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Cómo esquivar captadores de socios para ONG

Hay zonas calientes de la ciudad donde es imposible dar dos pasos sin que algún captador callejero de alguna ONG se te pegue en la chepa como un gremlin.

Categoría: Cultura | 31 mayo, 2016
Redacción: Óscar Broc

Hay una escena de Aterriza Como Puedas memorable. Un piloto está cruzando las instalaciones del aeropuerto y un tipo le ofrece una flor a cambio de un donativo. El piloto se zafa de él de malos modos. Un hippie le pide que firme un papel de no sé qué, y el piloto le propina un empujón. Otro espontáneo le corta el paso, pidiéndole una donación para un reverendo. El piloto le hunde el puño el estómago y lo derriba sin miramientos. Un testigo de Jehová aparece por la derecha, pero antes de que abra la boca, el piloto lo noquea con una patada y una llave de judo. Una jauría de vendedores ambulantes, encuestadores y captadores se le echa encima. Nuestro atribulado héroe tiene que utilizar todos sus conocimientos de artes marciales y lucha cuerpo a cuerpo para librarse del ataque.

El gag tiene más de 30 años, pero describe perfectamente el estado actual de algunas calles de Barcelona. Hay zonas calientes de la ciudad donde es imposible dar dos pasos sin que algún captador callejero de alguna ONG se te pegue en la chepa como un gremlin al ala de un avión. Su objetivo es que  inviertas tus dineros en una (supuesta) buena causa. Se trata de chavales de veintipocos, inquietantemente extrovertidos, provistos de una sonrisa azucarada, una carpeta, un peto de color y un bolígrafo con el que pretenden tomarte los datos y convertirte en una persona solidaria, que falta te hace, cabrón de mierda.

Son un martillo pilón. Tus negativas son retos para su labia. Se crecen con el NO. Te abordan con la delicadeza de un wookie, se cruzan en tu camino sin miramientos. Y utilizan tácticas reptilianas. Te adulan de primeras, te harán sentir el tipo más guapo del  mundo. Hacen uso de una familiaridad impostada que surte efecto en los espíritus más débiles y suelen jugar como auténticos maestros la carta del chantaje emocional. Si no quieres poner pasta para sus ONG, para su ansiada comisión, te harán sentir como una serpiente sin sentimientos, un ser abyecto, cínico, egoísta, carente de empatía. Si no sabes cómo manejar la situación, volverás llorando a casa, con ganas de caer en posición fetal en la ducha y cargar con la culpa de las miserias de la humanidad tu solito. Por hijo de perra.

Los captadores barceloneses son como equipos de fútbol americano. Tienen una pizarra con cientos de tácticas para emboscar a los corderos. Se despliegan en telarañas perfectamente tejidas; en la Illa Diagonal, delante de la terraza del Zurich, en la salida de la parada de Palau Reial. Son soldados que, aparte de un sueldo base, cobran comisión por cliente captado, y no tienen reparos en utilizar métodos de captación agresivos como la interceptación repentina, el rollito colega y el chantaje emocional más fiero.

No obstante, el humilde transeúnte que os escribe también es un bicho peleón y ha desarrollado técnicas para sacudirse a los captadores como copos de caspa en plena ventisca. Barcelona: he aquí las estrategias disuasorias más efectivas.

Manita a media altura
Una buena mano a media altura, enarbolada a tiempo, y siempre en el campo de visión del captador, puede tener un potentísimo efecto repelente. El truco consiste en mostrar la palma al enemigo con inquietante fluidez, con la blandura que empleaba Hitler para saludar a sus tropas, pero evitando, en la medida de lo posible, la pluma que caracterizaba al führer. Esa zarpa flotante, errática, debe acompañarse de ceño fruncido y rictus perruno; si consigues ejecutar el combo vaciarás de argumentos al captador, pues sus estrategias no contemplan hablar con la extremidad de un enajenado.

Hay un miedo atávico en esa imposición de mano que los captadores todavía no han conseguido superar. Es como la patadita traicionera que el señor del Encantador de Perros propina a los canes para desconcertarlos. Hay que dominar el tempo y la curva de la mano. Hay que perseverar en la gestualidad, nunca abarrocarla, tan solo mimarla, regarla. Con el tiempo habrás conseguido la gracilidad de un efebo y la contundencia de un gladiador, y esa mano, otra temblorosa e incapaz de contener al captador, se convertirá en un muro más infranqueable que la faja de Pitita Ridruejo. 

