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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
El fénix ocupa un lugar curioso en la literatura. Aparece en ella de forma recurrente, del mismo modo en que muere y renace de sus cenizas una y otra vez. Es símbolo de nuestra fascinación por la muerte y por el temor que nos produce, símbolo que ya se conocía en tiempos egipcios, griegos y romanos. Desde entonces el fénix se ha asociado con la idea de una mejora, de dejar atrás los lastres del pasado y salir adelante renovado.
Hoy en día tenemos muy claro lo que es un fénix y lo que representa, pues a lo largo de los siglos esta mítica ave ha sobrevivido de libro en libro: Heródoto, el historiador griego, lo describe detalladamente en sus libros que narran las hazañas helenísticas; Shakespeare lo menciona en numerosos poemas, e incluso J. K. Rowling le da vida en la saga de Harry Potter. Sin embargo, lo curioso es que este pájaro inmortal no hubiera sobrevivido sin la ayuda de ciertos escultores.
Se trata de unos escultores que realizan un trabajo minucioso durante horas, días, semanas, meses. No trabajan ni con mármol ni con bronce, sino con un material más maleable: la palabra. Muchos consideran su trabajo como algo sencillo y mecánico, nada más que un simple cambio de una columna dórica por una corintia, unas palabras por otras. Pero las columnas que esculpen deben sostener grandes conceptos e ideas, como la del fénix.
Una muestra de la importancia de este oficio es que hoy se enseña en las universidades. Con todo, su trabajo sigue sin ser reconocido. Se ha intentado sustituirlos por máquinas, pero el resultado ha sido un fracaso. A pesar de la importancia de su trabajo y la delicadeza que requiere, muchos de ellos viven en el anonimato. Para conocer el nombre de uno de estos escultores solo hay que coger un libro, abrir por la página de créditos y buscar hasta encontrar el lugar donde dice traductor.
El traductor. Su trabajo es esencial para conocer el pasado, pues construye muchos de los pilares y columnas que nos unen con los tiempos remotos y permiten que ideas como la del fénix sigan vivas. Y también es esencial para el futuro: no podemos renacer sin saber cómo éramos antes de morir. El 23 de este mes es sin duda un buen día para olvidarnos de dragones; en su lugar, deberíamos pensar en el fénix y en los escultores que han permitido que siga vivo y que tanto nos han aportado a nosotros y a nuestra sociedad.
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.