozca, no significa que desaparezca. Al no expresarse de algún modo lo rabioso, acaban dándose reacciones psicosomáticas de varios tipos: morderse las uñas, morderse los labios, dolores de barriga, jaquecas, estreñimiento, etc. Pueden estar indicando que uno está conteniendo la expresión de la rabia.

Además de la expresión fisiológica, también lo rabioso puede colarse de muchas otras maneras. Es importante tener en cuenta que esta ficción que tenemos de controlarlo todo es, eso, una ficción. Todo aquello que no se expresa, acaba saliendo inconscientemente tomando formas y vericuetos variados. En el caso de la rabia, si se contiene, puede acabar dando explosiones de ira, generar miedo y odio hacia el otro, o incluso tomar la forma de la venganza. Le devolvemos la pelota al otro en una forma sutil, indirecta y con apariencia de elegancia, haciéndole alguna jugarreta. Por ejemplo, encoger el vestido preferido de mi madre sin quererlo, romper el jarrón preferido de mi abuela, perder el libro preferido de mi hermano, cambiar la hora de una reunión y olvidarme de avisar a tal persona, etc.

Insisto, estas acciones vengativas no tienen por qué ser conscientes. Muy a menudo no lo son. Luego hay casos en que sí lo son, con premeditación y alevosía. En todo caso, son una buena muestra de lo que ocurre cuando no reconocemos aquello que sentimos o cuando creemos que está tan mal que mejor esconderlo o maquillarlo.

San i estalvi

Agradecimientos:

A NomNam por el naming de la sección

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Imagen de Pixabay

Categoría: Cultura | 14 febrero, 2017
Redacción: Eulàlia París
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