Llamada imaginaria
Pero hazlo bien, no como Ana Obregón cuando huye de los paparazzi. El captador ha desarrollado un sexto sentido para diferenciar a los que hacen ver que atienden una llamada. Tendrás que realizar una actuación convincente para superar el escaneado, ejecutar un diálogo imaginario plausible. Un consejo: fingir que estás rompiendo con tu novia entre pucheros y puñetazos al aire suele funcionar.

Mirada del tigre
Es una mirada que necesita práctica, dedicación. Exige sesiones de entrenamiento ante el espejo, no sale a la primera, pero cuando las has encontrado, ¡boom!, puedes congelar a toda una formación de captadores sin despeinarte. La mirada del tigre debe transmitir mensajes contundentes como: “Tengo el peor día del año en el trabajo, atrévete conmigo, mamonazo” o “No mojo desde el 12-1 de España contra Malta, ¿en serio me vas a pedir dinero?”. La mirada del tigre es un arte que se cultiva en el campo de batalla, en la lucha cuerpo a cuerpo contra el asaltante de la carpeta. Solo en la brega puedes perfeccionar el rictus anti-captadores. Encabrona el ceño, quiero fuego en esas pupilas, arruga la nariz como un jaguar…  ¿Cuál es tu Acero Azul, soldado?

Sprint loco
Es mi favorita. El captador te ha elegido en la distancia. La sonrisa de buen rollito le delata. Cualquier diría que te conoce desde que tienes 3 años. Dejas que se acerque, que se confíe. ¡Hasta le devuelves la sonrisa! Eres un tipo jodidamente solidario y enrollado. De repente, cuando el captador está a punto de abrir la boca y seducirte con su verborrea, estallas en un sprint salvaje hasta la otra punta de la acera. Como un poseso. Un sprint feroz, loco, animal, sin avisar. Si no estás en forma, el esfuerzo repentino, histérico y en frío te puede costar una arcada o un esguince de tobillo; eso sí, la cara de estupor del captador, ya a lo lejos, convertido en un punto en el horizonte, no tiene precio.

Aprender élfico o enoquiano
De nada sirve que te hagas el guiri. No lo intentes, solo te pondrás en evidencia. Porque el captador sabe inglés. Sabe francés. El tipo está jodidamente preparado y sabrá devolverte la pelota en cualquier idioma vigente, obligándote no solo a mantener el papel de guiri, sino a firmar una donación para no caer en el más absoluto de los ridículos. Hacerse el guiri es un error de principiante y los captadores saben aprovecharlo. No obstante, el captador todavía no sabe adaptarse a lenguas muertas o idiomas inventados: una frase en élfico soltada a tiempo o un ex abrupto en enochiano, dejará al captador con el reloj de arena de Apple en perpetuo cuelgue sobre su coronilla.

Auriculares aislantes industriales
Hace tiempo que el captador de socios ha perdido la vergüenza. Se la suda muy fuerte que vayas por la calle con tus auriculares. Por mucho que la presencia de los cascos denote la clara intención de aislarte de la realidad, el captador callejero se pasará la señal por el forro de la faja y te parará, te interrumpirá, hará que pares la música. Porque el hambre del mundo es más importante que tu disco de mierda de Drake, porque cada vez que no le das al stop y me ignoras muere gente, bla, bla, bla. Unos cascos aislantes industriales, los mismos que utilizan los manejadores de martillos hidráulicos estrepitosos, son harina de otro costal. Dado que no hay música que apagar, por mucho que el captador se dirija a tu persona, solo recibirás un reconfortante silencio y la imagen de un tipo con carpeta desgañitándose en balde en el vacío espacial.

Ver cada día El Sargento de Hierro  
La película El Sargento de Hierro, protagonizada por un Clint Eastwood en estado de gracia, es un narcótico infalible para adormecer esa cosa llamada sentimientos. Si ves esta obra maestra cada día, si la interiorizas como filosofía de vida, saldrás a la calle con una coraza impenetrable de insensibilidad. Créeme, en esta Barcelona infestada de captadores de socios para ONG la vas a necesitar. Solo comportándote como Tom Highway podrás salir indemne los chantajes emocionales de los captadores cuando te niegues a hacer un donativo. Cuando el captador comience su discurso aleccionador y te haga sentir cual mierda por tu falta de consideración y solidaridad, les sueltas aquello de “he bebido más cerveza, he meado más sangre, he echado más polvos y he chafado más huevos que todos vosotros juntos” y el debate se habrá terminado en segundos. El sargento Highway no tiene tiempo para sentimientos de culpa y esas cosas.

Categoría: Cultura | 31 mayo, 2016
Redacción: Óscar Broc
Tags:  barcelona, ONG, Òscar Broc,

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