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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
La saga de novelas gráficas que tiene en marcha el historietista italiano Igort, su “trilogía del Este”, es una de las más ambiciosas de su carrera. Igor Tuveri (Cagliari, 1958) fue uno de los fundadores del colectivo Valvoline, desde el que participó en el cómic de vanguardia italiano de los ochenta; en los noventa trabajó regularmente para la editorial japonesa Kodansha, y en 2000 fundó la editorial Coconino Press. Desde esta última publicó trabajos de ficción como ‘5 el número perfecto’ (2002), una revisión de la mitología de la mafia desde la perspectiva italiana, ‘Fats Waller’ (2004), una biografía mítica del pianista de jazz realizada junto al guionista Carlos Sampayo, o ‘Baobab’ (2005-2008), una fantasía esteticista sobre el Japón de principios del siglo XX. Pero en 2008 este italiano de ascendientes rusos visitó Ucrania, y el viaje cambió su carrera. “Fue para mí una experiencia muy, muy fuerte. Tan fuerte, que por primera vez en mi vida decidí contar lo que estaba viendo”, declaraba en 2011 a Entrecomics.com. El resultado de ese viaje fue ‘Cuadernos ucranianos. Memorias de los tiempos de la URSS’ (2010), un cómic de no ficción que documentaba los testimonios recogidos durante su viaje a Ucrania. A partir de ellos y en acertado contraste con textos oficiales y documentos históricos, alternando recursos gráficos en función de los tiempos del relato y del narrador, Igort construía una memoria de Ucrania que recorría el siglo XX a través de diversos sucesos traumáticos: el Holodomor, un genocidio planificado en los años treinta por las autoridades soviéticas para suprimir la identidad cultural ucraniana y forzar la colectivización del país mediante purgas, deportaciones y una hambruna provocada que causó millones de víctimas y casos de canibalismo; la ocupación nazi durante la II Guerra Mundial; la posterior era Brézhnev, recordada con nostalgia por la comida abundante y barata, en contraste con la crisis económica y de identidad colectiva de la Ucrania contemporánea, una vez liquidada la Unión Soviética. Si el historietista Joe Sacco había sido el precursor de la novela gráfica periodística, Igort confesaba seguir el modelo de periodistas como Tiziano Terzani, Oriana Fallaci y Anna Politkóvskaya, pero también el trabajo como documentalistas de los cineastas Wim Wenders y Werner Herzog. El proceso creativo del libro fue peculiar, dibujado en gran parte durante el viaje a Ucrania tras cada entrevista realizada en la calle, sacando así la narración del estudio en un método que el autor comparaba con los pleinairistas del impresionismo, que salieron del taller a pintar al campo y la ciudad.
‘Cuadernos ucranianos’ dio un giro a la carrera de Igort y cobraría nueva relevancia por los recientes conflictos separatistas en el país, pero el autor seguía adelante hacia el Este sin alterar sus planes. ‘Cuadernos rusos. La guerra olvidada del Cáucaso’ (2011), la segunda novela gráfica de su trilogía, se adentra en la Segunda Guerra de Chechenia (1999-2009) con la figura de la mencionada Anna Politkóvskaya como eje vertebrador del relato. A partir del asesinato de la periodista rusa, conocida opositora a dicho conflicto y defensora de los derechos humanos ante las atrocidades cometidas contra civiles chechenos que documentó, Igort investiga in situ las implicaciones de esa guerra y la vida en Rusia bajo la “democradura” de Putin. Para ello acude nuevamente a la combinación de testimonios orales, documentación y la amplia batería de recursos gráficos ensayados en su trayectoria previa. El resultado, sin alcanzar las cotas de ‘Cuadernos ucranianos’, es una obra notable que nos deja esperando el final de esta trilogía.
Guerras familiares
En 2013 el barcelonés Jaime Martín (1966) publicaba el que seguramente sea su mejor trabajo hasta el momento, ‘Las guerras silenciosas’. Veterano historietista curtido en la revista ‘El Víbora’ con series costumbristas como ‘Sangre de barrio’ (1989-2005), Martín recaló en la década pasada en la industria del cómic francés, para la que ha realizado ya varios álbumes. ‘Las guerras silenciosas’ es una memoria familiar que parte de los recuerdos de su padre sobre su servicio militar en la colonia española de Marruecos, prestado poco después de la Guerra de Ifni (1957-58), un conflicto silenciado por los medios franquistas que se había cerrado en falso. Aunque el recuento de anécdotas sobre las condiciones tercermundistas de aquella mili peligrosa centran la narración —trato vejatorio de los superiores, picaresca frente al hambre y la escasez de suministros, miedo al frente cercano—, el gran acierto de Martín es abrir el relato hasta el punto de ofrecer un retrato de la España de los sesenta a través de la juventud de sus padres: una sociedad tradicional y autoritaria donde hombres y mujeres tenían asignado de antemano un papel estricto del que nadie podía escapar. Ellos, hacer el servicio militar para luego integrarse en la vida civil como piezas del engranaje laboral; ellas, esperar al novio —bajo vigilancia familiar como garantía de fidelidad— para casarse y convertirse en amas de casa, a ser posible de familia numerosa. Todo “por la patria”, efectivamente. Los saltos al presente hacia el relato marco, donde los padres del autor hacen recuento de sus recuerdos con la perspectiva de los años, el uso puntual de la fotografía como “prueba de verdad” y el tratamiento ligero de la narración, con abundantes momentos humorísticos y un registro de caricatura realista ya habitual en el autor, aportan nuevas capas de lectura a una obra que, como otras novelas gráficas recientes, recupera la memoria del franquismo. Una memoria nunca antes contada por razones obvias.
Una historia de violencia
Otra memoria familiar con trasfondo histórico que acaba de publicarse en España es ‘Patria’ (2014), de Nina Bunjevac. Canadiense de origen yugoslavo, artista y profesora de arte, Bunjevac (1973) parte también de la historia íntima y familiar para llegar a la Gran Historia que determina la vida de los individuos. Una madre que en 1975 huye con sus dos niñas —entre ellas la autora— desde Canadá a su Yugoslavia natal para escapar de las actividades terroristas de su marido, un nacionalista serbio exiliado, es el punto de partida de la historia. Un relato de estructura compleja y meditada que va de lo pequeño a lo grande, de lo introspectivo y costumbrista a la noticia de sucesos y la documentación histórica. La curiosidad de Bunjevac sobre sus raíces le lleva a explorar tanto la vida de sus ancestros, abuelos y bisabuelos, como la historia de los Balcanes durante el siglo XX, con paradas especiales en la II Guerra Mundial, el Holocausto en Yugoslavia y el régimen comunista del mariscal Tito, donde la disidencia de serbios nacionalistas presagiará futuros conflictos. El estilo visual de la autora, de amplio registro —más realista o caricaturesco dependiendo de la escena—, aporta una singular voz narrativa de gran densidad gracias a unas ordenadas tramas manuales de cross-hatching y puntillismo. Páginas de diseño diáfano y grandes viñetas en blanco y negro, el color de la memoria, donde la documentación histórica se funde con los sueños premonitorios, la historia oral y los recuerdos de “cómo se vivía entonces”, virtud esta última que comparte con ‘Las guerras silenciosas’ de Jaime Martín. Igual que él, Bunjevac pretende rescatar la memoria del pasado para comprender de dónde venimos y, tal vez, hacia dónde vamos.
Pimera parte de Guerras del Siglo XXI
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.