¿Desgraciados?
Iván Morales y Martí Gallén. Director y dramaturgista de “Els Desgraciats”, debaten sobre la obra de Margarida Trosdegínjol que se representa del 23 de mayo al 3 de junio en la Sala Atrium.
Martí e Iván están algo nerviosos. Toman un café en La Elefanta, el bar de cócteles que hay justo al lado de La Caldera, el Centro de Creación ubicado en Gràcia que ha apadrinado su nuevo proyecto teatral, “Els Desgraciats”. Se trata de la adaptación de un texto teatral rescatado de 1912, escrito por la oscura y olvidada dramaturga catalana de aire decadentista Margarida Trosdegínjol, protagonizada por Bruno Bergonzini y Jordi Vilches. Un proyecto para el cual han unido fuerzas sus respectivas compañías teatrales, La Family Art y Prisamata, dos claros exponentes del actual teatro de crisis que, con nulo presupuesto económico pero con cantidades ingentes de trabajo y amor, pretenden revitalizar y dar un vuelco a la escena teatral de la Ciudad Condal.
En breves minutos tendrá lugar en La Caldera el último pase con público de “Els Desgraciats” antes del estreno oficial, de aquí unos pocos días, en la Sala Atrium. Martí e Iván, como dos boxeadores a pocos minutos del combate, intentan relajarse y recordar por qué se han metido en esto.
Iván: ¿Qué hace el guitarra de un grupo salvaje de R&R, Mujeres, levantando una obra teatral expresionista de 1912?
Martí: Pues la verdad es que no lo sé. Siempre me ha gustado hacer muchas cosas diferentes. Las que puedo hacer bien, claro. Me gusta tocar la guitarra, pero no me considero un músico, Iván, simplemente sé tocar un instrumento. Lo de la música es ocasional. Para mí el teatro es una vocación absoluta, lo que me salva y me hace sentir pleno sin necesidad de obtener más a cambio del propio hecho de vivir la experiencia de hacer teatro. En este sentido, me considero un afortunado porque hago lo que quiero y me apetecía levantar contigo y todos nuestros compañeros desgraciados esta obra maldita, grotesca y maloliente de la Trosdegínjol que tantos esfuerzos nos ha costado y que no nos hará más ricos que antes (y sobre todo espero que no nos haga más pobres) pero que sí nos hará, y nos ha hecho, mejores personas. ¿Y tú, Iván? ¿Cómo es que, después de una obra como “Sé de un lugar”, con un aire marcadamente naturalista y rizando el hiperrealismo, te has atrevido con una experiencia tanto alejada de tu primera pieza teatral como es ésta, que en esencia se trata de una historia de género de terror gótico con un aire marcadamente expresionista?
Iván: Pues no tengo ni idea ahora mismo de cómo hemos llegado hasta aquí. Cuando me hiciste llegar el texto de esta Margarida, que a estas alturas ya la siento como una amiga más, ya sabes que me sorprendió muchísimo. Era lo último que esperaba que me trajeras. Pero, luego, entendí que en el fondo su lenguaje no estaba tan lejos del nuestro. Sí, sus palabras y las imágenes que utiliza no son los que yo puedo usar en mi vida cotidiana, ¿no? Pero es que de eso se trata. Quiero decir, detrás de la forma, en el fondo creo que a esta señora le conmovía lo mismo que nos conmueve a nosotros: los seres humanos tenemos una necesidad de amar y de compartir enorme, absoluta. Pero somos torpes, tío. Somos tan jodidamente torpes que no dejamos de hacernos daño y nos ponemos mil obstáculos para lo más esencial, que es querernos y estar bien los unos con los otros. Mira esas señoras de ahí, de la mesa de enfrente, se puede ver que esas dos están picadas entre ellas, ¿no?, y que tienen mil movidas que solucionar para poder estar en paz como amigas, pero aún así quedan aquí para emborracharse un poco y reír. Se necesitan. Nos necesitamos. Y eso, en el texto de Margarida, yo lo puedo leer. Si hubiera nacido ahora, estoy seguro de que Margarida bailaría como una perra en los conciertos de Mujeres. Martí, ¿qué es para ti la Desgracia?
Martí: Para mí la desgracia es que la gente no sea capaz de decirse las cosas a la cara. Y a los hombres, y aquí me refiero al género masculino, nos pasa muy a menudo, y “Els Desgraciats” en el fondo creo que de alguna manera habla de eso, de que el género masculino es incapaz de decir según que cosas a la cara.
Iván: Sí. Vaya mierda. Pero nos lo curramos, ¿no? Tú lo dices siempre: “juntos somos más fuertes”. Por eso creo que hemos hecho bien levantando este texto. Porque podríamos haber hecho otra comedia costumbrista, pero a veces toca arriesgar y hablar de lo que te aterra. Ya lo sabes, yo me tengo por un tío visceral, y tengo miedo de muchas cosas. Y sobre todo tengo miedo de ser un gilipollas y no saber querer. “Els Desgraciats” intentan querer, pero lo tienen todo en contra, porque a veces es que es así, parece que lo tenemos todo en contra, pero no hay vuelta de hoja, si no nos unimos no sobrevivimos. Y eso es lo que veo en Bruno y Jordi cuando hablan por boca de Baptiste y Jack: veo dos supervivientes. Y creo que en eso tú y yo estamos de acuerdo, admiramos los supervivientes. Porque todos nos sentimos, muy a menudo, supervivientes. Lo que pasa es que a veces tengo la neurosis que me imagino que es típica de todo aquél que pretende contar historias a los demás, y me pregunto qué interés puede tener el público de ver la historia de terror de dos payasos abandonados.
Martí: Pues yo al público le diría que no tenga miedo, que en el fondo “Els Desgraciats” es sólo una historia de amor, y a todos nos gusta que nos cuenten historias de amor, ¿no es así, Iván?
Iván: A todos nos gusta que nos cuenten historias de amor. Y a todos nos gusta comer albóndigas.
(Los dos colegas ríen, obviamente se trata de una broma privada que el que suscribe no acaba de comprender, tal vez por no haber visto aún la obra de teatro).
Iván: Tú que eres un señor serio, por favor, pon el colofón de este café con una pregunta seria.
Martí: De acuerdo. Ahí va. ¿Qué utilidad debe tener el teatro hoy en día cuando la Cultura, un ser podrido y moribundo, no se puede sostener por sí misma?
Iván: Joder. Espero estar a la altura con la respuesta. Hace tiempo estaba haciendo una obra con un amigo que pasaba un mal momento. Un día, en el camerino, se puso a llorar. “No quiero morir solo”, me decía. Le abracé como pude, porque como bien has dicho antes, a veces los hombres somos demasiado torpes con estas cosas, y le dije: “Mientras hagamos teatro no moriremos solos”. Y tú sabes que ése, y sólo ése, es el sentido último de representar “Els Desgraciats”, Martí. Y ahora vámonos a currar, que cadascú ha de fer la seva feina.
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Regalamos dos entradas dobles para el estreno de la obra en la Sala Atrium el día 23 entre todos los que nos expliquen en nuestro muro de Facebook si se sienten o se han sentido alguna vez unos “desgraciats” y por qué. El martes publicaremos el nombre del ganador allí mismo.