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Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
En los últimos artículos, hemos visto qué fácil es confundir el poner límites a otro con ser mala persona. Hemos visto como con frecuencia nos hacemos cargo del dolor o sufrimiento de otro al que queremos, cuando no cumplimos sus expectativas o deseos acerca de nosotros.
Sin embargo, ¿qué entendemos por maldad? Alguien que hace daño a otro sabiendo lo que se lleva entre manos de forma consciente.
A veces, aunque sepamos que vamos a causarle daño a otro al tomar una decisión, eso no significa que no nos importe su dolor. No obstante, no podemos no llevar adelante nuestra decisión.
Estoy por ejemplo tomando la decisión que me separo de mi pareja. Sé que le voy a hacer daño; pero lo cierto es que yo tampoco lo estoy pasando bien. Una ruptura es siempre un mal trago. Es imposible que nadie salga indemne.
Sin embargo, alguien malo es aquel a quien no le importa el dolor de otro o que incluso disfruta causando ese daño.
Más allá de la imagen que tenemos del psicópata, lo cierto es que hay malas personas sin que lleguen a ser psicópatas.
¿Quién no ha conocido a alguien que se ha aprovechado de nosotros, que tergiversaba nuestras palabras y les daba la vuelta haciéndonos parecer idiotas, que se agencia nuestras ideas o triunfos, o que parecía enfocado en hacernos la vida imposible?
Es alguien a quien si le decimos que nos va fatal tal horario, nos pone precisamente ese horario. Lo explicará de una manera razonable y lógica. “Lo siento, es muy difícil cuadrar las agendas de todo el mundo. Y al final tengo que hacerlo de tal modo que siempre sale perdiendo alguien. Este año te ha tocado a ti. Pero te prometo que el año que viene…”.
Es alguien a quien cada vez que le decimos A, él nos dice B. Si proponemos C, va a rebatir que D.
Pronto nos damos cuenta que no podemos decir lo que pensamos o sentimos porque en seguida detecta nuestro punto flaco y le va a sacar punta para dañarnos.
Los hay incluso que se turnan entre putearnos y después ser encantadores, creándonos gran confusión.
Si uno no tiene clara la situación, es muy fácil que al lado de una persona así nuestra autoestima se resienta. He conocido algunas personas que han llegado a entrar en depresión a partir de un jefe, compañero de trabajo, amistad o pareja que les maltrataba.
Realmente empezamos a creer que somos unos inútiles, que no valemos para nada… y lentamente nos hundimos.
Con personas así no sirve comunicarse honestamente.
Aquí hay que utilizar el Dark Vader interior y ser malo si se tiene el estómago para ello. O bien ser astuto.
En estos casos, o uno es capaz de reunir pruebas del maltrato psicológico en el caso laboral para luego darlo a conocer a superiores o, lo que queda por hacer, es coger el dinero y correr.
Más vale buscar otro trabajo, otro amigo u otra pareja y no perder tu precioso tiempo. Y sobre todo no creerte los mensajes envenenados de este tipo de personas.
Agradecimientos: A NomNam por el naming de la sección
Imagen de Pixabay.
Hoy triunfa más la idea de transformación, donde nada es nuevo verdaderamente aunque pueda llegar a parecerlo.
No existe un mundo perfecto único, varios modelos conviven y se yuxtaponen. En la mezcla de ideas está el valor.
Esta colección se dedica a esas ansias de vivir la vida al máximo para acabar en el hoyo. Una galería fotográfica de Bernat Rueda.