Una sociedad más amable y solidaria es posible

En Cáritas estamos preocupados por la situación actual, como el conjunto de la sociedad, pero es cierto que nos preocupan las consecuencias económicas y sociales a medio y largo plazo. Durante estos meses de confinamiento, hemos visto cómo muchas familias se han visto obligadas a pedir ayuda por primera vez a entidades como Cáritas.

Eran familias que ya vivían al límite, con dificultades para llegar a fin de mes. La COVID-19 ha destruido muchos empleos de la economía sumergida, mayormente relacionados con la limpieza a domicilio, el cuidado de personas mayores o trabajos del sector turístico o la restauración. Todas las personas que trabajaban en estos sectores sin contrato han perdido su empleo, y no pueden acogerse a ningún tipo de ayuda social de la administración. En muchas ocasiones son invisibles, y Cáritas es una de las últimas puertas a la que llaman.

Hemos adaptado nuestra acción social para atender las necesidades más básicas, como garantizar la alimentación o impedir que una persona pierda su hogar por impago del alquiler o la hipoteca. Entre abril y junio, los servicios de primera respuesta de Cáritas han atendido a 13.195 personas, el doble que el mismo periodo del año anterior. Hemos multiplicado por cinco las ayudas económicas para alimentos, destinando más de 750.000€, y por dos las destinadas a garantizar la vivienda, sobre todo pagando el realquiler de habitaciones.

El trabajo que han estado realizando los profesionales de la acción social y los voluntarios durante estos meses ha sido ingente, y tenemos que agradecerles de todo corazón su entrega y empeño. La acción social es sinónimo de acoger y acompañar a las personas más vulnerables de nuestra sociedad. No es fácil pedir ayuda, y menos aún cuando no sabes cómo garantizarás la cena de tu hijo pequeño o si el mes siguiente podrás pagar el alquiler. En estos casos, la tarea de los trabajadores y trabajadoras sociales de Cáritas ha sido esencial, aun teniendo en cuenta que no es lo mismo atender a una persona de manera presencial que por teléfono. Con la nueva normalidad, hemos reabierto algunos de los proyectos que requerían de la presencia física de nuestros profesionales, como por ejemplo los centros destinados a jóvenes y adolescentes. Asimismo, garantizamos una asistencia presencial en aquellos casos que es necesario, como el reparto de alimentos o la asistencia jurídica.

En Cáritas Diocesana de Barcelona contamos con el apoyo de 7.387 socios y donantes, y 2.705 voluntarios. El 80% de nuestra financiación proviene de particulares y empresas, así que sin ellos, nada de lo que hacemos sería posible. Durante estos meses, hemos realizado distintas campañas para sensibilizar a la población sobre las consecuencias económicas y sociales de la COVID-19, y en todas hemos obtenido una gran apoyo por parte de la ciudadanía de Barcelona. La gente conoce a Cáritas, y sabe que somos una entidad cercana, que está a primera línea, dando respuesta a las necesidades sociales de los barrios, pueblos y ciudades de la diócesis de Barcelona.

Deseo que los hábitos cambien para bien. Estos meses han sido muy duros, pero también nos han mostrado la cara más amable de la sociedad. Las muestras de apoyo diarias al personal sanitario o las historias de gente anónima que ha superado la enfermedad nos impulsan a creer que una sociedad más amable y solidarias es posible. En el caso de Cáritas, 470 personas se han inscrito como voluntarias durante el estado de alarma, y es una muestra más de esta solidaridad de la que hablamos.

Anna Roig, responsable de comunicación y relaciones institucionales de Cáritas Diocesana de Barcelona